Antes de centrarnos en los procesos de descolonización del Sahara español, me gustaría adentrarme en un contexto histórico para entender mejor como y porque los europeos quisimos conquistar y colonizar aquellas tierras desérticas. Por ello, tendríamos que matizar de que el Sahara Occidental no ha sido nunca una nación en el sentido moderno del término, siempre ha estado presente un sentimiento de nacionalidad entre las tribus nómadas que han habitado en ese territorio. Parece ser que los fenicios establecieron colonias en la costa del actual Sahara Occidental en la época de Hannón el Navegante, pero se desvanecieron sin dejar rastro. El Islam llegó a la zona en el siglo VIII y tuvo un éxito inmediato. La lejanía del califato facilitó la independencia de la región. Los almorávides, un grupo de estrictos intérpretes del Corán, surgidos en esta región, controlaron (1053-1147) el norte de África e incluso el al-Ándalus, al otro lado del Estrecho de Gibraltar. Hasta entonces tenemos que ser conscientes que, la población, aunque musulmana, seguía siendo bereber; pero a comienzos del siglo XIII los árabes maqil emigraron de Libia hacia el Oeste, y el Rey meriní de Marruecos Abu Yusuf los rechazó al sur del Draa por lo que ocuparon el Sahara Occidental y Mauritania dando origen a las tribus hasan que se impusieron sobre los bereberes sanhaya en el siglo XIV, y con ellos su dialecto árabe, el hasanía. Pero las conquistas francesas en Mauritania empujaron hacia el Saguia el Hamra y el Draa, a los seguidores de un dirigente musulmán, Ma el Ainin (1838-1910), que entre 1898-1902 fundo una ciudad en la actual Smara como centro para el comercio y el estudio religioso. Además de enfrentarse a los franceses en el sur, intervino en los asuntos de Marruecos alterada a consecuencia del Tratado de Algeciras de 1906, siendo expulsado por los franceses en 1910.
Después de un breve repaso a la historia de las primeras tribus del Sahara, creo que deberíamos situarnos en un contexto general para entender el papel que tuvo España en su proceso de colonización en este territorio. La Región situada entre el Cabo Bojador y el cabo Blanco fue reclamada por España en 1884, durante la Conferencia de Berlín (con el establecimiento de una factoría en la península de Dajla y dependencias en la bahía de Cintra y en Cabo Blanco a finales de 1884 por Bonelli). En 1885, comenzó la construcción de Villa Cisneros y el establecimiento de factorías en Río de Oro y en Bahía Blanca. No obstante, antes de la conferencia de Berlín (1885), en la que los europeos se repartieron África, la franja occidental del gran Sahara estaba formado por un territorio de dos millones de kilómetros cuadrados, poblado por unas 400.000 personas (pastores nómadas) que hablaban la misma lengua, el hassanía, y reconocían a su tierra con el genérico nombre de Bidán (País de Blancos). A través de una historia se habían fragmentado en un centenar de cábilas (tribus) de muy diverso tamaño y dedicación, asentadas en áreas que consideraban propias, pero en constante movimiento territorial. Hasta ese momento la relación entre ellas respondía a un sutil y complejo territorio con unas pautas en las cuales se mantenía el equilibrio y se evitaba de esta manera los posibles conflictos intertribales que sangraban una demografía siempre en el umbral de la auto-reproducción. En 1900 Francia y España se repartieron este espacio y lo rubricaron con un tratado en 1904. El reparto fue desigual, Francia ocupo el 85 por ciento y España el resto, o sea, tan solo un 15 por cierto del territorio. En un primer momento, a diferencia de España, Francia entró en el Sahara desplegando su poderío militar con unos organigramas administrativos para republicanizar el Bidán convertido en el centro de una inmensa marca francesa que iría desde Argel hasta San Luis en Senegal. Utilizando como se suele decir el palo, la zanahoria y mano izquierda para manipular a las cábilas. Por otro lado, los franceses lograron atraerse a unas como aliadas enfrentándose a otras que rechazaban la presencia militar europea. Mientras que un Chej (jefe tribal) dictaba una Fatua, la cual servía para declarar diversas alianzas con Francia, otro Chej mediante otra Fatua les declaraba la guerra a los ocupantes y llamaba a las tribus a la Guerra Santa (Yihad). Por segunda vez en la historia los nómadas saharianos se enrolaban en una yihad. La primera había sido en el siglo XI cuando encendidos de pasión religiosa por los discursos de un fanático e iluminado predicador llamado Abdalá ibn Yasín, crearon el movimiento Almorávide y, una vez conquistado Marruecos, cruzaron el estrecho, invadieron la Península derrotando a las mesnadas cristianas que se les enfrentaban, consiguiendo llegar hasta el Ebro. Pero la particularidad de esta nueva cruzada contra Francia a principios del siglo XX fue principalmente su carácter liberacionista, de ahí que en la Fatua del Chej Ma el Ainín no se enfatizara tanto la guerra contra el infiel como la guerra contra los cristianos en las cruzadas de la Edad Media. Los españoles siguieron su avance hacia el interior y el norte del Cabo Bojador. Ante las fricciones con Francia, se llevaron a cabo una serie de acuerdos en 1900, 1904 y 1920 que delimitaron las áreas de influencia de ambos países, fijándose el límite norte del Sahara Occidental en el paralelo 27º 50’. Con ello, veremos que España dividió su posesión en dos distritos administrativos independientes, Río de Oro, al sur y Saguia el Hamra, al norte, que acabaron uniéndose en 1958 para formar la provincia española del Sahara Español. El capitán de Infantería Francisco Pérez Pérez, que se encontraba en la Agüera, ocupando el cargo de Gobernador español en la Agüera y Río de Oro, realizó tres viajes por el interior del desierto saharaui entre los años 1931 y 1935, por decisión propia y en coche, acompañado de un mecánico. En su viaje visitó las agrupaciones nómadas de aquella parte del Sahara y creo un mapa de la zona. En 1949, Manuel Alia Medina, un geólogo español, descubre en Bucra los yacimientos de fosfatos más grandes del mundo.
EL IMPACTO GEOPOLÍTICO DEL SAHARA ESPAÑOL Y EL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN.
Entrando de lleno en el problema que nos atañe en este trabajo analizaré las pautas que se llevaron a cabo en todo el conflicto de descolonización del Sahara español. Por ello, tendríamos que matizar que en el contencioso que desde 1975 enfrenta al Frente Polisario y Marruecos por el control del territorio de la antigua colonia española del Sahara Occidental son varios los ingredientes que se conjugan. Se trata de un conflicto de descolonización tardía, tributario del anómalo diseño fronterizo mediante el cual las potencias europeas se repartieron en su momento África, separando arbitrariamente a pueblos y familias. Se trata, asimismo, de un acto crepuscular en los movimientos independentistas africanos, emprendido 15 años después de la oleada liberacionista continental. Pero, quizá, la mayor singularidad de este conflicto sería la contradicción entre la extremada debilidad demográfica de una de las partes en conflicto, esto serían los genuinos pobladores del territorio (menos de 400.000 personas) y la gran repercusión geoestratégica que su acción ha generado en la estabilidad del norte africano, y que afecta directamente a Argelia y Marruecos e indirectamente a Mauritania, España y Francia. No obstante, el largo conflicto del Sahara Occidental (15 años de guerra y 12 de estancamiento diplomático) por ello, es más que un contencioso bilateral entre Marruecos y el Frente Polisario, es decir entre la fuerza que ocupó en 1975 la ex-colonia española el sector de la población nativa que desde el refugio-exilio que les concedió Argelia la hamada de Tinduf, decidió hacerle la guerra. Se trata de un conflicto convertido, desde hace más de 27 años, en la piedra de toque que define tanto la temperatura del Magreb como el futuro de la región a mediano y largo plazo (Marruecos, Argelia, Mauritania, Túnez y Libia) Precisamente esa dimensión regional, le ha dado una proyección mucho más global situando el contencioso en el campo de interés de las potencias mundiales. No sólo de Francia, estado que históricamente ha intervenido en el Norte de África como si de un asunto doméstico se tratara, sino, a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del resto de países que tienen peso decisorio; EEUU, China y la Unión Europea. Lo aparentemente paradójico es lo que dirime en la disputa es una árida estepa de 300.000 kilómetros cuadrados (sin una sola sugerencia natural de agua) habitada en su origen por no más de 200.000 habitantes.
“No nos explicamos que es lo que pueda tener este desierto que todos los forasteros siempre han ambicionado poseerlo, desde el primer momento. Llegaron los franceses, los españoles, los de Marruecos y todos quisieron quedarse con nuestras tierras. Pero fuimos nosotros quienes siempre vivimos aquí, somos gentes del desierto que aprendimos a sobrevivir en él a lo largo de generaciones y no como estos recién llegados. Esta tierra debe de tener algo oculto que no alcanzamos a saber qué es, pero que los extranjeros siempre han ambicionado”
Estas palabras de Sidi Mohammed uld Breh, un sencillo pastor de la cábila local Ulad Musa, en 1976, expresan la perplejidad con que la población beduina vivió la catarata de hechos que durante la década de los 70 los condujo de manera traumática a un destino de brutal desarraigo. Aunque pocos de ellos eran capaces de dibujar un cuadro exacto de lo que estaba ocurriendo en 1975-1976 (eran nómadas sencillos recién llegados al “mundo global”), los viejos notables tribales ligados a la administración colonial sabían, sin embargo, que todo había comenzado a gestarse cuando los europeos llegaron al Sahara a principios del siglo XX. Sabiéndose en el centro de un haz de intereses extra-locales (Marruecos, Argelia, España y Francia) buscaron gestionar una salida evolucionista-reformista, en alianza con una de las partes, la del poder metropolitano español, que hiciera viable un nuevo Estado, a pesar de su radical debilidad demográfica. Paralelamente, desde el mismo universo beduino, surgió otra propuesta que, reconociendo también la existencia de una red de intereses globales vinculados al futuro del Sahara Occidental, optaron por la alianza con Argelia-Libia que incluía la vía militar y la guerra frontal como requisito para la creación de un nuevo Estado. Sus valedores eran jóvenes veinteañeros, hijos mestizos del desierto y la ciudad, tradicionalistas como sus padres y políticamente cosmopolitas. Ellos interpretaron la historia y el presente global a su manera y crearon un instrumento, el Frente Polisario, que se acabaría convirtiendo en un producto del tiempo liberacionista. Pero ante todo, me gustaría recalcar ciertos puntos de este análisis, y por ello, no debemos olvidar que en 1976, España evacuaba el Sahara Occidental, después de 91 años de permanencia, dejando tras de sí un territorio ocupado militarmente por Marruecos y Mauritania y un proceso de descolonización inconcluso, en virtud de los acuerdos tripartitos de Madrid, firmados en noviembre de 1975, por los cuales el régimen franquista se desentendía de las obligaciones que tenía como potencia administradora, según el artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas, cediendo la administración del territorio a Rabat y Nouakchott. Ahora bien, yo me pregunto y ¿cuándo creemos que se inició y como se desarrolló el proceso descolonizador? ¿Respectó al régimen los compromisos adquiridos con la comunidad internacional para descolonizar el Sahara o por el contrario su política fue titubeante y contradictoria? y ¿ Qué repercusiones tuvo la descolonización en la opinión pública.
Todas estas preguntas intentaré resolverlas en este trabajo, como por ejemplo ¿cual fue el papel del ejército español y su intervención en el proceso descolonizador? ¿Qué pensaban los militares españoles del conflicto? ¿Estaba preparado el ejército español para enfrentarse en una guerra a Marruecos? A todas estas preguntas intentaré darle una respuesta en las siguientes páginas. Tenemos que recordar que en 1956 España entraba como miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas. Nada más ingresar, el tema de la descolonización surge sobre el tapete, ya que se consulta a España si administra territorios no autónomos, concepto este no bien definido en la Carta de las Naciones Unidas. En agosto de ese mismo año, la Dirección General de Marruecos y Colonias pasaba a denominarse Dirección General de Plazas y Provincias Africanas. Aquello era el preludio de la “provincialización” del África Occidental Española. Dos años más tarde (1958), por Decreto de Presidencia de 10 de enero, el África Occidental Española se dividía en dos provincias; Ifni y Sahara Occidental. Con ello, el Gobierno se unía a la línea mantenida por Salazar con respeto a las colonias portuguesas en África, según la cual estas no eran colonias sino “provincias ultramarinas” La conversión del Sahara en provincia obedecía a la situación geoestratégica del territorio como salvaguarda de las espaldas del archipiélago canario y al valor económico de sus ricas aguas y, a partir de los años 50, del valor potencial de su subsuelo (indicios de petróleo, de fosfatos etc.) A todo esto habría que añadir el concepto, propio del africanismo franquista, que el régimen tenía de sí mismo como defensor de la civilización occidental en África frente a los avances del comunismo.
Con la tesis de la “provincialización”, España se unía a Portugal en los problemas coloniales, lo cual le acarreó muchos problemas ante la comunidad internacional. Me gustaría remarcar las palabras del embajador español ante la ONU José Félix de Lequerica, cuando en 1960, ante la presión internacional declaraba: “Que el gobierno español ha decidido transmitir al Secretario General información respecto a los territorios a que se refiere el capítulo XI de la Carta” . De esta manera Lequerica reconocía que Ifni, el Sahara Occidental, Río Muni y Guinea eran territorios no autónomos y no provincias como pretendía el Gobierno. Esta declaración provocó fuertes críticas del Gobierno portugués e indignación en el Gobierno español, que ofreció a Lisboa la destitución de la Delegación Española en las Naciones Unidas. A partir de este momento comenzaron las grandes contradicciones de la política española en lo que al tema de la descolonización se refiere, ya que, por un lado, Presidencia del Gobierno se aferraba a la provincialización y, por el otro, el Ministerio de Asuntos Exteriores se comprometía con los organismos de Naciones Unidas en un proceso de descolonización. En 1965, la XX Asamblea General de las Naciones Unidas se trató la cuestión del Sahara Occidental y se adoptó la resolución 2072 por la que se lamentaba el retraso de España en aplicar la declaración de independencia y obligaba a la potencia administradora a dar pruebas de su intención de descolonizar el Sahara que le proporcionara alguna aceptación por parte de la comunidad internacional. A mediados de 1966 estaba clara la línea de actuación de la Presidencia del Gobierno: mantenimiento a ultranza en el Sahara, basándose en su valor geoestratégico y económico, y rechazo de toda postura anexionista por parte de Marruecos y Mauritania. En base a ello se realizaron fuertes inversiones en la colonia, se reforzó el dispositivo militar y se favoreció el asentamiento de inmigrantes procedentes de la Península y Canarias. Ese mismo año, y en la XXI Asamblea General de las Naciones Unidas, Marruecos, que desde la independencia reclamaba el Sahara como parte integrante de su territorio, cambia de postura, no sería la primera ni la última vez, y solicita una vez más la descolonización del Sahara, aunque esta vez dentro del marco de la autodeterminación, con la condición de que las tropas españolas se retiren y sean sustituidas por efectivos de la ONU. En referencia a las fuerzas militares destinadas en el Sahara, las cuales estaban bajo el mando del General Federico Gómez, el cual estaba apoyado por una Secretaría General bajo el mando del Coronel de Ingenieros Luis Rodríguez de Viguri y Gil, y de un Jefe de Estado Mayor, el Coronel José María Burgón Lope. Las operaciones “militares” en el antiguo Sahara español, previas a su entrega a los marroquíes transcurrían el 4 de noviembre de 1975. Antes del verdadero despliegue de esta fuerza militar, se adoptó un dispositivo de vanguardia con las tropas inmediatamente disponibles. Se llevo a cabo la Operación Marabunta: la cual consistía en llevar a cabo un contacto visual avanzado con el enemigo y finalmente llevar a cabo un control y amedrentamiento de las fuerzas marroquíes. En esta operación participaron las Agrupaciones Lince, Gacela y Chacal (básicamente grupos ligeros saharianos). Por ello, visto el negativo cariz de los acontecimientos, y la creciente hostilidad marroquí, se dispuso el envío al territorio africano de nuevas fuerzas, que formarían el último ejército español en campaña.
Las fuerzas que la integraban eran:
4 banderas de la Legión (incluidos los medios de caballería de los grupos ligeros saharianos, y la compañía bakali dotada con 18 carros de combate AMX –30 adquiridos a Francia. Aunque uno de ellos se quedo en Madrid para realizar unos estudios operativos. Mientras que los grupos ligeros recibieron los nuevos carros Panhard adquiridos a Alemania, con diversas baterías de cañones y morteros. A esta fuerza se le añadían 2 banderas paracaidistas, la nº I y II, juntamente con 2 grupos nómadas (solo con personal europeo, ya que el personal indígena fue licenciado ante las justificadas sospechas de los soldados de origen marroquí que integraban estas unidades. En su momento de máxima operatividad, constituían alrededor de 1.500 efectivos con camellos y land rovers) El resto de fuerzas incluían 1 Batallón de Carros con 3 Compañías, como reserva de sector, adscrito al Regimiento Alcázar de Toledo nª 61 perteneciente a la División Acorazada Brunete, equipada con carros M-48 americanos. Este regimiento contaba con 40 carros M-48, 6 TOA y 3 TOA de mando, (Transporte Oruga Acorazado). El ejercito de tierra español transformo una gran cantidad de vehículos M-113 a sus necesidades tácticas y operativas para encuadrarlos en las diferentes unidades equipadas con el transporte oruga de personal básico de línea. España recibió entre 1959 y 1965 un total de 200 M-113 en diversas modalidades con procedencia de los EEUU. A las fuerzas del Batallón de Carros se le añadían también 2 Compañías del RIAC-61 (Regimiento de Infantería Acorazado), con 16 carros M-48 cada una, juntamente con una Compañía Legionaria, “Bakali” con 18 carros AMX-30 y 3 Baterías de Artillería:
- Grupo ATP nº XII de la División Acorazada Brunete (bajo el mando del Coronel San Martín)
- Regimiento Mixto de Artillería de Campaña nº 93
- BIS. RAMIX nº 95 (Antiguo grupo de artillería sahariano) 3 baterías de artillería antiaérea Bofors 40/70, 2 baterías OTO Melara 105/14 y en 1974 2 baterías 35/90 Oerlikon.
- 1 Regimiento de Ingenieros, el nº 9 (Antiguo regimiento mixto de ingenieros del Sahara)
- 2 Regimientos destacados desde Canarias (Que integrarían las unidades del Batallón Cabrerizas) Batallón Disciplinario del Ejército, de guarnición en Melilla, que al iniciarse las primeras acciones bélicas en la campaña de Ifni-Sáhara de 1957/58 es trasladado desde el barrio de Cabrerizas de la ciudad de Melilla hasta Villa Cisneros para hacer frente al llamado ejército de liberación (EL) que opera contra las fuerzas militares españolas de guarnición en el territorio sahariano. Finalizada esta campaña queda destacado en el Sáhara Occidental. Es disuelto a últimos de 1964 como Batallón Disciplinario y más tarde como Batallón de Infantería Independiente.
- Grupo de Helicópteros
- Diversas unidades destinadas a servicios y apoyo
- Aviones: Básicamente, aparte de unidades de reconocimiento, los F-5, que operaban sin armamento para evitar complicaciones con Marruecos.
En total las fuerzas españolas representarían efectivos semejantes a los de una división de infantería convencional, (recordemos que la mayoría son unidades profesionales o de elite), muy superiores a las fuerzas marroquíes, que además estarían al final de un complicado y deficiente tren logístico. En total, las fuerzas desplegadas por España, serían algo menos de 14.000 hombres. Habiendo visto cuales eran las fuerzas militares desplegadas sobre el terreno, me gustaría hacer hincapié en la resolución 2.229 aprobada en la citada Asamblea General, la cual separaba la descolonización de Ifni, que se liquidaría con una transferencia de poderes al reino aluita. Pero con respecto a la cuestión del Sahara Occidental, la resolución invitaba a la potencia administradora a celebrar un referéndum de autodeterminación bajo los auspicios de la ONU, de acuerdo con los deseos de la población, tanto la que estuviera en el Sahara como en lo países circunvecinos, y en colaboración con los Gobiernos de Marruecos, Argelia y Mauritania para poder elaborar las preguntas de la consulta; negándose España a esto último. En 1968 quedaba resuelto el problema de transferencia de Ifni a Marruecos, que se materializó en el acuerdo de Fez del 4 de enero de 1969. Pero un nuevo elemento vino a sumarse, a partir de 1969, al conflictivo tema de la descolonización del Sahara: la aparición del frente para la liberación del Sequiet-el-Hamra y Río de Oro (Frente Polisario)
LA AGUDIZACIÓN DEL CONFLICTO Y LA FIRMA DE LOS ACUERDOS TRIPARTITOS DE MADRID (1970-1975)
Tras su independencia, Marruecos reclamó el territorio del Sahara Occidental como parte de su “Gran Marruecos”. En 1967, la ONU recomendó la descolonización del territorio en tanto que poco después, Mauritania también se sumó a las reclamaciones territoriales marroquíes. Entre tanto, comienza la agitación nacionalista en el Sahara Occidental. En 1968 se crea el Movimiento de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro bajo el liderazgo de Sidi Brahim Bassiri. La represión de un brote nacionalista en el Aiun, el 17 de junio de 1970, la cual concluye con 50 muertos y cientos de detenidos. Bassiri es arrestado y nunca se volvió a saber de él. Probablemente las fuerzas de seguridad españolas le ejecutarían tras su arresto, evitando así más levantamientos de los insurrectos apoyados por Marruecos. Poco después, el 10 de mayo de 1973, se crea el Frente Polisario (Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro), que comienza la lucha armada contra España. Su primera acción tiene lugar el 20 de mayo de ese año. Los choques armados se sucederían durante los siguientes meses. En 1974, España anuncia sus planes para conceder mayor autonomía a los saharauis y así poder celebrar un referéndum durante la primavera de 1975. No obstante, Marruecos se opuso al proyecto español, en tanto que la ONU forzó a España a suspender el referéndum y acudir al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. La situación se fue deteriorando hasta que el Rey Asan II de Marruecos organizó la llamada Marcha Verde (16 de octubre de 1975) Mientras tanto, la administración española organiza la Operación Golondrina, la cual consistirá en evacuar a los ciudadanos españoles del territorio. Dicha operación correría a cargo de la Armada y la protección de los civiles correría a cargo de la Infantería de Marina. Inclusive se llevarían hasta los cadáveres de los cementerios españoles. Nadie se iba a quedar atrás, todos volverían a España, incluso los muertos. Finalmente el 6 de noviembre de 1975, unos 300.000 marroquíes desarmados concentrados en la ciudad marroquí de Tarfaya, cerca de la frontera, se internan en el Sahara Occidental. Por ello nos debemos de situar en el momento y analizar la situación desde el punto de vista del momento, con este clima de tensión, agravado por la agonía del Jefe del Estado, el Generalismo Franco, al que le quedaban pocos días de vida, para seguir dirigiendo los designios de la nación. A todo ello, se pudo llevar a cabo entre Marruecos, Mauritania y España los acuerdos de Madrid, que se firmaron el 14 de noviembre de 1975, un acuerdo por el que España se comprometía a poner fin a su presencia en el Sahara el 28 de febrero de 1976 y a compartir hasta entonces la administración del territorio del Sahara Occidental con Mauritania y Marruecos. Pero si que tenemos que constatar que este acuerdo contó con la oposición de Argelia y el Frente Polisario. Ante la presión de la Marcha Verde, las guarniciones españolas se habían retirado a El Aaiún, Smara y Villa Cisneros. Tropas mauritanas y marroquíes empiezan a ocupar las ciudades del Sahara Occidental (Smara, 27 de noviembre; El Aaiún, 11 de diciembre; La Güera, 20 de diciembre; Villa Cisneros, 9 de enero) Los saharauis empiezan a abandonar las ciudades (noviembre de 1975-febrero de 1976) para instalarse en el desierto. Tras los bombardeos marroquíes de los campos, finalmente terminarían en campos de refugiados en Argelia. El 26 de febrero de 1976, los últimos soldados españoles abandonaban el Sahara Occidental. Aquella noche, cuando las tropas marroquíes ya habían entrado en el territorio, el Frente Polisario proclamaba la constitución de la Republica Árabe Saharaui Democrática (RASD). Finalmente, el 14 de abril, Mauritania y Marruecos firmaban un acuerdo en Rabat por el que se repartían el país: los dos tercios más al norte para Marruecos y el tercio restante para Mauritania. Y con ello se pondría punto y final a la que fue la presencia colonial española en el Sahara Occidental.