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Prácticas religiosas en el Paleolítico

Tratar de estudiar la religiosidad y el contexto etnográfico-cultural del hombre del Paleolítico es adentrarse en la oscuridad por un suelo resbaladizo como el de muchas cuevas, residencia humana, y probablemente cúltica, del hombre prehistórico; mucho más por la necesidad de sintetizar un material que, por lo mismo de ser incompleto, exigiría explicaciones más pormenorizadas. Por lo tanto, sabemos que el hombre prehistórico habitó en lugares abiertos y en cuevas, en las se admite la existencia de cuevas, que a pesar de ni haber servido nunca de residencia, están decoradas en lugares de difícil acceso, defendidas de posibles “profanaciones” por numerosas dificultades topográficas. Si se demuestra que una cueva reúne estas condiciones, merece ser catalogada entre los “santuarios” prehistóricos. Los primeros signos de enterramientos y ritos religiosos en el hombre prehistórico podríamos datarlos entre el 30.000a.C-10.000a.C, situándolo en el Paleolítico superior. Hablar de religión en la Prehistoria es bastante comprometido. No existen datos ni pruebas fiables por lo que todo lo que se puede hacer es intentar interpretar los restos encontrados y ver como puede ser la espiritualidad que daba sentido al mundo de nuestros antepasados. No se puede negar la posibilidad de que existiesen diferentes cultos según que zonas geográficas y épocas en tan dilatado período de tiempo, sobre todo si aquellas personas poseyeran las mismas cualidades psicológicas que les da hoy en día. Seguramente se preguntarían sobre que era lo que hacía mover la tierra, por qué existían las estaciones, que eran las estrellas y, sobre todo donde iban sus compañeros de caza o familiares cuando morían. La perdida de efecto, del hogar, de la estabilidad y seguridad provoca en todos los seres humanos daños en la personalidad, daños que hay que superar y que intentamos comprender. Por todo ello no se puede negar la existencia de culto, religión, magia, espiritualidad, o como queramos llamarle a esta época.

En el aspecto artístico del Paleolítico, podríamos decir que el arte por el arte justifica la presencia de grabados, huesos o instrumentos con incisiones peculiares en zonas no habitadas de una caverna, y menos aún si estas jamás fueron residencia humana. Por tanto, creo que podemos imponer una razón esotérica religiosa. Pero antes, creo que tendríamos que probar que las entradas primitivas eran solamente las actuales. En las fuentes de conocimiento de la religiosidad paleolítica, podemos ver que no se ha conservado más que algunas osamentas, utensilios de piedra y grabados-pinturas, huesos de animales y de hombres. Sin ninguna conclusión cierta de signo religioso, podemos deducir de los cráneos y los huesos que fueron realmente objeto de una elaboración especial, así como de verdaderas prácticas fúnebres, que presuponen cierta creencia religiosa en la supervivencia. Algunos cadáveres fueron devorados por las bestias o por los hombres, pero el canibalismo ritual con el fin de apropiarse de la fuerza del enemigo o, si eran familiares, por motivos benefactores resulta indemostrable.

El análisis de los objetos de arte mobiliar y parietal de las cuevas, ofrece sin ambigüedad las líneas generales de un sistema figurativo análogo en la que, a partir de este tiempo, acompañarían a las actividades religiosas. No obstante, del arte del paleolítico, tanto mobiliar como parietal, están ausentes los árboles, la vegetación y el paisaje. Sus temas se reducen a tres: animales, seres humanos y los símbolos, variantes de signos masculinos y femeninos. Estos tres temas aparecerían aislados, agrupados y entreverados. Este sistema fundamental respondería, por lo general, a una fórmula que ha sido aceptada por numerosas tradiciones religiosas: se funda en la oposición o complementariedad de las entidades a los que se añade un tercer elemento que transforma la entidad binaria en fórmula ternaria. En este sentido, la caverna aparece, a la vez, como una entidad maternal y como el soporte material de una mitología. La decoración parietal de las cuevas es como la decoración mural de los santuarios ulteriores, presentando un conjunto simbólico de figuras no materializadas mediante ritos, pero del que existe el decorado. La misma decoración parietal responde a una fórmula tan genérica que su contenido mitológico es prácticamente inaccesible. Se percibe muy bien que una metafísica de la muerte y de la fecundidad ha podido sobre entenderse en las representaciones, pero una veintena de contenidos han perdido, en el curso de los milenios y en las diferentes regiones, entrar en la fórmula binaria-ternaria de asociación de los animales y de los signos. Por tanto, podemos decir, que la religión prehistórica puede demostrarse, pero con la ayuda de una fórmula abstracta creo yo, con una riqueza y una complejidad que son perceptibles en las variantes de la fórmula inicial.

En el valor religioso del arte paleolítico hay que matizar que resulta sumamente arriesgado tratar de defender una teoría en esta materia ahora cuando se va imponiendo una tendencia revisionista acerca de todo lo que se ha considerado religión, magia y cultos a ciertas divinidades a la propia mujer con la divinidad de la diosa-madre en el Paleolítico. Otro aspecto, del cual me gustaría remarcar si ¿realmente existió una Diosa-madre venerada por los pueblos de la antigüedad? ¿Qué significado tenían para estos hombres las figurillas encontradas siglos después en tumbas y fosas domesticas? ¿Responderían a una organización matriarcal de la sociedad? Algunas de las numerosas estatuillas halladas en excavaciones de asentamientos mediterráneos nos remiten al Paleolítico superior. Aunque creo que, muchas de las respuestas a esas incógnitas, nos llevarían a pensar que al desconocer el significado de las estatuillas, en el contexto en el que fueron producidas, las diversas interpretaciones sobre su función no dejan de ser meras hipótesis que han dado lugar, a conjeturas muy arriesgadas. Además, ha proliferado demasiada literatura sobre estos aspectos del hombre y de la mujer en el Paleolítico, fruto fácil en muchos casos de la fantasía sin comprobación técnica ni científica y, en otros, la proyección más o menos inconsciente de las crónicas de los autores sobre los pueblos desconocidos o, también de la corriente interpretativa de los residuos paleolíticos que, por obra del corporativismo etnográfico, viene adjudicando al hombre prehistórico de Europa occidental lo que piensa o cree del hombre primitivo de nuestros días.

Por lo tanto, podría afirmar que la religión vendría a reflejarse en las artes gráficas más que muchos otros aspectos de la vida social, y ciertamente, es su fuente de inspiración más importante como tal, al interpretar los indicios que sobreviven y compararlos con los datos extraídos del estudio de los pueblos “primitivos” actuales, y de las comunidades con escritura de los tiempos antiguos y modernos, están en condiciones de formar un inmenso cuerpo de conocimiento. Por ello, se puede argumentar que el origen del sentimiento religioso del Paleolítico debería quedar reflejado, en primer lugar, en una elevada conciencia de la muerta como destino del individuo; por lo menos, es cierto que al principio y durante toda la época prehistórica la evidencia más abundante de una visión religiosa de la vida es la que proporciona el ritual del enterramiento. Cualquiera que sea el motivo, la construcción de tumbas, del tipo que sean, como es el caso de las tumbas de cámara megalítica, o la provisión de agujeros funerarios más o menos elaborados, representaban una gran carga para la sociedad, y el ritual de enterramiento presupone algún tipo de reconocimiento de la naturaleza espiritual del hombre, de la existencia de una alma capaz de seguir viviendo después de la muerte. Las prácticas funerarias por tanto –tumbas, rito, posición del muerto, agujeros funerarios– son interesantes de estudiar tanto por si mismos como por la información que pueden dar acerca de los métodos empleados para la construcción de edificios, arte, subdivisión del trabajo y status social, vestidos y tecnología. Por ello, los enterramientos ofrecen muchas pistas sobre las bases religiosas de nuestros ancestros de la Prehistoria.

La disposición como decíamos de los cuerpos, y las “ofrendas” sobre ellos realizadas cuentan muchas historias sobre el respeto que les merecían sus iguales. También el tratamiento de los huesos de otros restos animales, la colección de mandíbulas o cráneos, hace cuestionarse si el hecho religioso es o no exclusivo de nuestra especie. No obstante, me gustaría plantear dos preguntas tan apasionantes como difíciles de resolver, desde mi punto de vista: ¿Tenían los hombres prehistóricos una idea clara de Dios? ¿eran monoteístas o politeístas? Entonces podemos afirmar que el hombre prehistórico podía haber inventado la idea del alma humana, partiendo de la creencia de si mismos (los sueños, la muerte y por extensión, supondría que también la tenían los demás seres vivos e incluso las cosas. A esto lo llamaríamos la etapa animista, según la teoría de Tylor, algo desacreditada. Pero desde luego, es innegable que el hombre prehistórico creyó en el animismo como los primitivos posteriores. Recordando en una breve pincelada que nos referimos a animismo cuando hablamos de la forma general de politeísmo más antiguo, el cual subsistente aun en pueblos primitivos salvajes. Significa la creencia en los espíritus y el culto a los mismos. Nace espontáneamente de la conciencia y concepto de la propia alma, surgida en nuestra experiencia sobre todo a través de los sueños. Con ello podría deducir desde esta afirmación el culto a los muertos y a los antepasados, y por intermedio de visiones y de la noción del alma desprendida del cuerpo, formular el concepto de los espíritus independientes, adjudicando unos a la vida humana y otros a los fenómenos de la naturaleza.

Por tanto, la esencia de la religión del Paleolítico es el culto a poderes que trascienden a la vida humana, y el estudio de la religión prehistórica esta relacionado, sobre todo, con las formas que adopta este culto. Entre los pueblos prehistóricos se trataría de fuerzas naturales, los poderes de la tierra y el firmamento, la vegetación, el sol, la luna, y el trueno, poderes para ser estimulados o propiciados según los casos y que más adelante se identificaron con las deidades antropomórficas y las diosas-madre, junto con los dioses del trueno, enmarcarían un contexto de un culto divino y sobrenatural en un entorno desconocido de la muerte. Aunque también existen santuarios y templos donde se realizaban los cultos o eran adorados los dioses. La aparición de los Templos como variantes de los santuarios domésticos, como ocurrió de manera rudimentaria en Gran Bretaña y a finales del Neolítico y principios de la Edad del Bronce, sugiere la pregunta del porqué y con qué finalidad había surgido el papel del clero, del sacerdote. Una evidencia directa para éste y muchos otros aspectos relacionados con la religión solo se puede obtener a partir de las fases de la Prehistoria más tardías, de la que se conocen referencias aparecidas en los escritos de las civilizaciones contemporáneas, como testimonia la descripción de Tácito sobre los druidas. En algunos aparecen vestigios en forma de privilegios sacerdotales o de enterramientos o representaciones de que parecen ser sacerdotes. También podríamos buscar el origen de la religión prehistórica en la sociedad. El hombre organizado en grupos se siente mucho más poderoso que el individuo aislado.

Podríamos descubrir asombrosas similitudes entre los contenidos y las estructuras del psiquismo del hombre y las imágenes presentes en los relatos religiosos de todos los tiempos. La gran diferencia entonces, entre el hombre “primitivo” religioso y el “moderno” no creyente es que los hombres religiosos pueden contemplar objetivamente el sinnúmero de situaciones existenciales de su vida en los dogmas de su religión (o en todo caso en sus ritos primitivos) y de vivirlas en una apertura trascendente a través de sus ritos. Por ello, creo que hay una gran consideración de las diferencias entre lo sagrado, lo profano que nos puede ayudar a comprobar esta realidad en el contexto religioso primitivo en el Paleolítico. No obstante, resulta difícil imaginar como podría funcionar el espíritu humano sin la convicción de que existe algo irreductible en el mundo real, y es imposible imaginar como podría haberse manifestado la conciencia sin conferir una significación a las experiencias religiosas del hombre del Paleolítico.

Durante unos dos millones de años, los primeros hombres vivieron de la caza. Las frutas, las raíces y los moluscos recolectados por las mujeres y los niños se volvieron insuficientes para asegurar la supervivencia de la especia, razón por la cual los hombres iniciaron a mi entender una actividad no realizada antes por sus antecesores. Esta nueva técnica de alimentación y supervivencia no era otra que la caza. Esta ocupación determinó también la división del trabajo según el sexo, reforzando de esta manera el proceso de humanización, pues lo cierto es que tal diferencia no existe entre los otros carnívoros, ni tan sólo en el resto del mundo animal. Si consideramos a estos hombres primitivos como hombres dotados de inteligencia e imaginación, con una actividad consciente, podría afirmar entonces que incluso poseían un cierto número de creencias y que por tanto, se practicaban determinados ritos funerarios. No obstante, las creencias de los hombres primitivos las podríamos esclarecer indirectamente a partir de la comparación con las civilizaciones de cazadores. En estas la muerte del animal constituye un rito, lo que implica la creencia de que el señor de los animales vela para que el cazador mate tan sólo en la medida en que le es necesario para alimentarse. También los huesos, son un aspecto muy importante en todo ello, especialmente el cráneo, el cual, tiene un considerable valor ritual. De ahí que se deposite el cráneo y los huesos en lugares elevados o en las ramas de los árboles. La persecución incesante y la muerte de las piezas llegaron a establecer un sistema de relaciones particulares entre el cazador y los animales diezmados. El mismo acto de matar fundaba una solidaridad mística entre el cazador y la víctima, pues la sangre derramada era semejante a la del hombre. La ofrenda en sacrificio de ese animal venía, entonces, a significar la ofrenda de la propia vida por una vía de substitución. Los avances tecnológicos que desarrolló el ser humano durante el Paleolítico fueron la respuesta a necesidades de supervivencia específicas, como cazar, cortar la carne de las presas, desenterrar las raíces para comer, protegerse del ataque de los animales, guarnecerse del clima frío, calentar la comida o la vivienda. Por lo tanto, la supervivencia del hombre del Paleolítico, en su contexto religioso, se logró en gran medida gracias a una vida comunitaria, su ingenio, sus descubrimientos técnicos y la capacidad social que desarrolló para comunicar y guardar la memoria de su cultura.

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