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LA INVASIÓN DE EUROPA-EL ASALTO A LAS PLAYAS DE FRANCIA) / PREPARACIÓN DE LA BATALLA II PARTE

Los generales alemanes no querían admitir el hecho de la invasión. La guerra ha cambiado de signo: los aliados están a las puertas de Roma, los Balcanes arden en luchas civiles y en Rusia acaba de perderse Crimea. El 20 de marzo Hitler ha reunido a los jefes supremos de los tres Ejércitos para lanzarles una arenga. Escuchemos los párrafos principales.

“Es evidente que habrá de producirse un desembarco angloamericano en el Oeste—Ahora bien, no sabemos dónde ni cuándo. Tampoco es posible establecer conjeturas razonadas. Las concentraciones de buques que se observen no deben ser tomadas como síntoma de que la elección haya recaído sobre un sector determinado. Las zonas más favorables, y por consiguiente las más amenazadoras, son las dos penínsulas occidentales de Cherburgo y Brest, que ofrecen tentadoras posibilidades para establecer una cabeza de puente. La operación de desembarco no podrá prolongarse, desde ningún concepto, más allá de unas horas o todo lo más, días, como demuestra el ejemplo de Dieppe. Una vez rechazado, el enemigo no repetirá su tentativa. Dejando aparte el número de bajas sufridas, necesitará varios meses para un segundo intento. Con todo, no es éste el único factor que lo impida, sino también el rudo golpe sufrido en la moral de sus tropas y mandos. De momento impedirá la reelección de Roosevelt, el cual podrá considerarse afortunado si termina en una cárcel. Lo más importante para el enemigo consiste en conquistar un puerto que le permita desembarcar en la mayor escala. Solamente esto confiere ya una importancia capital a las costas occidentales y a sus puertos. Se han cursado órdenes para que se les considere Fortalezas, cuyo jefe quede responsable de la buena marcha de los tres servicios y haga la fortaleza inexpugnable.”

Otro factor importante es que ninguno de los mandos supremos del sector occidental, excepto Rommel, comprendía la guerra moderna ni la táctica de los aliados. Eran combatientes de la “guerra relámpago” y del frente ruso, pero nunca habían medido sus fuerzas con los generales angloamericanos. Tan pronto como el Cuartel General del XV Ejército opta por la segunda estrofa de Verlaine lo comunica al comandante general, a los gobernadores militares de Bélgica, Francia, al Grupo de Ejércitos B, al Alto Estado Mayor y al cuartel General del Führer. Son las 22:15h (hora alemana) del día 5 de junio.

ATERRIZAN LOS PARACAIDISTAS

Aunque era más de medianoche del 6 de junio de 1944, las luces seguían encendidas en el bunker de mando de operaciones del LXXXIV Cuerpo alemán, de guarnición en la Normandía oriental. Su comandante, el general Erick Marcks, estaba celebrando su aniversario y daba una pequeña fiesta a su Estado Mayor. Pero la fiesta no iba a llegar a buen término en aquella ocasión. A la 1:10 de la madrugada, Marcks recibió una llamada del cuartel general de su 716 División, que protegía la zona de la antigua ciudad de Caen. En ese sector estaban aterrizando planeadores y paras. Un minuto más tarde, Marcks ponía a todas sus fuerzas en alerta de invasión. En la operación aerotransportada participaron 23.400 hombres, (101 y 82 División de los EEUU, y la 6 división de la GB), 2.395 aviones de transporte y 865 planeadores. Los paracaidistas llegaron entre las 0.00 y las 0.50 horas, en forma de más de 20.000 paracaidistas llovidos del cielo; primera y última gran operación paracaidista nocturna de la historia. Los exploradores aerotransportados saltaron de sus aviones; dos divisiones estadounidenses sobre la península de Cotentin y una británica sobre sobre la desembocadura del río Orne. A las 0.20 horas los británicos tomaron el puente de Bénouville, en nombre clave “Puente Pegasus”. Muchos paracaidistas se estrellaron por haber saltado desde muy poca altura. Otros cayeron en los pantanos y su pesado equipo (setenta kilos) les condenó a ahogarse en profundidades de apenas un metro y medio. Otros sufrieron fracturas, John Steel pasó cuatro años colgado del campanario de Saint-Mère-Église, el primer pueblo liberado por los aliados. Aquella fría y ventosa noche en la aldea de Saint-Mère-Église, desde la ventana de su casa la señora Levrault, de 60 años, en camisón y dispuesta ya a refugiarse en la cama, observa como una gigantesca flor cae desde el cielo sobre su jardín. La buena mujer, intrigada, desafía el mal tiempo y sale al exterior. La extraña flor es un paracaídas verde y caqui de las fuerzas norteamericanas. De las cintas, cuelga el soldado Robert Murphy, de la 82º División Aerotransportada. Tiene 20 años, mucha suerte y un grillo de metal en la mano que hace clic clac. El viento no lo ha barrido, como a muchos de sus compañeros, lejos del objetivo previsto. Murphy, ya fallecido, fue un próspero abogado de Massachussets, coloca el dedo índice obre los labios para que la señora Levrault guarde silencio. A las 0.20 horas, su compañía había sido lanzada a baja altura sobre el bosque normando, al que seguirían en pocas horas los desembarcos en las playas. Los alemanes retiran a la Luftwaffe, debilitada, a las bases en torno a París. No hay resistencia aérea frente a los 5.000 cazas aliados que ametrallan las defensas coteras, bombardean los puentes, los objetivos militares y las líneas de ferrocarril.

EL ASALTO DE LOS AEROTRASNPORTADOS

Parecía que el asalto aliado esperado por los alemanes desde 1942, se iba a producir. Se estaban recibiendo mensajes de todos los cuarteles generales: Valognes, St. Lô, Coutances, el Havre, Península de Cotentin etc… En los cuales se estaban viendo paracaidistas aliados (paras falsos—Ruperto–, confusión alemana al no saber por dónde venía el asalto aliado principal). (Fracaso en los lanzamientos, unidades desperdigadas, falta de coordinación, masacre de la compañía F del 3er. Batallón en St. Mère Église). Los aliados lanzaron tres divisiones para cubrir una amplia zona de desembarcos en la costa normanda, entre el Río Orne, y las playas al este de St. Mère Église, (los objetivos asegurar los flancos de la zona que sería ocupada por el desembarco, tomando y neutralizando la retaguardia alemana e impedir el envió de tropas. La 101 División debía asegurar las escasas carreteras que partían de las playas. La 82 División cayó un poco más al interior y debían ocupar el cruce St. Mère Église y tomar los dos puntos existentes sobre el río Merderet. Una inmensa flota aérea transportaba las divisiones de paracaidistas aliados. Formado por más de 2.000 aviones tipo Dakota C-47 y más de 800 planeadores. Despegaron de Midlands, Oxfordshire y Beeshire a las 9:30 de la noche del 5 de junio de 1944. La primera oleada estaba formada por los trazadores de rutas, para establecer una zona de desembarco aéreo a los demás aviones y planeadores, que traían el resto de las tropas.

EL CANAL DE CAEN

El puente Pegasus sobre el río Orne fue capturado por tres pelotones (el 1er, 2º, y 4º) (unos 80 hombres), que formaban parte del 2º Batallón, 6ª división Aerotransportada británica lanzada sobre el río Orne, la cual estaba bajo el mando del Mayor John Howard, que tenía que tomar el puente y mantenerlo hasta la llegada de los comandos de Lord Lovat). Otros objetivos de la división fueron destruir los puentes sobre el río Vrire (3ª Brigada canadiense), y la destrucción de las baterías de Merville-Franceville, bajo la supervisión del teniente coronel Otway y dos destacamentos del 3º y 9º batallón, (4:30h empezó el ataque y a las 5:00h.terminó). Después todo lo que podía hacer los “paras” era esperar a las tropas anglo-canadienses que llegarían por mar. (Evitar el paso de la 21ª División Panzer por el canal).

CONFUSIÓN EN LOS LANZAMIENTOS

Para las divisiones americanas, las cosas no funcionaron muy bien (al oeste). No tuvieron tantos éxitos como los británicos, ya que los pilotos eran bastante inexpertos, creando una confusión en los lanzamientos, las nubes obligaron a dispersar a los aviones, provocando la total dispersión una vez llegados a tierra. Por error fueron lanzados sobre el mar o las marismas, incluso algunos aviones cayeron abatidos por el fuego artillero y muchos paras fueron lanzados encima de posiciones artilladas o de poblaciones como St. Mère Église. Sólo dos batallones del 505º Regimiento llegaron agrupados al suelo. En medio de la noche intentaron formar sus unidades, haciendo sonar sus “Crikets”.

 CHEF DU POINT

La compañía F de la 82º división fue lanzada equivocadamente sobre St. Mère Église y aniquilada. Excepto uno que se salvó, al quedarse enganchado en el campanario de la iglesia del pueblo. Por la mañana dos batallones del 505º Regimiento, capturaron la población bloqueando la carretera principal que corría paralela a la playa de invasión de Utah, e impidiendo de este modo la llegada de tropas alemanas desde Chersburgo. Dos hombres del 82º también capturaron el puente que cruzaba el río Merderet, que luego perderían tras una contraofensiva alemana. La 101º fue lanzada al sur de la 82º División, y su objetivo era tomar las vías de comunicación que partían de la playa Utah hacia las marismas. Y finalmente tomar los puentes sobre el río Dauve y la carretera de Carentan a St. Mère Église. Los lanzamientos de la 101º división fueron más aglutinados que los de la 82º. A partir de aquí empezaron a establecerse los primeros contactos con las tropas procedentes del mar. La invasión aliada había empezado, la liberación de Europa estaba próxima.

LOS DESEMBARCOS ALIADOS 6-7 DE JUNIO

 El 6 de junio de 1944, conocido como el «Día D«, los aliados iniciaron el desembarco de un ejército más de 150.000 soldados (73.000 norteamericanos y 83.000 británicos canadienses y de la Francia Libre) sobre las playas de Normandía. Desde el punto de vista militar y estratégico del ejército que tiene que efectuar el desembarco de Normandía, el paisaje tiene la siguientes ventajas: las defensas enemigas instaladas en las pendientes de la costa son un buen punto de ataque para la artillería de los navíos de guerra. Con aviones de exploración el bombardeo puede extenderse sobre las baterías situadas alejadas de la costa. Y estas últimas son un blanco inmejorable para el bombardeo aéreo. De cara al desembarco se dividió el sector de Normandía en cinco playas o zonas de influencia. La planeación del desembarco de Normandía involucraba al grueso de los ejércitos estadounidense y británico, apoyados por tropas auxiliares canadienses, francesas, polacas y de otras nacionalidades para asaltar las playas de Normandía, por medio de desembarcos anfibios. Previamente, se lanzarían tropas paracaidistas pertenecientes a la 101ª y 82ª División Aerotransportada estadounidense para asegurar algunos sectores en la península de Contentin. Las tropas paracaidistas británicas harían lo mismo en el valle del Odón. A las 03:00 horas, poco menos de dos horas de la llegada de los paracaidistas, casi dos millares de bombarderos aliados medianos y pesados iniciaron un bombardeo preliminar de dos horas sobre las defensas alemanas en la zona de desembarco, al que siguió un bombardeo naval de unos 7 acorazados, 18 cruceros, 48 destructores, 2 cañoneros y u un buque de armamento pesado, que había llegado hasta la costa de Normandía junto con las fuerzas invasoras.

Las fuerzas iniciales de desembarco del 21 Grupo de Ejército comprendían 8 Grupos de Brigada o Equipos Regimentales de Combate específicamente diseñados (RCT): Tres norteamericanos, tres británicos y dos canadienses. Las dos divisiones norteamericanas aerotransportadas se dedicaron a consolidar las salidas al interior desde la playa “Utah” y asegurar que los alemanes no pudieran mantener los puentes y las carreteras de la llanura como puntos de ataque. El desembarco de las oleadas de tropas aliadas se había hecho coincidir con la hora en que se iniciaba la subida de la marea. Esto quería decir que la Hora H, en la que estaba prevista que las primeras lanchas de desembarco abatiera sus rampas, sería totalmente diferente en las cinco playas de invasión. Las playas de desembarco se conocían con nombres clave: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. Los desembarcos en Utah y Omaha, los más alejados hacia el oeste, empezarían como una hora antes que los de la zona anglocanadiense, la más oriental. Las primeras tropas aliadas que pusieron pie en territorio francés, como parte del asalto naval de la operación Overlord, fue una sección de comandos del 4º Escuadrón de Caballería del Ejército de los EEUU. Armados sólo con bayonetas, nadaron hasta las islas St. Marcouf, que eran un par de islotes al norte de Utah. A las 5:30h de la madrugada se había asegurado la isla de St. Marcouf y el desembarco inicial tuvo lugar a la 6:30 h, casi exactamente a la hora prevista.

Nuestros desembarcos en el área de Cherburgo-Havre no han llegado a una posición satisfactoria y he retirado las tropas. Mi decisión de atacar en ese momento y lugar se basó en las mejores informaciones disponibles. Los soldados, los pilotos y la armada hicieron cuanto la valentía y el fervor pueden hacer. Si alguna culpa o error atañe al intento es únicamente mía”: El general D. D. Eisenhower, comandante supremo del SHAEF (Cuartel General Supremo de la fuerza Expedicionaria aliada), el general guardó en su cartera la nota recién escrita, preparada por si sobrevenía la derrota. Era el lunes 5 de junio de 1944, víspera de la Operación Overlord, nombre en clave de la invasión aliada de Europa, que había de iniciarse con el mayor desembarco anfibio de la historia, lanzado sobre las costas de Normandía para expulsar a los ejércitos alemanes, que ocupaban Francia desde 1940. Entre junio y agosto de 1944, más de un millón de hombres (norteamericanos, británicos, canadienses, alemanes, polacos, belgas, noruegos, franceses, holandeses y también españoles), lucharon en el noroeste de Francia para decidir el destino de Europa.

UTAH

La primera unidad que desembarcó en Utah fue el 8º RCT (Equipo de Combate de Regimiento) de la 4ª División, bajo el mando del general de brigada Theodore Roosevelt Jr. Único general aliado que desembarcó con la primera oleada, era la división de vanguardia del VII Cuerpo de los EEUU. Bajo el mando del comandante general J. Lawton Collins; el regimiento fue seguido y apoyado por el resto de la división, unidades de Rangers americanos y elementos de la 90ª división. La primera oleada estaba compuesta por 20 LCVPs (Lanchas de desembarco de vehículos, o personal), cada una de las cuales transportaba un equipo de asalto de 30 hombres. Las lanchas de las rampa se abatieron a 90 metros de las playas; los hombres saltaron al agua que les cubría hasta la cintura, y avanzaron trabajosamente; un soldado comentó de que se hubieran acabado los meses de preparación y los interminables ejercicios, exclamó: “¡Madre de Dios!, estamos en territorio francés” En Utah el general Roosevelt Jr. Observando los puntos de referencia antes de adentrarse tierra a dentro descubrió que habían desembarco en un lugar equivocado; los americanos estaban kilómetro y medio al sur de la playa Utah, potentemente fortificada por los alemanes. La causa de esta equivocación fue la pérdida de uno de los barcos de control que señalaban a las lanchas de desembarco, el límite norte de la playa Utah; se había hundido en alta mar, y, por eso los barcos que legaron trazaron su rumbo fijándose en el barco de control que marcaba el límite sur de la playa. Esa equivocación salvó a los soldados norteamericanos de una masacre como la de Omaha, de haber desembarcado en su playa inicial. Los aliados sacaron el máximo provecho de ese afortunado acontecimiento. Inmediatamente comenzaron a trabajar los zapadores eliminando los obstáculos que había en las brechas para que las lanchas de desembarco pudieran transportar sus cargas en un amplio frente. Entre las playas, y al oeste del estuario de Vire, los batallones 2º y 5º de Rangers norteamericanos atacaron los acantilados de Pointe du Hoc para eliminar una batería costera alemana, que resultó no tener emplazados sus cañones. La decisión de atacar con mal tiempo planteaba serios problemas a las tropas de las lanchas de desembarco. Las mareas eran tan altas, y los obstáculos sumergidos constituían una amenaza mayor de lo esperado. Muchas de las lanchas de desembarco encallaban al acercarse a las playas o sucumbían bajo los obstáculos y el fuego enemigo. La 4ª División tras desembarcar en las dunas de la playa Utah pudo consolidar sus objetivos sin demasiados problemas. La división sufrió durante el desembarco menos de 200 bajas. En la Playa Omaha, sin embargo, la 1ª y 29ª Divisiones perdieron la mayor parte de sus ingenieros y de sus carros de combate de apoyo antes de alcanzar la costa, dominada por posiciones alemanas desde un elevado promontorio. Los norteamericanos se vieron inesperadamente enfrentados no sólo al 726º Regimiento de Granaderos de la 716 División Estática (La única fuerza defensora que habían esperado hallar en la zona, según los servicios de Inteligencia aliados), sino también a los Regimientos 914 y 916 de la 352ª División, una formación ya veterana que había sido asignada a la defensa de Normandía en enero de 1944 y había pasado desapercibida para los servicios de Inteligencia aliados.

OMAHA

Cada soldado aliado portaba una carga con la leyenda “menú sugerido”, una estudiada ración alimenticia para las primeras 24h.: diez galletas, azúcar, té, leche en polvo, una pastilla de concentrado de carne, una tableta de chocolate y otras dos de chocolate con pasas, y sal, además de papel higiénico y un infiernillo. Los norteamericanos reciben dos postales ya impresas (“Estoy bien” y “Fui herido, pero estoy bien”) y el mensaje de Eisenhower: “Los ojos del mundo están puestos en vosotros. Las esperanzas y las plegarias de las personas amantes de la libertad van con vosotros. En compañía de nuestros valientes aliados y hermanos en armas en otros frentes, conseguiréis la destrucción de la máquina de guerra alemana, la eliminación de la tiranía nazi sobre los pueblos oprimidos de Europa, y seguridad para nosotros en un mundo libre…”  A todas estas incomodidades había que añadir que los soldados estaban calados por la fría espuma salada y sus propios vómitos, y que a lo largo de la playa había neblina y humo que disminuía la visibilidad de los artilleros de los cruceros y destructores. Por eso no fue demasiado efectivo el apoyo de fuego naval. Luego, conforme se acercaba al borde de la playa se dieron cuenta, con horror, de su difícil situación. Oyeron como las balas de las ametralladoras impactaban sobre las rampas, y lo último que pudieron ver algunos de los que ocupaban las primeras filas, fueron las balas rebotando en el agua, cuando los alemanes disparaban directamente sobre la masa humana que permanecía en la parte central y descubierta de los barcos, matando e hiriendo a los soldados incluso antes de que lograsen salir de allí. El pánico se adueño de los hombres, se lanzaban por la borda a las más profundas aguas, o abandonaban las rampas intentando zambullirse bajo el agua para protegerse. A algunos les hundía el peso de su propio equipo. Otros abandonaban sus mochilas y armas para nadar hasta la playa. Los que conseguían ir lejos, tenían que enfrentarse con un potente fuego de enfilada, mientras cruzaban la arena buscando la protección del dique. La segunda oleada sufrió tanto como la primera. Sin embargo, las sucesivas lo tuvieron un poco más fácil porque había tantos objetivos que los alemanes tenían que disparar el fuego de sus ametralladoras, fusiles y morteros. La fuerza asaltante americana se mantenía desesperadamente en el pequeño trozo de Francia que había liberado, bajo el dique de Omaha. A eso de la 12h, el teniente general Bradley consideró la posibilidad de que las tropas que iban llegando se desviaran desde Omaha, bien a la playa Utah, bien a la anglocanadiense. Optó por no hacerlo y fue una decisión acertada. El desembarco en Omaha fue un auténtico desastre militar, la infantería recibió un diluvio de fuego. La corriente arrastra los lanchones de desembarco, los solados se marean, los ingenieros solo logran abrir seis vías de acceso no balizadas. Aquí no aciertan ni la preparación artillera naval ni los bombardeos para acallar los cañones alemanes de la costa. De los 29 carros anfibios que han salido de puerto sólo dos alcanzaran la orilla. Después de 3.000 muertos, ya por la tarde, los norteamericanos lograran por fin tomar la cabeza de playa. No ha sido un camino de rosas. Los aliados necesitaran tres días para conquistar los 100 kilómetros cuadrados que habían previsto ocupar al anochecer del Día D. En Omaha, de ocho kilómetros de extensión, la catástrofe rondó desde el primer momento a las dos divisiones norteamericanas. La respuesta fue muy desigual en la playa de Utah tan sólo 12 soldados norteamericanos murieron en las primeras 24 horas. Pero 16 kilómetros al este, la suerte de las tropas de Omaha fue bien distinta. Sobre el papel era la menos vulnerable, la más difícil y abrupta, con excelentes posiciones defensivas del enemigo y sólo dos vías de escape. Lo que no habían sabido los servicios aliados de inteligencia es que la división 352ª, de choque, fue trasladada a Omaha días antes, secretamente. Al mediodía los cuerpos de los infantes de la brillante 1ª División norteamericana flotaban sobre la playa o colgaban de los alambres de espino. Desde sus posiciones los soldados alemanes disparaban a los supervivientes del desastre con sus armas automáticas. Hacia la una de la tarde, el almirante Kirk, comandante naval norteamericano, movió sus destructores con rapidez y concentró el fuego sobre los contrafuertes alemanes. Al mismo tiempo, y por fortuna, la 352ª se quedaba corta de munición y los bombarderos aliados acertaban ahora a cortar las líneas de abastecimiento. Pero el resultado del ataque era espeluznante, 6.000 muertos, heridos y desaparecidos para una penetración de kilómetros y medio. ¿A quién culpar por la relativa derrota de Oamaha? ¿A los servicios de inteligencia? ¿A la excesiva prudencia de los jefes militares norteamericanos? ¿A la negativa del general Bradley de disponer de la fuerzas blindadas especializadas que le había ofrecido Montgomery? ¿Al comandante que abrió los lanchones de desembarco demasiado lejos de la playa, en medio de una mar gruesa? La polémica en este sentido no se ha agotado todavía.  Pero el desembarco demostró la distinta concepción que de la utilización de los hombres tenían norteamericanos y europeos. El ejército de Bradley era civil y sus jefes temían la reacción popular ante un excesivo número de muertos. Los jefes norteamericanos elegían la prudencia, los europeos creían, por su parte, que los hombres estaban allí para ser usados en el combate, sin permitir un respiro al enemigo. Ya había ocurrido en el desembarco de la playa italiana de Anzio, donde los norteamericanos se movieron con lentitud mientras Churchill pedía la inmediata marcha sobre Roma, sin más dilaciones.

La historia anecdótica en Omaha sería que no tan sólo fue el fuego de los defensores alemanes lo que llevó al peligro a las fuerzas invasoras aliadas. Un jefe de batallón y su plana mayor perteneciente al 3º Batallón, del 5º Regimiento (RCT´s), habían pasado de la cubierta de su barco de transporte a la lancha de desembarco que estaba siendo arriada hasta el agua. Cuando habían llegado a un punto a mitad de camino entre la barandilla y el agua, la pequeña grúa se atascó y se quedaron colgando, durante unos 20 minutos, como metro y medio debajo de los desagües de aguas fecales de las “cisternas” del barco. Cuando el comandante ordenó que las cisternas estuvieran funcionando continuamente, “no podía imaginar que nos caería encima toda aquella porquería”, decía el capitán Martin H. Grant. De todos modos los alemanes reaccionaron despacio y su primer contraataque fue un embrollo: cuando cayeron los primeros paracaidistas y planeadores aliados, el mando lanzó contra ellos las reservas que tenía a mano (gran error estratégico, era preferible utilizar las divisiones y las demás unidades de reserva para emplearlas contra los aliados en las playas, tal y como decía Rommel, en vez de desperdigar el apoyo de fuego contra los paracaidistas). Más tarde se produjo la invasión por mar, y se ordenó a los alemanes que regresaran, a toda prisa, para agruparse y marchar contra las playas. En consecuencia, muchos regresaron tarde, desordenadamente, y el contraataque fracasó. El mayor problema de los alemanes era la aviación, cada vez que se concentraban sus fuerzas, los descubría algún avión de reconocimiento y los bombarderos aliados llegaban poco después. En cualquier momento cruzaban el cielo patrullas de Spitfire o Mustang, que ametrallaban las formaciones; pero la visita más peligrosa eran los Typhoon de la RAF. Los cañones aéreos y las bombas echaban del camino a cualquier vehículo extraño. Durante el día nada podía moverse por carretera, ferrocarril o campo a través sin permiso de la aviación aliada, durante el día los cazas de la RAF y la USAF bombardeaban todos los puentes de la zona de Normandía-Bretaña, y por la noche los ingenieros alemanes los volvían a construir. De modo que no sólo los movimientos de tropas, sino el abastecimiento de gasolina, resultaron casi imposibles.

A las 07:25 horas en la playa Gold, la más occidental de las británicas, las fuerzas asaltantes –y principal elemento del XXX Cuerpo de Ejército británico—fueron el 231º Grupo de Brigada y el 69º Grupo de Brigada de la 50ª División Northumberland, equipados con carros de combate, artillería y apoyo de comandos, los cuales avanzaron con éxito tierra adentro  venciendo la resistencia del 736º Regimiento de Granaderos de la 716ª División Estática. Las dos playas restantes correspondían al I Cuerpo británico, si bien la mayor parte de las fuerzas que desembarcaron en la playa Juno al este de la 50ª División no eran británicas, sino canadienses. Se trataba del 7º y 8º Grupos de Brigada de la 3ª División canadiense, apoyados por comandos de la 4ª Brigada de Servicios Especiales. El desembarco en Juno fue retrasado diez minutos debido a la presencia de bancos de arena, pero venció en su dura lucha contra el 736º Regimiento de Granaderos y sus tropas de apoyo. (Tal y como solía suceder en las divisiones estáticas alemanas, la 716 contaba con dos regimientos de infantería de dos batallones más dos batallones de infantería Ost, (voluntarios). Ya en la primera hora de la tarde, tanto la 50º División como la 3ª División canadiense habían establecido cabezas de playa, y a lo largo del día habían de desembarcar los elementos de la 7ª División Acorazada (Ratas del Desierto). Los principales objetivos fijados para el Día-D se alcanzaron entre el 6 y el 7 de junio. Bajo la fuerza de ataque aliada, los seis batallones de la 716ª División Estática se vieron reducidos a un debilitado batallón y a un grupo combinado de batalla compuesto por menos de 300 hombres.

Para los aliados, el mayor contratiempo del Día-D tuvo lugar en la playa “Sword” –la más oriental de todas–, junto a la desembocadura del río Orne, en la que las primeras tropas en desembarcar fueron el 8º Grupo de Brigada de la 3ª División británica, cubierta por los comandos de la 1er. Brigada de Servicios Especiales. Los planes iniciales preveían que el Día-D la 3ª División avanzaría tierra adentro lo suficiente como para conquistar la ciudad de Caen, a una distancia aproximada de quince Kilómetros. Las altas mareas resultantes del mal tiempo, unidas a la poderosa resistencia alemana, retrasaron el avance de la división e impidieron que gran parte de sus vehículos acorazados de apoyo alcanzaran la playa a tiempo para prestar su asistencia. Si bien había logrado conectar con éxito con la 6º División Aerotransportada, al llegar al norte de Caen la 3ª División hubo de enfrentarse no sólo con tropas de la 716 División Estática sino también con  carros de combate e infantería de la 21ª División Panzer, la cual formaba parte del Grupo de Ejércitos de Reserva B de Rommel. La 21ª División Panzer, si bien logró detener el empuje británico en Caen, no supo aprovechar la brecha entre las playas de “Sword” y “Juno” y ésta se cerró el 7 de junio al unirse la 3ª División británica y la 3ª canadiense: la ocasión de llevar a cabo el decisivo contraataque que buscaba Rommel se había perdido. El equilibrio resultante en el frente de Caen habría de prolongarse durante los dos meses siguientes. La reacción germana al desembarco aliado fue confusa y mal coordinada, lo que era inevitable dado el sistema de mando alemán.

El 4 de junio, Rommel se había trasladado a Suabía con motivo del cumpleaños de su esposa, dejando a su jefe de Estado Mayor el general Speidel, a cargo del Grupo de Ejércitos B. El Generaloberst Dollmann, al mando del Séptimo Ejército, se encontraba igualmente alejado de su cuartel general, pues había acudido a Rennes para asistir a unas prácticas militares. Por su parte, el Oberstgrüppenführer “Sepp” Dietrich, jefe del I SS Panzer Korps (12ª Panzer División SS “Hitler Jugend” y 1ª Panzer División SS “Leibstandarte Adolf Hitler”), se encontraba en Bruselas. Todos ellos regresaron apresuradamente a sus puestos. La reacción germana fue confusa y mal coordinada. El general Alfred Jodl, jefe de operaciones del Cuartel General alemán (OKW), no osó despertar a Hitler hasta el mediodía para comunicarle la noticia del desembarco aliado. Jodl asumía que lo ocurrido en Normandía no era la auténtica invasión: “Podría formar parte del plan aliado de distracción. En mi opinión, es necesario esperar para tener más información”.

Durante las primeras horas del Día-D, antes de que hubieran desembarcado las primeras tropas de la infantería aliada, el Generalfeldmarschall von Rundstedt respondió a las noticias de la invasión ordenando que ambas divisiones de Dietrich avanzaran hacia las playas de Normandía, y a continuación solicitó la confirmación de dicha orden. Ésta no llegó inmediatamente y las divisiones aguardaron hasta que Hitler las aprobó a las 16:00 horas. Aunque los jefes militares alemanes lo criticaron, este retraso probablemente no influyó en el curso de la batalla, ya que cualquier movimiento de tropas alemanas que avanzaban hacia Normandía les obligaba a sufrir duras pérdidas y retrasos ocasionados por la aviación aliada. Por ejemplo, la División Panzer “Lehr” perdió 5 carros de combate, 84 vehículos acorazados y 130 vehículos ligeros a lo largo de los 140km que separaban Lisieux y Caen, un total de 240 vehículos y 1.200 bajas entre muertos y heridos. Con la invasión ya confirmada, el Grupo Panzer West de Geyr von Schweppenburg entró en operaciones al mismo Día-D y al día siguiente tomó el mando del frente del Séptimo Ejército, entre el río Vire y el río Orne. No obstante, también el Cuartel General del Grupo Panzer perdió tres cuartas partes de sus equipos de radio a causa de los ataques aéreos durante el viaje desde París a Normandía, por lo que no pudo funcionar correctamente hasta el 9 de junio. Dos días revelada su situación por “Ultra”, se vio sometido a un fuerte bombardeo de la RAF. Von Schweppenburg resultó herido y la mayor parte de sus oficiales murieron, lo que puso a su cuartel general fuera de combate durante catorce días y forzó la cancelación del contraataque que habían planeado. La capacidad de los jefes militares aliados de reunir su fuerza aérea táctica y los daños infligidos por los ataques aliados a las fuerzas alemanas mucho antes de que estos alcanzaran Normandía, si habían de resultar cruciales para el resultado de la batalla. Aunque el primer contraataque desencadenado el 7 de junio por la 12 Panzer Division SS contra la 3ª División canadiense resultó lo bastante poderoso como para situar a los canadienses a la defensiva, en el intervinieron únicamente un tercio de las tropas de la División “Hitler Jugend”, ya que el resto continuaban inmovilizadas en el camino. En la ferocidad de la batalla de Normandía de los más de 20.000 soldados y 300 carros de combate que disponía la división, a mediados de agosto le quedaban menos de 400 hombres y 9 carros de combate.  Entre el 6 de junio y el 31 de agosto de 1944, las fuerzas aéreas aliadas realizaron un total de 480.317 misiones en apoyo de las tropas de Normandía. Casi la mitad de ellas corrieron a cargo de la Segunda Fuerza Aérea Táctica y de la Novena Fuerza Aérea Estadounidense, los cuales alcanzaron una media de 3.000 misiones diarias. Por contraste la Luftflotte III apenas lograba alcanzar 300 misiones al día, llegando a una cifra de poco más de 24.000 misiones en lo que duró la batalla de Normandía, y a menudo transcurrían varios días sin que las tropas germanas vieran aviación amiga.

PLAYA GOLD

Los hombres apretujados en las barcazas, veían perfilarse la costa francesa que debían atacar sometida ya a un fuego incesante. Collin Wills, corresponsal de la BBC, iba a bordo de una de las lanchas. Su crónica es una de las más recordadas del Día-D: “Este es el día, esta es la hora. El cielo comienza a clarear, a clarear sobre la costa de Europa a la que nos dirigimos. El cielo más claro y el mar más brillante, pero a lo largo de la costa hay una densa pantalla de humo mientras los buques no cesan de disparar contra ella… No puedo seguir grabando. Ha llegado el momento, de cargar el equipo a mi espalda y de prepararme para salir, y éste es un gran día…” Las playas anglocanadienses presentaban un aspecto más equilibrado que las de Utah y Omaha. En Gold la más alejada hacia el oeste, la 50ª División (Northumberland), tuvo que sufrir fuego de enfilada desde los puntos fuertes alemanes de le Hamel y La Riviere, si bien no titubearon como los americanos en Omaha. Los británicos fueron más afortunados, consiguiendo que sus tanques llegaran a tierra, gracias a la excelente colaboración entre los vehículos acorazados del Real Cuerpo de Ingenieros (AVREs) y la infantería, combinada con el apoyo que supuso el fuego de los destructores. El 5º Batallón del Regimiento East Yorkshire pudo conquistar La Riviere. Le Hamel fue un tema distinto, la artillería autopropulsada disparó desde las lanchas de desembarco que habían sido arrastradas por la corriente. De hecho, los cañones asignados dispararon sobre puntos situados algo más al este. Por eso el 1er. Batallón del Regimiento de Hampshire atacó sin apoyo artillero y sufrió las consecuencias. Una compañía, la A, tuvo muchas bajas cuando cruzaba la playa y sus efectivos quedaron reducidos a una sección y la compañía tuvo entre muertos y heridos 122 bajas. A las 13:00 horas, toda la 50ª División estaba ya en tierra y, en las primeras horas de la tarde, las fuerzas británicas avanzaban lentamente hacia el interior. A eso de las 16:00 horas, la 69ª Brigada estableció contacto con una potente fuerza alemana en la zona comprendida entre Villiers-Le-Sec y Bazeville. Estaba constituida por un batallón del 915º Regimiento, el 352 Batallón de Fusileros y un par de baterías antitanque. Lo mismo que en Utah, el avance hacia el interior se retrasó por la congestión del tráfico al tratar de salir de la playa.

PLAYA JUNO

A eso de las 7:50 horas de la mañana, la 7ª Brigada, de la 3ª División canadiense alcanzó las playas de Juno, y la 8ª Brigada que iba a su lado, lo hizo diez minutos más tarde. Los dos se habían dividido los objetivos de Juno. La primera de ellos atacó la ciudad de Courseulles, al tiempo que la otra desembarcaba frente al núcleo de mayor resistencia de la ciudad de Berniéres. De todos los desembarcos en Juno, el canadiense fue el que el que estuvo más cerca de conseguir los objetivos previstos. Una vez eliminados los puntos fuertes los canadienses avanzaron rápidamente hacia el interior. Un destacamento de tanques alcanzó la carretera de Caen Bayeux, pero se dio cuenta de que la infantería no había seguido su mismo ritmo.

PLAYA SWORD

La 3ª División británica desembarcó en el frente más estrecho de todas las playas de invasión en un intento de conseguir la suficiente concentración de fuerzas para penetrar, a través de las defensas alemanas, hasta Caen. Los británicos tuvieron suerte con que la playa fuera estrecha porque pudieron atravesar rápidamente la corta distancia que les ponía a cubierto, quedando expuestos sólo por poco tiempo al fuego enemigo. Sin embargo, los alemanes ocupaban posiciones muy organizadas con potentes fortines, en Quistreham, Lion-Sur-Mer y La Brèche. Los combates por La Brèche duraron tres horas y el 1er. De Lancashire del Sur, y el 2º de Yorkshire del Este tuvieron muchas bajas. Los comandos franceses al mando del coronel Kieffer, apoyado por los Yorkshire del Este atacaron y tomaron Quistreham, sufriendo un considerable número de bajas, más de 200. Un intento del 1er. De Lancashire del Sur en dirección a Periers Ridge tuvo que retroceder a Hermanville cuando los cañones antitanque alemanes pusieron fuera de combate a varios de los tanques de acompañamiento. La 1ª Brigada de Fuerzas Especiales desembarcó a media mañana y avanzó muy rápidamente hacia el interior para relevar a las tropas aerotransportadas que se mantenían en los puentes sobre el río Orne. A las 12:03 horas llegaron a los puentes sus efectivos más avanzados, con los que iba Lord Lovat, comandante de la brigada. A la 185ª Brigada se le asignó la misión de conquistar Caen. A las 11:00 de la mañana ya había llegado a tierra y se había organizado, pero los atascos del tráfico retrasaron su avance hasta las 12:30 horas. Luego el 2º de Infantería Ligera de Shropshire del Rey avanzó, aunque no contaba con sus tanques de apoyo. Para las 14:00 horas habían limpiado la mayor parte de Periers Ridge y habían empezado a avanzar por la carretera de Hermanville a Caen. A partir del mediodía, el Cuartel General de la 3ª División estaba recibiendo información de que al norte y oeste de Caen se estaban congregando tanques. La respuesta alemana al desembarco se retrasó porque el comandante del LXXXIV Cuerpo, el general Erich Marcks, esperó a la 12ª División Panzer SS, y la 21ª Panzer tuvo que efectuar un nuevo repliegue desde el este del Orne para enfrentarse a una situación más crítica en el oeste. Como consecuencia de esto, el ataque no pudo desencadenarse antes de las 16:30 horas. Sus tanques llevaron a cabo un sondeo en el perímetro defensivo de los británicos alrededor de Bieville, mientras entre Sword y Caen se desplegaba una fuerza de bloqueo. El ataque en Bieville fue rechazado por un escuadrón de carros del Regimiento de los Yeomanry Stafforshire. Más tarde, los alemanes intentaron encontrar algún hueco en las defensas de Periers Ridge, pero en vista de la precisión del fuego de los tanques y cañones antitanque tuvieron que retirarse otra vez. Se hizo un tercer intento en el punto 61, al norte de Periers Ridge, también fue rechazado. Unos pocos tanques de la 21º Panzer consiguieron alcanzar la costa en Luc-Sur-Mer, donde todavía se mantenían algunos defensores, pero se retiraron tras ver que por encima de sus cabezas pasaban planeadores aliados en dirección a la zona de aterrizaje cercana a Ranville. Al caer la noche, los comandantes de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas podían estar bastante satisfechos. Los treinta desembarcos habían conseguido establecer cabezas de puente, y en las playas de Gold y Juno, los avances eran ya profundos. La de Omaha era la que tenía menos profundidad y la más débil, mientras que en Sword tuvieron que enfrentarse a una potente oposición acorazada. Potentes contraataques alemanes podrían todavía destruir los relativamente pequeños destacamentos aislados de tropas aliadas y forzarlas a retroceder hacia el canal. Sin embargo, se había llevado a cabo la parte más dura del asalto, y los aliados habían conseguido esforzadamente abrirse los primeros caminos de la invasión. A partir del día 9, los alemanes perdieron la iniciativa, los aliados habían desembarcado 326.000 hombres, 54.000 vehículos y 140.000 toneladas de material, que les permitieron progresar hacia el interior.

EL MAYOR DESEMBARCO DE LA HISTORIA

Los grandes desembarcos aliados en África (1942), Sicilia (1943) e Italia (1943) habían dado a los aliados una valiosa experiencia sobre las dificultades que entrañaban cuando en la costa esperaba un enemigo bien preparado y dispuesto a combatir hasta la muerte. Cuando la flota de invasión se puso en movimiento, bien pudo decirse que era la mayor operación militar de la historia. Aunque algunos historiadores creen afirmar que sería el mayor desembarco después del realizado por los emperadores persas Darío, Artafernes y finalmente Jerjes entre el 480-479 a de C. contra Grecia. Según Herodoto que habla de la invasión de Grecia llevada a cabo por Jerjes en el cual participaron 5.203.000 hombres, con esa cantidad de soldados el ejército persa tendría que haberse extendido, durante su marcha unos 3.000 kilómetros, o sea cuando la vanguardia se acercaba a la Grecia Media, los últimos destacamentos comenzarían a marchar desde las orillas del Tigris. Las cifras de Herodoto deben ser rechazadas como manifiestamente fabulosas, como dice el gran historiador militar Delbrück. Incluso según Equilo la flota de Jerjes sumaba un total de 1.208 buques de guerra. Según las investigaciones de Delbrück, ese ejército no sobrepasaba los 150.000 soldados, cifra ya considerable para aquella época y unos 300 trieres. Si analizáramos los importantes desembarcos militares de los últimos 200 años encontraríamos algún desembarco de importancia. Como por ejemplo en 1708-1709, el fracaso de la invasión sueca de Rusia, con más de 400 naves, en la derrota de Lesnaya, y el fin de las insurrecciones populares. Más tarde en la contraofensiva sueca y su posterior derrota en Poltava donde más de 25.000 soldados suecos fueron muertos o hechos prisioneros. Y en 1830 donde más de 800 naves francesas y un ejército de 45.000 soldados desembarca en las costas de Argelia. Incluso el desembarco de los Anzaks (Tropas autraliano-neozelandesas en Gallipoli (Turquía), durante la Primera Guerra Mundial, con más de 35.000 soldados.  Y finalmente el desembarco hispano-francés en 1925 contra Ab-el Krim en Marruecos, o incluso los desembarcos italianos en Libia durante los años 20 y 30, con más de 100.000 soldados.

En Gran Bretaña se había congregado tres millones de soldados, más de 18.000 aviones, más de un millar de buques de guerra (entre los que había 15 acorazados, 18 cruceros de batalla, 40 cruceros pesados y más 800 destructores, corbetas, submarinos, torpederas, dragaminas, monitores etc… y finalmente más de 10.000 blindados (tanques, vehículos de reconocimiento, exploración, lanzallamas, morteros, carros de asalto etc..) Con 20 millones de toneladas de suministros (armas, municiones, combustible, alimentos, ropas, material de ingenieros, zapadores, sanitario, de transporte etc.. y para trasladar todo aquello se contaba con más de 8.000 transportes, lanchones de desembarco, gabarras artilladas, diques flotantes, muelles artificiales etc… Frente a esas fuerzas, en Francia y los Países Bajos disponía Berlín de un millón de combatientes y menos de 2.000 blindados, y lo que aún era más grave: ninguna fuerza naval y una debilísima aviación que no alcanzaba el medio millar de aparatos. La Marina atacó la Muralla del Atlántico, destruyendo todas las fortificaciones de hormigón y desmontando todas las piezas pesadas, que no eran muchas. Se calcula que ese día los buques aliados dispararon más de 100.000 proyectiles de calibre superior a los 120 mm y no menos de 10.000 cohetes, en apoyo de las tropas desembarcadas. Al finalizar el Día –D, sobre las playas de desembarco normandas se hallaban sólidamente, establecidos 156.000 hombres, contabilizando como pérdidas unos 3.000 muertos y unos 10.000 heridos. Sobre las playas tenían también, más de 2.000 vehículos –muchos de ellos blindados–, algunas piezas de artillería y más de 4.000 toneladas de pertrechos. Los alemanes habían perdido la costa en medio centenar de kilómetros, aún que resistieron unidades aisladas. Quizá una enérgica y decidida reacción con todos sus medios blindados hubiera lanzado al mar a todos sus asaltantes, pero Berlín aún creía que aquello era un ataque de diversión, preludio del asalto final en la zona de Calais, en la boca del Somme o, incluso en los Países Bajos. Tres días más tarde, los aliados tenían en tierra 250.000 soldados y tantos medios de combate que ya serían inútiles los duros contraataques alemanes, siempre castigados por el tiro de las grandes unidades navales y sobre todo, por la omnipresencia de los aviones aliados. Sin embargo, para los aliados tampoco sería fácil aquella batalla, en la que intervinieran dos meses más de lo previsto y lamentaron grandes pérdidas.

DESPUÉS DE LA BATALLA

El 1 de septiembre de 1944, Eisenhower tomó oficialmente el mando de todas las fuerzas de tierra del SHAEF estacionadas en Europa de manos de Montgomery para inmensa frustración de éste. Como compensación Churchill ascendió a Montgomery a Mariscal de Campo, un grado por encima de Eisenhower, pero esta buena noticia le duraría muy poco tiempo a Monty, ya que el presidente Roosevelt asesorado por el general Marschall inventó rápidamente un nuevo rango para Ike: el de general de cinco estrellas. Montgomery volvía a estar de nuevo bajo el mando de Eisenhower. Entretanto, las puntas de lanza aliadas avanzaban prácticamente sin obstáculos en dirección hacia Alemania. El Tercer Ejército estadounidense liberó Chalon-sur-Marne el 29 de agosto, y el 31 de agosto sus carros de combate cruzaron el río Meuse en Verdún. El 3 de septiembre, el Segundo Ejército Británico del general Dempsey liberó Bruselas, a la que siguió Amberes un día después. Entre los jefes militares más optimistas se hablaba ya de finalizar la guerra en el plazo de uno o dos meses. Algunas guarniciones alemanas controlaban aún los puertos de Bretaña y del paso de Calais, y todos los suministros aliados continuaban llegando a través de las playas de Normandía. Los planificadores logísticos advirtieron que los suministros disponibles no bastarían para sostener a los cuatro ejércitos al ritmo de avance que llevaban. Montgomery presionaba a Eisenhower, hasta un grado equiparable con la insubordinación directa, para que abandonara aquella estrategia, detuviera al Tercer Ejército estadounidense y diera prioridad a una avance hacia el norte por parte del Segundo Ejército británico con el apoyo del Primer Ejército norteamericano. Antes de una semana, Patton y Bradley insistían en una estrategia opuesta, consistente en dar prioridad a su propio Tercer Ejército en dirección al este de Francia. Ambos confiaban en cruzar el Rin y alcanzar el corazón industrial de Alemania, el Rhur, antes de Navidad. Montgomery, como siempre tan cauteloso, intentó forzar su propia estrategia, y para ellos el 17 de septiembre trató de asegurar una cabeza de puente sobre el Rin durante la Operación “Market Garden”, en la que tres divisiones del Primer Ejército Aliado Aerotransportado saltaron para formar sobre el norte de Holanda una “alfombra” sobre la que el XXX Cuerpo de Ejército pudiera avanzar sobre Arhem. La operación fracasó estrepitosamente, y constituyó la primera y única derrota de Montgomery durante toda la guerra. A finales de septiembre, la falta de combustible había frenado la casi totalidad del avance aliado, dando ocasión a los alemanes de reforzar sus líneas y demostrándoles tres meses después, en diciembre de 1944, con la ofensiva de las Ardenas, quien continuaba siendo el mejor ejército de Europa. Alemania, lanzo a más de 250.000 soldados y sus mejores divisiones acorazadas en su gran última ofensiva. Pero el poderío aéreo aliado socavo el ataque alemán, impidiendo el éxito de la operación, lo que hubiera dado un empate en el frente occidental, dando una oportunidad a los ejércitos de Germania para aplastar a los rusos en el frente del Este.

Tras la batalla de Normandía, sin embargo la única cuestión era saber cuánto podría adelantarse el final de la guerra, y no quien la ganaría. Alemania como bien sabemos se rindió incondicionalmente a los aliados el 8 de mayo de 1945. Ha habido gran controversia en torno a las decisiones de los jefes militares aliados en Normandía. Gran parte de las críticas recaen sobre Montgomery, quien fue lo bastante estúpido como para insistir en que se había realizado a la perfección, y que Normandía –y el resto de sus batallas—se habían librado según un plan maestro preparado anteriormente y del que nunca se habían apartado Su dirección de la batalla de Normandía fue sin embargo de altísimo nivel, y dado que hubiera sido señalado como responsable de su pérdida, también hay que reconocerle el mérito de su victoria, crédito que debe ampliarse a Eisenhower por su habilidad como líder político. Los jefes militares alemanes que sobrevivieron a la guerra no tuvieron reparo en culpar de su derrota al Führer. Algunos de ellos, con increíble arrogancia, incluso intentaron aconsejar a sus vencedores acerca del modo en que ellos habrían conducido la campaña. ¿Podían haber ganado los alemanes la batalla de Normandía? Quizá un mejor servicio de Inteligencia les hubiera permitido adivinar el fondo de la Operación “Fortitude”. Podrían haber racionalizado su estructura de mando y mejorado sus suministros y adiestramiento. Los aliados nunca hubieran invadido sin superioridad aérea, pero se ha sugerido que los alemanes podían haber alcanzado al menos una igualdad en el aire tras el día D produciendo y empleando como cazas un número significativo de sus reactores ME 262, ya para entonces en servicio. También podrían haber mezclado vehículos acorazados con sus formaciones de infantería más débiles, incrementando la calidad general de sus fuerzas a cambio de unas pocas divisiones “escaparate”. Podrían haber construido más submarinos y buques de superficie para cortar el vital eslabón marítimo del canal de la Mancha. Hay muchas cosas que hubieran podido hacer. Sin embargo, y según se desarrolló la batalla, no hay nada que hubieran podido hacer para ganarla. Al nivel en que se libró la batalla de Normandía, el arte militar consistía en no permitir que llegaran a producirse tales circunstancias. La disputa entre Rommel y Von Rundstedt en torno a la conveniencia de una defensa más rígida o flexible no tenía la menor relevancia, y ninguno de sus sustitutos logró sugerir nada mejor. Lo cierto es que los generales alemanes que lucharon en Normandía mostraron su incompetencia durante toda la batalla. Patton muerto en un accidente de automóvil en 1945, podría haberles dado lecciones de inventiva y de cómo obtener resultados a base de desobedecer las órdenes.

A parte de los niveles superiores de mando, el poderío aéreo y la artillería constituyeron los factores clave para la victoria aliada, pero no fueron los únicos. La interrupción de suministros y refuerzos al frente alemán tan sólo tenía valor si, al mismo tiempo, los aliados atacaban y forzaban a los alemanes a emplear sus reservas. La infantería aliada era de inferior calidad a la alemana, y sus componentes no dudaban en identificar como tanques Tigre, a todos los carros de combate que avistaban, pero mostraron gran valor en su mantenimiento de la ofensiva. Gran parte de la fuerza alemana, no obstante, se basaba en el terreno en el que estaban luchando. Al igual que sucediera con las trincheras de la Primera Guerra Mundial o las selvas del Pacífico, el bocage se convirtió en un enemigo formidable. Merece la pena destacar el hecho de que los propios alemanes no tuvieron tanto éxito como los aliados en sus ataques a través del bocage, y que cuando perdieron su protección no tardaron en ser aniquilados. Se ha dicho siempre que un ejército refleja las características de una sociedad a la que pertenece. El ejército británico – que rara vez ha perdido alguna guerra – suele alabar a sus oponentes y despreciarse modestamente a si mismo. Con ello parecen querer sugerir: “Eran casi el mejor ejército del mundo, lástima que tuvieran que enfrentarse a nosotros” Los norteamericanos sin embargo, gustan de alabarse a si mismos a expensas de los demás y antes conceden mérito a un enemigo que a un rival. El enfoque alemán convierte la guerra en un juego de moralidad, en la trágica derrota de meros mortales que se debaten con fuerza sobrehumana las fuerzas impersonales de las máquinas. Si los norteamericanos hubieran sido tan buenos como afirmaban ser, los británicos tan malos como afirmaban ser y los alemanes tan buenos como todo el mundo afirmaba que eran, la batalla de Normandía habrían seguido un curso distinto. De los más de un millón de hombres que habían luchado en Normandíaa las órdenes de Rommel, hasta el 17 de julio en que fue herido y sustituido von Kluge, al mando del Grupo de Ejércitos B conservando el mando del OB West hasta el 18 de agosto en que sería sustituido en el mando por el mariscal  Model. Un total de 240.000 soldados alemanes habían muerto o estaban heridos, y otros 200.000 habían sido dados por desaparecidos o capturados. Los alemanes habían perdido 1.500 carros de combate, 3.500 piezas de artillería, 20.000 vehículos y más de 3.600 aviones. Para finales de agosto, los aliados habían desembarcado en Normandía 39 divisiones o 2.059.299 hombres, junto con 438.437 vehículos y 3.098.259 toneladas de suministros. Habían sufrido 209.672 bajas, incluyendo 36.976 muertos. Se habían perdido 4.101 aparatos aliados y con ellos cerca de 17.000 aviadores. El 17 de agosto, el XV Cuerpo de Ejército estadounidense había entregado el frente de Argentan al V Cuerpo estadounidense y se había unido al avance del Tercer Ejército en dirección este. El 19 de agosto por la noche, la división de vanguardia de Patton –la 79 división—cruzó el Sena. Para el 25 de agosto, los cuatro ejércitos aliados habían alcanzado el río, y ese mismo día la 2ª División Acorazada francesa bajo el mando del general Le Clerc liberó París. Era el Día-D más ochenta días, o poco menos de lo previsto en el plan original de “Overlord”. La batalla de Normandía había terminado.

David Odalric de Caixal i Mata: Historiador Militar, experto en Geoestrategia Internacional y Terrorismo yihadista. Asesor en materia de Seguridad y Defensa en HERTA SECURITY. Director del Área de Terrorismo y Defensa del Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global (INISEG). Director del Observatorio contra la Amenaza Terrorista y la Radicalización Yihadista (OCATRY) de INISEG. Director de OSI Foundation (Occidental Studies Institute)