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Historia de la Unificación de Alemania e Italia: El nacimiento de los nacionalismos europeos III Parte

LA SEGUNDA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 1859-1861

Aunque Carlos Alberto había sido derrotado en su intento de liberar a los italianos del poder austríaco, los piamonteses no se habían dado por vencidos completamente. En la siguiente fase del Risorgimento iba a dominar un espíritu de realpolitik cuyo principal impulsor sería Cavour. Camilo Benso, Conde de Cavour, llegó a primer ministro en 1852, y también él tenía ambiciones expansionistas. Pero se dio cuenta de que para conseguir la independencia necesitaban ayuda, pues había que combatir contra el Imperio Austríaco, por lo que quería asegurarse la ayuda de Francia y Gran Bretaña. En 1854 Francia y Gran Bretaña acudieron en socorro del Imperio Otomano ante la amenaza rusa, desencadenando así el primer conflicto entre grandes potencias que tenía lugar desde 1815. Los austríacos por su parte, ocuparon el valle bajo del Danubio para asegurarse de que no habría una campaña militar en los Balcanes, lo que obligó a los británicos y franceses a enviar fuerzas para luchar contra los rusos en Crimea. La monarquía de los Habsburgo se mantuvo neutral, y hasta el otoño de 1854 no firmaría un tratado con Francia y Gran Bretaña, por el que se comprometía a presionar a Rusia para que llegara a un acuerdo. Cavour creía que ganaría el favor occidental si participaba en la Guerra de Crimea, por lo que entró en la guerra en 1855. Cavour sabía que no podía pedir nada a cambio de su entrada en la guerra, porque sus aspiraciones iban justamente en contra de las de Austria, que también apoyaba a Francia y Gran Bretaña en el conflicto. En la primavera de 1855, una fuerza expedicionaria piamontesa, compuesta de 15.000 hombres, desembarcó en Crimea e intervino, no sin cierta distinción, en el combate de Chornoya Rechka. Una vez cayó Sebastopol, los rusos, en lugar de repetir la retirada hacia Moscú como en 1812, optaron por abandonar la lucha. El 14 de enero de 1858, el nacionalista italiano Felice Orsini intentó asesinar a Napoleón III, Emperador de Francia. En una súplica escrita desde la prisión, Orsini apeló a Napoleón que cumpliera su sueño ayudando a las fuerzas nacionalistas italianas. Napoleón que de joven había pertenecido a la Carbonaria, y en consecuencia con los ideales del momento, se convenció de que su destino era ayudar a Italia. En el verano de 1858, Cavour se reunió con Napoleón III en Plombières. Acordaron una guerra común contra Austria. Piamonte se anexionaría Lombardía, Véneto, Módena y Parma, y como compensación Francia recibiría Saboya y Niza. El centro y sur de Italia se quedarían como estaban, aunque sí se habló de colocar al primo de Napoleón en Toscana y expulsar a los Habsburgo. La política italiana de Napoleón III plantea algunos problemas. No está claro si quería crear una Italia Unificada, ni como de fuerte le interesaba que fuera el Estado del Piamonte. Lo más probable es que deseara un Piamonte fuerte y leal a Francia, pero sin ofender a los católicos franceses destruyendo el poder temporal del Papa.

El Gobierno británico se vio finalmente a lanzar una ofensiva diplomática a favor de la paz, proponiendo la celebración de un congreso en el que se debatiera la cuestión italiana. Pero el aumento de la tensión ya había hecho que tanto piamonteses como austríacos hubieran movilizado sus ejércitos. El 29 de abril de 1859, el ejército austríaco, al mando del general Ferencz Gyulai, atravesó el río Ticino e invadió el territorio piamontés, el día 30 ocuparon Novara, Mortara y, más al norte, Gozzano, el 2 de mayo Vercelli y el 7 Biella. La acción no era obstaculizada por el ejército piamontés, habían acampado en el sur entre Alessandria, Valenza y Casale. Los austríacos llegaron a estar a 50km de Turín. Los austríacos pretendían luchar contra los piamonteses y contra los franceses por separado, entonces comenzaron el reclutamiento de dos ejércitos. El mando austríaco, por otra parte, realizó una gran inversión estratégica, que difícilmente pudo ser explicada sin asumir una cierta confusión. Finalmente el 14 de mayo de 1859, Napoleón III, que había partido el 10 de mayo de París y desembarcado el día 12 en Génova tomó el campo de Alessandria y asumió el mando del ejército franco-piamontés. Con el grueso del ejército localizado entre el río Ticino y el Po, el 20 de mayo de 1859 Gyulai dirigió un gran reconocimiento de campo al sur de Pavía que fue frenado en la batalla de Montebello (20-21 de mayo) en la que participaron el general Federico Forey par parte de los franceses, futuro mariscal de Francia y la caballería sarda al mando del coronel Morelli di Popolo. El 30 y el 31 de mayo los soldados piamonteses de Cialdini y de Durando consiguieron una brillante victoria en la batalla de Palestro. El general Gyulai había concentrado sus fuerzas cerca de Magenta la cual fue asaltada el 4 de junio por los franco-piamonteses. El ejército de Napoleón III cruzó el río Ticino y desbordó el flanco derecho austríaco, con lo que obligó al ejército de Gyulai a retirarse. La batalla de Magenta no fue especialmente grande, ya que no participaron ni la caballería ni la artillería, pero fue una victoria decisiva para decantar la guerra hacia el bando sardo-francés. Los franco-italianos sufrieron 4.600 bajas y los austríacos 10.200. El 5 de junio, el ejército derrotado abandonó Milán, donde entró el 7 de junio el general francés Mac-Mahon, artífice de la victoria en Magenta, para preparar el día siguiente la entrada triunfal de Napoleón III y Víctor Manuel II aclamados por el pueblo. Pero la guerra no había acabado y faltaban algunas batallas por librarse.

LAS ÚLTIMAS BATALLAS

El 22 de mayo los cazadores de los Alpes, pasaron en Lombardía del Lago Mayor a Sesto Calande, con el objetivo de entrar en batalla ayudando a la ofensiva principal. El día 26 defendieron Varese de un ataque de fuerzas austríacas superiores en número guiadas por el general Urban. El día 27 combatieron al enemigo en la batalla de San Fermo y ocuparon Como. Los Cazadores de los Alpes era un cuerpo militar especial creado y liderado por Giusseppe Garibaldi en 1859 para ayudar al ejército regular Piamontés a liberar la parte norteña de Italia en la Segunda Guerra italiana de la Independencia. Su general los utilizó incluso durante la tercera guerra italiana de la independencia en 1866 contra los austríacos, luchando en el lado prusiano. En esta ocasión, 40.000 voluntarios demostraron su valor alcanzando la única victoria italiana durante el conflicto (la batalla de Bezzecca el 21 de julio de 1866), y casi llegaron a tomar la ciudad de Trento. Mientras tanto, los austríacos se agruparon para defender la Fortaleza del Cuadrilátero, La tarde del 6 de junio, los austríacos enviaron una brigada de retaguardia de cerca de 8.000 hombres, y dos escuadrones de caballería, compuestos por Dragones y Húsares. La tarde del 8 de junio, la ciudad fue invadida por los franceses. Después de sangrientos combates (1.000 franceses muertos y 1.200 austríacos) el grueso del ejército de los Habsburgo perdió su marca y se retiró a Verona. Los franco-piamonteses reemprendieron la marcha el 12 de junio y el día 14 capturaron Bérgamo y Brescia. El 24 de junio el ejército franco-piamontés venció en la batalla de Solferino a los austríacos, ese nombre quedará en la memoria de la historia militar como una auténtica carnicería. El ejército austríaco, al mando de Francisco José I, de unos 100.000 hombres fue derrotado por los ejércitos de Napoleón III de Francia y de Víctor Manuel II Rey de Piamonte-Cerdeña, que contaban con una fuerza de 120.000 soldados. Después de nueve horas de lucha encarnizada, las tropas de Austria fueron forzadas a rendirse. Las bajas en el bando aliado fueron de 3.892 muertos, 17.512 heridos y 3.200 capturados o desaparecidos. Mientras que los austríacos sufrieron cerca de 5.000 muertos, 12.800 resultaron heridos y 9.638 fueron capturados o desaparecidos.

Al finalizar la batalla de Solferino quedaron en el campo de batalla más de 40.000 hombres muertos o heridos abandonados a su suerte. Este escenario fue visto por Henri Dunant, que estaba viajando por el norte de Europa, y aquel terrible espectáculo de muerte le dejó muy impresionado. Al ver como los soldados heridos morían sin asistencia se dedicó a socorrerlos con ayuda de algunos aldeanos de la zona. Dunant estuvo reflexionando y llegó a la conclusión de que era necesaria una sociedad que se encargara de atender a los heridos de uno u otro bando sin distinción por medio de voluntarios. Sus reflexiones están escritas en el libro “Recuerdos de Solferino”. En 1863 se fundaría el Comité Internacional de la Cruz Roja y al año siguiente doce estados firman el primer convenio de Ginebra.

EL TRATADO DE PAZ

Napoleón III, temiendo no sólo la entrada al conflicto de más estados, sino que también la reacción de Prusia, que movilizó a más de 400.000 soldados a la frontera con el Rin, firmó, sin contar con los piamonteses, un acuerdo de paz. Víctor Manuel II que no podía continuar la guerra sin la ayuda francesa, por lo que aceptó el acuerdo franco-austríaco. La paz se firmó en Zurich entre el 10 y el 11 de noviembre. Los Habsburgo cedieron la Lombardía a Francia, que a su vez la cedió a la Casa de Saboya. Austria conservaba el Véneto, el Trentino, Tirol del Sur, Friuli-Venecia Julia y las fortalezas de Mantova y Peschiera. Todos los estados italianos, incluso el Véneto que era austríaco, debieron unirse a una confederación italiana, presidida por el Papa. El tratado tenía más ventajas para los austríacos y franceses que para los italianos:

  • La confederación italiana no presentaba ninguna ventaja para la unificación y garantizaba la continuación de la presencia austríaca en la península.
  • Los aumentos territoriales del Piamonte, aunque eran superiores en cantidad de kilómetros cuadrados que los de los franceses, no contestaban a los piamonteses porque ellos tenían la esperanza de conquistar en esta guerra el Véneto. Los franceses, aunque se retiraron, obtuvieron Saboya y Niza. Víctor Manuel se arrepintió de ceder Niza y Saboya, Pero Napoleón III necesitaba de tales compensaciones territoriales para justificar la participación de Francia en la recién acabada guerra.

En los meses sucesivos, de hecho, Piamonte se anexionó además la Lombardía, Parma, Módena, Emilia-Romaña y la Toscana. Después de estas conquistas, el 24 de marzo de 1860 Piamonte aceptó firmar el Tratado de Turín, en el cual confirmaron el traspaso de Niza y Saboya a Francia, ahora las ganancias territoriales italianas eran superiores a las francesas. El fin de esta guerra dio paso al último período de la Unificación. Tras la paz, el Reino de Piamonte-Cerdeña comenzó a expandirse, consiguiendo en menos de dos años controlar prácticamente la totalidad de la península italiana. Así el 17 de marzo de 1861, casi toda Italia había sido unificada, a excepción de Roma y el Véneto.

LA EXPEDICIÓN DE LOS CAMISAS ROJA

En 1860, el Reino de las Dos Sicilias estaba gobernado por el joven Rey, Francisco II, hijo de Fernando II. Aunque las Dos Sicilias eran el estado más próspero de Italia, al tener un rey con poco autoridad y muy represivo el pueblo era propenso a rebelarse. En abril de 1860 una revolución frustrada en Messina y en Palermo aumentó los ánimos de los revolucionarios pero nadie del sur de Italia podía combatir al ejército Borbón. El Reino del Piamonte estaba planeando conquistar el Reino de las Dos Sicilias. Es por eso, que el 5 de mayo de 1860 Giuisseppe Garibaldi zarpó del puerto de Quarto (Provincia de Génova) con 1033 hombres, en su mayoría veteranos de las guerras de independencia, aquellos hombres embarcaron en dos barcos de vapor hacia Sicilia. Esta campaña se llamo (Spedizione dei Mille) (la expedición de los mil) y fue un paso muy importante para la Unificación de Italia. En Marsala los camisas rojas (así eran llamadas las tropas de Garibaldi) no recibieron el apoyo esperado, pero el ejército aumento gracias a los sucesivos desembarcos del ejército sardo piamontés. Garibaldi venció al ejército de los Borbones napolitanos en la Batalla de Calafatini a pesar de la superioridad numérica de los adversarios y del desarrollo inicial que favorecía a éstos. Después el ejército de Garibaldi marcha hacia Palermo, allí la gente vitoreó el nombre de Garibaldi y muchos entusiastas se unieron a su ejército. Garibaldi cruzó el estrecho de Messina y entró en el continente. Siguió avanzando con poca resistencia hasta Salerno, ciudad muy cerca de Nápoles, la capital del Reino. En este momento el Rey Francisco II se percató del peligro que corría. Así que envió a su ejército compuesto de 50.000 soldados a Salerno comandados por el general Giosuè Ritucci. Estas tropas combatieron contra Garibaldi pero no pudieron vencerlo. Ya sin ejército y con el inminente avance de los camisas rojas, el Rey Francisco II abdica y huye para evitar una guerra y un derramamiento de sangre en la ciudad de Nápoles. El 7 de septiembre Garibaldi entra en la ciudad aclamado por la multitud, que fue obligada a vitorearlo por los infiltrados piamonteses que les daban dinero a cambio. El Reino de las Dos Sicilias había sido conquistado, las tropas garibaldinas despojaron al banco de Nápoles de una suma equivalente a 1.670 millones de euros, los cuales fueron declarados bienes nacionales. Ambicionando una Italia unida bajo un solo gobierno radicado en Roma, Garibaldi concibió la idea de marchar sobre los Estados Pontificios, defendidos por tropas francesas. Sin embargo, Víctor Manuel y Cavour, temerosos de perder lo logrado ante una posible radicalización del conflicto, evitaron el avance de Garibaldi. El incidente obviamente no supuso un enfrentamiento entre el Rey del Piamonte y Garibaldi; al contrario, como había sido previsto el conquistador cedió las Dos Sicilias. Así es como de un año a otro, se convirtió del tercer reino más próspero de Europa a una pobre colonia italiana. Con tales operaciones terminaba la segunda fase de la unificación de Italia; pero quedaban separados del Reino de Cerdeña, Roma gobernada por el Papa y el Véneto, en manos de los austríacos. El 18 de febrero de 1861, Víctor Manuel II de Saboya se reunió en Turín con los diputados de todos los estados que reconocían su autoridad, asumiendo el 17 de marzo el título de Rey de Italia por la gracia de Dios y voluntad de la nación. Italia fue gobernada con la base de la constitución liberal adoptada en el Reino de Cerdeña en 1848 (Estatuto Albertino) La excepción se dio en el sur del país, donde debido a las revoluciones independentistas, se proclamó la ley marcial.

TERCERA GUERRA DE INDEPENDENCIA 1866

Las crecientes tensiones entre Austria y Prusia por la supremacía en el mundo germánico, provocaron en 1866 la Guerra Austro-Prusiana que ofreció a los italianos la oportunidad de conquistar el Véneto. El 8 de abril de 1866, el Gobierno italiano, guiado por el general Alonso La Marmora, realizó una alianza militar con la Prusia de Bismarck. De hecho, se creó la alianza entre los dos Estados que vieron en el Imperio de los Habsburgo el obstáculo de las respectivas unificaciones nacionales. Según los planes prusianos, Italia tenía que atacar Austria por el frente meridional. Mientras tanto, aprovechando la superioridad naval, invadir las costas dálmatas, llevando el campo de batalla a la Europa central. El 16 de junio de 1866 Prusia comenzó las hostilidades contra algunos principados germanos aliados de Austria. El 19 de junio Italia le declaraba la guerra a Austria, con inicio de las hostilidades el 23 de junio. Al inicio del conflicto, el ejército italiano estaba dividido en dos grupos: el primero, comandado por La Marmora que se encontraba en Lombardía; el segundo, comandado por el general Enrico Cialdini, situado en la Emilia-Romaña. El general La Marmora sufrió una rápida derrota en Custoza el 24 de junio. Mientras que el general Cialdini asediaba la fortaleza austríaca de Borgoforte, al sur del Po. Custoza supuso un gran retraso de las operaciones, por el tiempo perdido en reorganizarse temiendo una contraofensiva austríaca. El éxito general de la guerra vino de las importantes victorias prusianas en el frente germano, en particular en Sadowa el 3 de julio de 1866, obra del general Von Moltke. Después de estas batallas los austríacos se retiraron a Viena. El 5 de julio, llegó un telegrama del Emperador de Francia Napoleón III, el cual prometía comenzar una mediación general, que habría permitido que Austria obtuviera condiciones honorables, lo cual hubiera permitido a Italia anexionarse Venecia. La situación era particularmente embarazosa, debido a que las fuerzas armadas no supieron ganar ningún enfrentamiento en el campo de batalla. El 14 de julio, en un consejo de guerra en Ferrara, se estableció finalmente una nueva actitud respecto al proseguir de la guerra:

  • Enrico Cialdini habría guiado un ejército de 160.000 hombres que habría avanzado a través del Véneto, mientras La Marmora, con cerca de 80.000 soldados, hubiese mantenido la defensa de la fortaleza del Cuadrilatero.
  • La Regia Marina de la mano del Almirante Persano buscaría la gloria, saliendo del puerto de Ancona (acción que intentó llevar a cabo, el 20 de julio, en una desastrosa derrota en la batalla de Lissa) Como veremos hacia finales del siglo XIX y del siglo XX, las armas italianas sufrirán una serie de humillantes derrotas y en concreto durante la I y II Guerra Mundial.
  • El Cuerpo de Voluntarios de Garibaldi, reforzado con una división, debería penetrar en Trentino, acercándose lo más posible a la capital.

En las semanas siguientes, Cialdini dirigió al ejército italiano a las orillas del Po, de Ferrara a Udine. Cruzó el Po y entre los días 11 y 21 de julio ocupó una sería de enclaves y poblaciones estratégicas. Mientras tanto, los voluntarios de Garibaldi partieron de Brescia hacia Trento abriéndose camino hasta que el 21 de julio se enfrentó a los austríacos en la Batalla de Bezzecca, donde los derrotó. A su vez una segunda columna italiana llegaba, el 25 de julio, a las murallas de Trento. El cese de las hostilidades se produjo después del armisticio de Cormons, el 12 de agosto de 1866, seguido el 3 de octubre de 1866 en el Tratado de Viena. Así Italia consiguió anexionarse el Véneto, Víctor Manuel entró triunfal en Venecia, y realizó un acto de homenaje en la Plaza de San Marcos. Pero aún faltaban por anexionarse el Reino de Roma, Trentino, Tirol del Sur (Alto Adige), Trieste, Istria y Dalmacia (incluyendo las áreas de lengua italiana en Córcega, Niza y Malta) Giusseppe Garibaldi, después de la fundación del Reino de Italia prosiguió incansablemente sus actividades militares en busca de la unidad de Italia, emprendiendo acciones sin éxito en 1862 al grito de: “Roma o muerte”! La protesta de Napoleón III, cuyas tropas custodiaban Roma, llevó al ejército de ocupación piamontés en Nápoles a repeler a Garibaldi, haciéndole prisionero en Aspromonte (sur de Nápoles) En 1867 realiza una nueva marcha hacia Roma aprovechando la retirada de tropas francesas, que se ven obligadas a desembarcar otra vez y a derrotar al italiano en Metana. En julio de 1870 comenzó la guerra franco-prusiana. A principios de agosto Napoleón III llamó para la guerra a la guarnición que defendía de un posible ataque italiano a los Estados Pontificios. Numerosas manifestaciones públicas demandaban que el Gobierno italiano tomara Roma. Dicho gobierno, no inició ninguna acción bélica directa hasta el derrumbamiento del Segundo Imperio Francés en la batalla de Sedán. Víctor Manuel II le envió una carta a Pio IX, en la que le pedía guardar las apariencias dejando entrar pacíficamente al ejército italiano en Roma, a cambio de ofrecer protección al Papa. Pero esté se negó rotundamente. El ejército italiano, dirigido por el general Raféale Cadorna, cruzó la frontera papal el 11 de septiembre y avanzó lentamente hacia Roma, esperando que la entrada pacífica pudiera ser negociada. Sin embargo, el ejército italiano alcanzó la Muralla Aureliana el 19 de septiembre y sitió Roma. El Papa siguió siendo intransigente y ordenó a sus Zuabos Pontificios a oponer una resistencia simbólica. Los Zuavos Pontificios, cuyo nombre asumieron porque su organización y uniforme eran prácticamente idénticos al de los cuerpos expedicionarios franceses, y que estaban formados principalmente por españoles y franceses, tomaron parte activa en las batallas de Castellfiardo, Mentana y, sobre todo, en la batalla de la ciudad de Roma. Cuando esta guarnición abandonó la ciudad el ejército italiano se presentó ante Roma que quedó defendida tan solo por unos pocos Zuavos Pontificios bajo el mando del barón de Charette, teniente coronel del Regimiento de Zuavos, que tras duros combates recibió orden del Papa Pío IX de izar la bandera parlamentaria.

En este nefasto día del 20 de Septiembre, en que el Papa hubo de retirarse definitivamente al Palacio Vaticano, brillaron por su valentía y audacia en dicha acción, por sus hazañas de Don .Alfonso Carlos de Borbón, y de Don Antonio Luis de Caixal y Armagnac (antepasado de David de Caixal i Mata, autor de este trabajo) ambos oficiales de Zuavos Pontificios, que al frente de una compañía de unos 100 hombres, españoles y holandeses, defendió la integridad física del Papa, después de haber capitulado todas las fuerzas que defendían la ciudad de Roma, evitando que Pío IX cayera en manos de las tropas que asediaban la ciudad. El Papa mantuvo una posición intransigente y ordenó a sus Zuavos que mantuvieran una resistencia simbólica. El 20 de septiembre, después de tres horas de bombardeos, el ejército italiano consiguió abrir una brecha en la Muralla Aureliana (Brescia di Porta Pia) Tras el asedio de Roma los Zuavos Pontificios tomaron los caminos de sus respectivos países, siendo sustituidos por la tradicional Guardia Suiza, y entre ellos marcharon D. Alfonso Carlos de Borbón y sus lugartenientes Savalls i Caixal los cuales, al iniciarse en España la tercera guerra carlista y ser nombrado el infante D. Alfonso comandante en jefe de los ejércitos carlistas de Cataluña, organizaron un Batallón de Zuavos en recuerdo de los Zuavos Pontificios, en cuyas filas tan valerosamente lucharon en la batalla por Roma. Tras un plebiscito, Roma y el Lascio se unieron a Italia. Víctor Manuel le ofreció al Papa como compensación una indemnización y mantenerle como gobernante del Vaticano. Pero el Papa, que quería mantener el poder de la Iglesia, se negó, pues eso hubiera supuesto reconocer oficialmente al nuevo estado italiano y se declaró prisionero en el Vaticano. Además sabiendo la influencia que tenía sobre los católicos, les prohibió a todos los católicos italianos votar en las elecciones del nuevo Reino de Italia. Esta incómoda situación, llamada Cuestión Romana, no se revolvió hasta 1929, cuando Benito Mussolini y Pio XI firmaron los Pactos de Letrán.

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