Cómo vencer la guerra híbrida antes de que comience
Desde que Rusia anexó ilegalmente Crimea en 2014, ha habido mucha discusión en los círculos políticos occidentales sobre cómo lidiar con las tácticas de guerra híbridas de Moscú. También hay un debate sobre cómo definir la guerra híbrida. Quizás la mejor definición la ofrece el nuevo Centro Europeo de Excelencia para Contrarrestar las Amenazas Híbridas en Helsinki: “acción coordinada y sincronizada, que se dirige deliberadamente a las vulnerabilidades sistémicas de los estados democráticos y las instituciones, a través de una amplia gama de medios (políticos, económicos, militares, civil, e información)” así como “las actividades explotan los umbrales de detección y atribución, así como la frontera entre la guerra y la paz”. El objetivo, continúa el Centro, es «influir en diferentes formas de toma de decisiones a nivel local (regional), estatal o institucional para favorecer y / o lograr los objetivos estratégicos del agente mientras socava y / o daña al objetivo». No se puede derrotar fácilmente una amenaza híbrida. Una vez que existan las condiciones sociales, políticas y económicas para permitir que las tácticas híbridas sean efectivas, probablemente sea demasiado tarde para detenerlas. Por lo tanto, las guerras híbridas deben ganarse antes incluso de librarse. Para hacer esto, los países con minorías rusas (o cualquier grupo minoritario que esté en riesgo de ser marginado en la sociedad) en Europa central y oriental deben crear las condiciones que niegan a Rusia el uso efectivo de sus tácticas híbridas.
Hay tres formas principales de hacer esto.
1. Primero, establecer un buen gobierno a nivel local y nacional. Si la gente siente que se gobierna de manera justa y bien gobernada, entonces se vuelve menos susceptible a los esfuerzos de desinformación y propaganda rusos. Donde hay corrupción endémica, falta de un gobierno local fuerte y la desconexión del gobierno central para legitimar los agravios políticos a nivel local, el escenario está listo para la intromisión rusa.
2. En segundo lugar, debe haber libertad económica. Las personas necesitan sentir que tienen estabilidad económica y que sus hijos tienen un futuro económico brillante. La aplicación de políticas favorables al crecimiento que ayuden a aumentar la prosperidad económica es una parte importante de la lucha contra las tácticas híbridas. Las personas que sienten que tienen oportunidades económicas son menos susceptibles a la intromisión rusa.
3. Finalmente, debe existir un vínculo de confianza y respeto entre la persona promedio y las fuerzas del orden y los servicios de inteligencia. Si la gente cree que está vigilada de forma justa y que los servicios de inteligencia no sobrepasan sus límites, la sociedad se volverá más resistente contra las tácticas híbridas rusas.
Un submarino ruso supuestamente merodeando en aguas suecas; aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) interceptando bombarderos rusos; espías rusos desplegándose en toda Europa, según la inteligencia checa; un funcionario estonio presuntamente raptado y enviado a Moscú para ser acusado de espionaje. Actividades en las sombras y mensajes antioccidentales en los medios prorrusos que buscan provocar son algunas de las nuevas tácticas. Fuente: http://eltempano-nba.com.ar/que-es-la-nueva-guerra-hibrida-entre-rusia-y-occidente/
Si a principios de 2018 tenemos que pensar en un concepto militar que ha trascendido las fronteras del análisis estratégico para convertirse en un vocablo de uso común en artículos periodísticos, productos de think tank generalistas o declaraciones políticas, éste es sin ningún tipo de duda el de guerra híbrida. Mientras muchos expertos consideran que la guerra híbrida es el producto natural de la adaptación de la guerra asimétrica al mundo actual, otros subrayan que la idea no está consolidada ni tampoco existe ninguna definición aceptada más allá del mínimo común denominador de la combinación de medios, procedimientos y tácticas convencionales y asimétricas. No obstante, mientras muchos expertos consideran que la guerra híbrida es el producto natural de la adaptación de la guerra asimétrica al mundo actual, otros subrayan que la idea no está consolidada ni tampoco existe ninguna definición aceptada más allá del mínimo común denominador de la combinación de medios, procedimientos y tácticas convencionales y asimétricas. De hecho, muchos países y organizaciones internacionales tienden a adoptar este enfoque, pero sin calificarlo de guerra sino de amenaza híbrida, más aceptable política, diplomática y académicamente. Sin embargo, quizás la mayor crítica procede de los que temen que la guerra híbrida corre el riesgo de perder su valor explicativo al haberse popularizado para explicar las intervenciones rusas en Crimea y en el este de Ucrania, sus acciones de desestabilización en su área de influencia directa o las operaciones informativas en muchos puntos del planeta, argumentando que se trata de la plasmación práctica de la “Doctrina Gerasimov” o que Moscú ha adoptado los preceptos de la guerra híbrida. Hace seis años, el general Valeri Gerasimov, publicó el controvertido ensayo “El valor de la ciencia en la anticipación”[1] en la revista Voyenno-Promyshlennyy Kurier de amplia difusión entre la comunidad militar rusa. Este breve trabajo, que pasó desapercibido entre los analistas de defensa occidentales hasta los sucesos de Crimea de 2014, exponía su punto de vista sobre el entorno de seguridad de la posguerra fría. Para ello, repasaba las principales lecciones identificadas de los grandes conflictos acontecidos desde el final del mundo bipolar[2] – la Guerra del Golfo de 1991, las campañas de Afganistán e Iraq o la invasión de Georgia[3], pero también los ciberataques sobre Estonia, las primaveras árabes o la intervención en Libia[4] bajo la doctrina de Responsabilidad de Proteger (R2P) – para especular sobre los conflictos futuros y poner de manifiesto el valor de las herramientas no-militares en la gestión de crisis. El artículo comenzaba afirmando que “… las ‘reglas de la guerra’ han cambiado. El valor de los medios no-militares para lograr los fines políticos y estratégicos no sólo se ha incrementado, sino que en algunos casos excede la efectividad de las armas.”. Sin embargo, uno de los pasajes más controvertidos hacía referencia a las primaveras árabes, consideradas por muchos teóricos militares rusos como casos de guerra híbrida iniciados por Occidente. Entendiendo la intervención internacional en Libia como el paradigma de guerra del siglo XXI, Gerasimov argumentaba lo siguiente: “…las medidas políticas, económicas, informativas, humanitarias y no-militares se han empleado junto con el potencial de protesta popular. Todo ello ha sido apoyado por medios militares de carácter clandestino realizando actividades informativas y operaciones especiales. El empleo abierto de unidades militares – a menudo bajo la apariencia de fuerzas de mantenimiento de la paz y gestión de crisis – se ha realizado en cierto momento con el objetivo de contribuir al logro de la situación deseada en el conflicto.”
El buque de asalto anfibio estadounidense USS Kearsarge. Guerra de Libia en 2011. Fuente: https://www.navy.mil/view_image.asp?id=7925
En este contexto también exponía una idea muy recurrente en el pensamiento militar ruso desde mediados de los noventa: que Internet había revolucionado el espacio informativo y había abierto infinitas posibilidades para degradar tanto la capacidad militar como erosionar el liderazgo político y la opinión pública del adversario. Así, alertó que: “…en el Norte de África se han empleado las tecnologías de la información [redes sociales y sistemas de mensajería] para influir sobre el estado y la población. Debemos perfeccionar nuestras actividades en el espacio informativo, incluyendo la defensa de nuestros propios objetivos”. Tras analizar los rasgos definidores del entorno de seguridad del siglo XXI, Gerasimov subrayaba la necesidad de que Rusia adoptara un enfoque gubernamental que combinara el esfuerzo militar con las actividades de otros departamentos y agencias gubernamentales del país. No se trataba únicamente de integrar los elementos no-militares en la resolución de los conflictos, sino de seguir los pasos de la Alianza Atlántica o la Unión Europea con su Enfoque Integral, considerado por muchos teóricos rusos como el habilitador de la guerra híbrida que Occidente estaría librando contra muchos países. Precisamente, esta cooperación civil-militar constituye la base para la implementación de medidas no-militares en la resolución de conflictos, la principal y más controvertida aportación de Gerasimov al debate estratégico contemporáneo. Tras detallar la configuración de los conflictos del siglo XXI y el papel del medio no-militar en su desarrollo, Gerasimov concluye alentando a la comunidad estratégica rusa que acepte esta nueva realidad que tantos efectos podría tener sobre el planeamiento de la defensa del país. Y es que “…no importa qué fuerzas tenga el adversario, ni cuál sea su nivel de desarrollo, ni tampoco los medios empleados en el conflicto porque siempre se podrán hallar formas y métodos para superarlos. Siempre tendrá vulnerabilidades. No debemos copiar las experiencias extranjeras y seguir a los países líderes, pero debemos superarlos y ocupar posiciones de liderazgo nosotros mismos.”
Muchas de las características identificadas por Gerasimov estaban en línea con los debates académicos, técnicos y estratégicos surgidos en la década de 1990 sobre la transformación de la guerra, la Revolución en los Asuntos Militares (RMA)[5] o el Enfoque Integral a la gestión de crisis internacionales. Sin embargo, a la luz de los acontecimientos de Crimea y el este de Ucrania, muchos analistas occidentales consideraron este artículo como profético del nuevo estilo militar ruso. Para ello, centraron su atención en las siguientes reflexiones: que la tradicional frontera entre paz y guerra sería sustituida por una amplia zona gris o que los conflictos futuros no se- “Gerasimov subrayaba la necesidad de que Rusia adoptara un enfoque gubernamental que combinara el esfuerzo militar con las actividades de otros departamentos y agencias gubernamentales del país.” Irían declarados y arrancarían antes de que el oponente tomara consciencia de que las hostilidades se habían iniciado. También, que las operaciones combinarían el uso de medios cinéticos y no-cinéticos, y que éstos últimos podrían provocar mayores daños que el armamento o que la distinción entre el elemento militar y civil de los conflictos desaparecería. Finalmente, que los instrumentos no-militares adquirirían un papel predominante para el logro de los objetivos estratégicos, y que las batallas tendrían lugar tanto en el mundo físico como en el mundo virtual. Su antecesor en el cargo, el general Nicolai Makarov, ya había identificado varias de estas tendencias y en cierta medida Rusia las había experimentado en Estonia o Georgia y Estados Unidos durante la Guerra contra el Terror. Igualmente, militares de otros países – como el británico Rupert Smith en La utilidad de la fuerza, el francés Vincent Desportes en La guerra probable, los estadounidenses Gordon Sullivan y James Dubik en la Guerra en la Era de la Información o James Mattis y Frank Hoffman con La guerra del futuro: el advenimiento de la guerra híbrida y los chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui con su Guerra sin restricciones también habían llegado a similares conclusiones acerca de la naturaleza y características de los conflictos del tercer milenio y la importancia de los medios no-militares en la resolución de conflictos. En consecuencia, mientras varios expertos apuntaban que Gerasimov simplemente estaba presentando las problemáticas del entorno operativo presente, otros especularon sobre la posibilidad de que este tema de estudio fuera una presentación oficiosa de los nuevos planteamientos militares rusos y el plan para la invasión de Crimea y la intervención en el este de Ucrania. Y así fue como se fraguó el concepto de “Doctrina Gerasimov”. Sus paralelismos con algunos de los elementos definidores de las guerras híbridas y su aparente adopción por parte de Moscú para enfrentarse a los adversarios de Rusia, sus similitudes con la guerra no-lineal (fraguada en el relato distópico Bez Neba escrito en 2014 por uno de los asesores áuricos de Vladimir Putin donde se percibe la guerra como un continuo sin que exista un inicio o un final identificables), su aparente aplicación en Crimea y Ucrania e incluso sus acciones en el espectro informativo parecían demostraciones palmarias de la existencia de esta doctrina
Pero a pesar de todo ello, si examinamos en detalle –y sin apasionamiento– el papel que ha jugado la tecnología en las operaciones COIN de Irak y Afganistán (por no hablar de las campañas de ataques con drones en Pakistán y Yemen) no cabe más remedio que admitir su enorme valor como multiplicador de fuerza. Fuente: http://www.seguridadinternacional.es/?q=es/content/innovaci%C3%B3n-y-revoluci%C3%B3n-en-los-asuntos-militares-una-perspectiva-no-convencional
Además, la aplicación de la ley suele ser la primera línea de defensa en un escenario bélico híbrido. Un servicio policial y de inteligencia muy capaz y profesional puede mitigar la eficacia de los agentes provocadores que actúan en nombre de Moscú. Si bien estas tres medidas son más fáciles de decir que de hacer, si los gobiernos nacionales y locales las aplican genuinamente, pueden disuadir las tácticas híbridas rusas, o al menos reducir la efectividad de tales tácticas. Un ejemplo de un lugar que ha hecho un gran trabajo en la construcción de resiliencia a la guerra híbrida de Rusia es Estonia. Aunque la minoría rusa constituye aproximadamente una cuarta parte de la población, Moscú no ha podido causar los mismos problemas usando sus tácticas híbridas como lo ha hecho en otros lugares. Está claro por qué la población rusa en Estonia no es susceptible a las tácticas híbridas de Moscú de «hombrecitos verdes» y propaganda. Las encuestas muestran que una gran mayoría tiene mucha confianza en sus instituciones de gobierno. Por ejemplo, según una encuesta de opinión pública realizada por el Ministerio de Defensa de Estonia a principios de este año, el 66 por ciento de los estonios tiene confianza en el presidente del país y el 56 por ciento en el primer ministro. Según la misma encuesta, el 87 por ciento de los estonios dijeron que tienen confianza en la policía.
Uso de mecanismos para combatir y derrotar en la Guerra Híbrida al Coronavirus y contrarrestar las armas biológicas futuras.
Intenta producir un marco que pueda ayudar a los funcionarios de salud pública y a los líderes militares a desarrollar estrategias y operaciones para contrarrestar y erradicar las pandemias virales tipo Covid-19 u otras amenazas futuras de armas biológicas que podríamos enfrentar en el campo de batalla de la guerra híbrida. Las estrategias de guerra híbrida nos permiten abordar amenazas diferentes y potencialmente no relacionadas en el mismo entorno simultáneamente mientras ejercemos un arte operacional sin restricciones. En la guerra híbrida, los conjuntos de problemas para las fuerzas amigas se pueden encontrar a lo largo de una escala variable de posibles entornos de conflicto y amenazas que van desde lo convencional a lo no convencional, como lo ilustra el siguiente diagrama. Cada una de estas amenazas o conflictos puede tener sus propias características de PMESII.
Como vemos en el campo de batalla moderno, es increíblemente difícil predecir en qué parte del espectro de amenazas de guerra híbrida aparecerán nuevas amenazas híbridas, por lo que sería ideal planificar y preparar mecanismos de derrota para todas las amenazas potenciales que podrían surgir a lo largo de ese espectro. Al aplicar esta metodología de mecanismo de derrota de amenazas de guerra híbrida contra el Coronavirus, podemos abordar el virus utilizando estrategias de mecanismo de derrota convencional y no convencional. Estos problemas no convencionales pueden caracterizarse como algo como la carga sobre nuestra infraestructura de atención médica o interrupciones en la red de transporte; problemas de efectos de segundo y tercer orden relacionados con la infección viral. Este concepto ayuda a proporcionar un «punto de referencia» para comenzar a clasificar estos conflictos y amenazas para un mayor desarrollo del mecanismo de derrota.
Definición del coronavirus como una amenaza de guerra híbrida
Al definir el Coronavirus como una amenaza de guerra híbrida, podemos comenzar a identificar las características de cómo nos hace la guerra y luego podemos diseñar mecanismos de derrota para neutralizar la amenaza. Por ejemplo, Covid-19 actúa de forma muy humana porque los humanos portan y propagan el virus. Por tanto, el virus sigue patrones de movimiento humano. Esto puede parecer obvio, pero puede proporcionar información crítica sobre la aplicación de mecanismos de desactivación no letales para aislar y poner en cuarentena el virus. Esto tendría increíbles implicaciones legales, políticas y sociales, pero debido a su extensión, este contenido no aborda esos temas aquí. Al clasificar el virus como una amenaza de guerra híbrida, también podemos aprovechar esta oportunidad para preparar nuestra doctrina y nuestras fuerzas en respuesta a futuros ataques con armas biológicas por parte de posibles adversarios. Hay rumores de que esto pudo haber sido creado como una especie de arma biológica, pero la solución de ese problema no es relevante para nuestra discusión aquí. Sin embargo, al abordar este tema desde una perspectiva de amenaza de guerra híbrida, podemos definir más fácilmente y aplicar una mayor complejidad a nuestras capacidades de respuesta estratégica nacional.
¿Qué son los mecanismos de derrota?
El uso del Mayor Douglas DeLancey de la definición de Tácticas Ofensivas y Defensivas del Texto del Estudiante de CGSC para «Mecanismo de Derrota» es un maravilloso punto de partida:
“El mecanismo de derrota es la acción o patrón de actividades singular por el cual un comandante derrota a su oponente. No es una fuerza o unidad específica. El mecanismo de derrota específico adoptado por el comandante depende de los factores de METT-TC. La presencia de diferentes mecanismos de desactivación, junto con los cambios en la organización de la tarea, señala el inicio de diferentes fases de una operación. Por ejemplo, el mecanismo de derrota de un ataque es maniobrar para aislar una parte de la fuerza enemiga, lo que lleva a su destrucción o la vuelve ineficaz. En una defensa de área, el patrón principal del mecanismo de derrota es absorber el impulso del enemigo mientras se mueve hacia una serie de posiciones entrelazadas desde donde será destruido en gran parte por los incendios. Un mecanismo de anulación puede combinar varios tipos o formas de operaciones«.
El Mayor DeLancey describe además los tipos de mecanismos de derrota del General de Brigada (Ret.) Huba Wass de Czege[6]. Estos son desgaste, dislocación y desintegración. Si bien hay muchos modelos diferentes de mecanismos de derrota aplicados a la guerra, usaremos el marco de De Czege y estos tres mecanismos de derrota para aplicar estrategias de Guerra Híbrida contra el Coronavirus.
Aplicar estos mecanismos de derrota al coronavirus y contrarrestar las armas biológicas futuras
“Estos mecanismos de anulación deben incluirse en publicaciones doctrinales que analicen operaciones de planificación. Una terminología común y ampliamente comprendida sobre cómo el comandante desea derrotar a su oponente ayudará a los planificadores a seleccionar los puntos decisivos que logren la intención del comandante”
Desgaste: operaciones de cuarentena
«El desgaste como mecanismo de derrota significa fijar esfuerzos en lugares designados y ventajosos y en el tiempo para destruir las fuerzas [enemigas] más rápido de lo que puede recuperarse».
Para acabar con el virus, las auto-cuarentenas a lo largo del tiempo por parte de la población pueden ayudar en el aislamiento a largo plazo de los posibles portadores. Las autocuarentenas son acciones que los ciudadanos pueden tomar de inmediato para minimizar la propagación mediante el aislamiento social. La sinceridad de implementar la propia cuarentena propia decidirá cuánto se reduce la propagación. Al tomar medidas proactivas en lugar de medidas reactivas, el aislamiento abrumador desgastará el virus con el tiempo. Este mecanismo de derrota proporciona un desgaste a largo plazo del virus, ya que la probabilidad de que se propague de persona a persona disminuye inmediatamente. Las estaciones de trabajo remotas digitales permiten a los empleados trabajar desde casa y aun así comunicarse rápidamente con otros empleados. Este tipo de medidas alternativas reducirán aún más la propagación. Las medidas de autocuarentena se pueden aplicar en todos los niveles de jerarquías gerenciales en muchas industrias y sectores.
Dislocación: operaciones ofensivas
“La dislocación busca [cambiar] rápidamente las condiciones para que el enemigo no pueda tomar la iniciativa”.
Los gobiernos en todos los niveles pueden tomar medidas para «dislocar» grupos de infectados instituyendo proactivamente cierres de eventos públicos de congregación como escuelas y reuniones públicas recreativas y cambiando las condiciones para que el virus no se propague. Cerrar fronteras, restringir las redes de transporte y requerir pruebas adicionales puede ayudar a dislocar el virus de su interacción agresiva entre humanos. Las pruebas también son un componente importante en la dislocación. Al revelar la existencia del virus en tantos lugares como sea posible, los funcionarios de salud pública pueden diseñar planes más eficientes para los servicios de asistencia médica y la asignación de recursos. Las iniciativas de redes públicas digitalizadas pueden ayudar a aliviar las preocupaciones sobre el gobierno que impide la libertad de reunión.
Desintegración: operaciones de vacunas
“Si se ejecutan bien, las fuerzas pueden incapacitar a las organizaciones enemigas y hacerse con el control de los objetivos. Este mecanismo de derrota depende en gran medida de los efectos destructivos y de choque del fuego, seguidos de cerca por los ataques terrestres«.
La creación de vacunas puede llevar tiempo y debe incluirse en los ciclos de planificación a largo plazo. Las operaciones de vacunación como parte de un mecanismo de desactivación de la desintegración proporcionan una solución más permanente a las amenazas de armas biológicas y deben perseguirse absolutamente. El apoyo al mecanismo de derrota de la desintegración podría tomar la forma de un mayor gasto de dólares en investigación o un aumento de las prioridades para la investigación de vacunas. Este mecanismo de derrota tiene un período de amortización mucho más largo que los otros dos, pero puede llevarse a cabo al mismo tiempo. Las pruebas de investigación de medicamentos antivirales también se incluirían en este mecanismo de derrota. Al desarrollarlos aún más, la desintegración como mecanismo de derrota es mucho más fácil de realizar contra las infecciones virales pandémicas. El trabajo realizado por autores e investigadores anteriores sobre la guerra híbrida y los mecanismos de derrota puede proporcionar un marco sobre el que construir para abordar los ataques de armas biológicas actuales y futuras, así como cualquier amenaza / actor híbrido imprevisto en el campo de batalla. La aplicación de estos marcos ofrece a los planificadores y estrategas un punto de partida para abordar amenazas híbridas complejas desde una perspectiva proactiva. El desgaste, la dislocación y la desintegración son el lienzo que el artista operativo puede utilizar para diseñar soluciones y estrategias para crear escenarios ganadores contra las amenazas que pueden aparecer en compromisos futuros. Con suerte, trabajando juntos y compartiendo estrategias y conocimientos, nosotros, como nación y comunidad mundial, podemos erradicar rápidamente esta amenaza.
Contrarrestar las amenazas híbridas: implicaciones para las fuerzas de defensa
Esta sección considera cómo contrarrestar las amenazas híbridas y cuáles podrían ser las implicaciones de esto para la política, estrategia y capacidades de defensa. Este tema se aborda primero, antes de la guerra híbrida, porque el papel de la defensa en contrarrestar lo que es aparentemente un problema no militar es posiblemente más polémico y menos conceptualizado en comparación. Para abordar este desafío, es útil recordar la descripción del diplomático estadounidense George Kennan de la «guerra política» como una prescripción de estrategia para enfrentar a la Unión Soviética durante la Guerra Fría: «La guerra política es la aplicación lógica de la doctrina de Clausewitz en tiempos de paz. En la definición más amplia, la guerra política es el empleo de todos los medios a disposición de una nación, salvo la guerra, para lograr sus objetivos nacionales. Tales operaciones son tanto abiertas como encubiertas” Si bien esta comprensión de las amenazas híbridas como “una definición invertida de Clausewitz ”—la continuación de la guerra por otros medios— es vista por muchos como un mal uso herético de una de las percepciones más duraderas del prusiano muerto, también arroja algo de luz sobre su carácter. Por un lado, la estrategia revisionista noviolenta, aunque no excluye el uso del instrumento militar en pequeñas dosis (o indirectamente, por ejemplo, a través de una postura y presencia coercitivas), sí excluye la realización de un ataque armado; de lo contrario, sería simplemente «guerra«.
China está atrapada en una guerra híbrida con Estados Unidos. Entre la miríada de efectos geopolíticos devastadores del coronavirus, uno ya es gráficamente evidente. China se ha reubicado. Por primera vez desde el comienzo de las reformas de Deng Xiaoping en 1978, Pekín considera abiertamente a Estados Unidos como una amenaza, como lo afirmó hace un mes el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi en la Conferencia de Seguridad de Munich durante el pico de la lucha contra el coronavirus. https://es.news-front.info/2020/03/18/china-esta-atrapada-en-una-guerra-hibrida-con-estados-unidos/
Por otro lado, el lenguaje de «guerra» posee poder más allá de los estrictos límites clausewitzianos, como se demuestra a través de términos de uso común como «guerra económica«, «guerra contra las drogas», «guerra cibernética», «guerra jurídica» y así. Algunos argumentan que tales dispositivos, incluido el término «guerra híbrida» en sí, se explotan con fines políticos y, al hacerlo, en última instancia, degradan y socavan los esfuerzos para aislar, regular y descartar la confrontación violenta a gran escala en el sistema internacional. En el Al mismo tiempo, también puede ser valioso utilizar la seriedad innata del lenguaje de la guerra para denotar la amenaza odiosa planteada por la estrategia revisionista no violenta que de otra manera podría escapar a la debida atención con el tiempo. También es importante notar la diferencia crítica entre amenazas híbridas y arte de gobernar convencional. Las amenazas híbridas involucran formas y medios que violan las normas y leyes internacionales para lograr objetivos políticos (por ejemplo, a través de desinformación pública, violaciones del espacio aéreo, reclamos territoriales ilegales) mientras apuntan a degradar y subvertir el orden internacional existente y el status quo en el sistema internacional. En última instancia, como observa Clausewitz, “la causa política de una guerra tiene una gran influencia en el método en que se lleva a cabo” O, como ha dicho el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, Híbrido es el reflejo oscuro de nuestro enfoque integral. Utilizamos una combinación de medios militares y no militares para estabilizar países. Otros lo usan para desestabilizarlos. Independientemente de si las amenazas híbridas son una forma de “guerra”, se debe considerar la necesidad de contrarrestar este tipo de estrategia. Para ayudar a determinar el alcance de cualquier estrategia para contrarrestar las amenazas híbridas. El desafío básico para responder a tal variedad de acciones no violentas pero potencialmente dañinas es si responder a ellas como actos de guerra o como comportamiento de confrontación, o si responder a ellas en absoluto. Kennan, esta vez canalizando una interpretación más convencional de Clausewitz, también sugirió que Estados Unidos había sido «impedido sin embargo por un apego popular al concepto de una diferencia básica entre paz y guerra, por una tendencia a ver la guerra como una especie de contexto deportivo«. Fuera de todo contexto político” Este es el dilema inherente impuesto a los tomadores de decisiones por adversarios que utilizan amenazas híbridas. Por lo tanto, los formuladores de políticas deben conceptualizar un desafío que no se ajusta a las reglas, mientras responden de una manera que las refuerce.
Implicaciones para la política
El dilema político básico que presentan las amenazas híbridas es, por tanto, si se debe hacer algo al respecto. Si se puede tolerar y absorber tal actividad hostil, las implicaciones políticas son mínimas. Si requiere una respuesta, la estrategia y las capacidades deben desarrollarse en consecuencia. Esta elección depende de hasta qué punto las amenazas híbridas pueden dañar el interés nacional. Por un lado, si bien las amenazas híbridas pueden ser dañinas hasta cierto punto, rara vez son una cuestión inmediata de vida o muerte. Por otro lado, con el tiempo podrían causar un riesgo acumulativo y daños a los cimientos y funciones de la sociedad y el gobierno. Esto podría incluir socavar la confianza pública en el gobierno, daños a la infraestructura crítica o la erosión de reglas y normas, crecimiento económico o la preparación de los activos de defensa nacional. Las amenazas híbridas también pueden verse como una «preparación del campo de batalla» a corto plazo para establecer vulnerabilidades que podrían explotarse en cualquier conflicto a más largo plazo. Este enfoque ciertamente cumple con la definición de estrategia del académico y autor británico, el profesor Sir Lawrence Freedman[7], como «el arte de crear poder” Esta elección también debe tener en cuenta la factura de recursos potenciales para contrarrestar las amenazas híbridas, que pueden requerir compensaciones en otras áreas (en el caso de las fuerzas de defensa, por ejemplo, en la guerra de alto nivel en el otro extremo del espectro a las amenazas híbridas no violentas). Por lo tanto, es vital tener claro si, cuándo y cómo responder a las amenazas híbridas haciendo las siguientes preguntas:
■ ¿Hasta qué punto se pueden absorber estas amenazas en la sociedad?
■ ¿Cuáles son las consecuencias del éxito? Si las amenazas híbridas pueden contrarrestarse con éxito pero los actores revisionistas siguen motivados, ¿qué sigue?
Implicaciones para la estrategia
En el caso de las fuerzas de defensa, si la política es simplemente absorber amenazas híbridas, la estrategia de defensa debe centrarse en aumentar la resiliencia en dos áreas. El primero es la contribución de la defensa a la resiliencia nacional, que debe evolucionar para enfrentar amenazas cada vez mayores. El segundo es la resiliencia de la defensa en sí misma contra futuras amenazas híbridas que pueden prevenir o impedir el despliegue, el sostenimiento y la proyección de poder (antes o durante un conflicto armado). Se pueden aprender lecciones en ambas áreas de naciones como Finlandia y Suecia, que recientemente han actualizado su enfoque de la resiliencia nacional frente al aumento de las amenazas. La cooperación regional también es importante para desarrollar la resiliencia a través de aliados y socios. Si la política debe contrarrestar las amenazas híbridas, la estrategia de defensa debe ser capaz de contribuir a una estrategia nacional para hacerlo, coordinada en todo el gobierno. Cualquier estrategia para contrarrestar las amenazas híbridas debe tener tres componentes. Primero, esto requerirá detectar amenazas híbridas para empezar. En segundo lugar, contrarrestar las amenazas híbridas requerirá la absorción de actividad (por debajo de un cierto umbral, reforzada por las medidas de resiliencia anteriores) en paralelo con contramedidas específicas para disuadir a los agresores híbridos y responder a los ataques híbridos. El “dilema” híbrido debe considerarse en todo momento: las amenazas híbridas están diseñadas para prevenir respuestas decisivas en primer lugar. Esto hace que la detección sea más importante y la respuesta más difícil. La contribución de la defensa a cada uno de estos tres componentes se amplía brevemente a continuación.
Detección de amenazas híbridas
El papel de la defensa en la detección de amenazas híbridas no será sustancialmente diferente de la práctica existente. Deben aplicarse dos principios: una cooperación más estrecha entre los gobiernos y una cooperación más estrecha con aliados y socios. Más allá de esto, la contribución de la defensa a la detección de amenazas híbridas seguirá centrada en explotar la inteligencia estratégica y los datos de los activos técnicos y físicos desplegados en todo el mundo. El análisis debe considerar el contexto más amplio «político, militar, económico, social, de información, de infraestructura» al procesar estos datos: detectar amenazas híbridas requiere que los analistas «conecten los puntos» en dominios desconocidos. Esto puede requerir una capacitación mejorada y ciertamente requerirá más familiaridad, contacto y trabajo más cercano con colegas de todo el gobierno, otras naciones e instituciones multinacionales.
Disuadir a los agresores híbridos
Las amenazas híbridas están diseñadas para complicar y socavar la estrategia de disuasión convencional al evitar específicamente acciones que obviamente traspasen los umbrales o líneas rojas señaladas por el actor disuasorio. Sin embargo, los principios básicos de disuasión no cambian contra adversarios híbridos. Hay dos formas principales de disuadir: mediante la negación y mediante el castigo. Cualquiera de las dos requerirá una contribución de la defensa. La disuasión por negación tiene un componente tanto defensivo como ofensivo. El primero se basa en la resiliencia (como se indicó anteriormente). Esto último se superpone un poco con el castigo (que se describe a continuación) como la capacidad de imponer costos al hacer más difícil maniobrar o atacar. Por lo tanto, la defensa debe conservar la capacidad de procesar potentes operaciones de denegación, como defensa aérea, defensa costera marítima, defensa antimisiles y proyección de fuerzas, incluso en los nuevos dominios del espacio y el ciberespacio.
Cualquier estrategia de disuasión por castigo debe ante todo ser un esfuerzo de todo el gobierno, que se basa principalmente en medios no militares para amenazar las vulnerabilidades en el propio sistema del agresor. La contribución de la defensa se basará principalmente en las capacidades tradicionales, suficientemente modernizadas para poder poner en riesgo las capacidades críticas de cualquier adversario. Pero la naturaleza gradualista de las amenazas híbridas requiere respuestas tempranas y decisivas para castigar actos revisionistas seleccionados y «detener la podredumbre«. Por lo tanto, la defensa debe ofrecer al gobierno una serie de opciones distintas de la guerra para castigar a un adversario. Éstos deben adaptarse a la situación y las vulnerabilidades del agresor, pero podrían incluir paquetes de fuerza más pequeños que conduzcan al despliegue con poca antelación; amenazas no cinéticas para posicionar o mantener en riesgo capacidades críticas sin el uso de fuerza física (por ejemplo, guerra electrónica, cibernética, inteligencia, vigilancia, adquisición de objetivos y reconocimiento); o el uso de fuerzas de operaciones especiales para proporcionar respuestas irregulares. Sin embargo, la disuasión creíble mediante el castigo se basa en cierta medida en la atribución de agresión (para generar la legitimidad que respalde la acción decisiva), que las amenazas híbridas buscan negar. Por lo tanto, los métodos de detección deberán encontrar formas de lograr la atribución frente a la ambigüedad (por ejemplo, una atribución más sofisticada de los ciberataques) Incluso con tales mejoras, las fuerzas de defensa pueden tener que operar en un entorno estratégico más fluido en ausencia de mandatos claros y delimitados para una acción decisiva. Esto tendrá implicaciones para los permisos operativos, las reglas de participación, la capacitación, etc. La disuasión de las amenazas híbridas también será un esfuerzo colectivo. La necesidad de una estrategia que sea “internacional por diseño” (particularmente a través de la interoperabilidad) es, por lo tanto, mayor que nunca. Los aliados deben poder invocar una capacidad de castigo que sea mayor que la suma de sus partes. La solidaridad también es vital frente a las amenazas híbridas, que a menudo apuntan a socavar la cohesión aliada en primer lugar.
[1] En el siglo XXI hemos visto una tendencia a confundir las líneas que existen entre los estados de guerra y paz. Las guerras ya no se declaran y, una vez que comienzan, prosiguen según un patrón desconocido. La experiencia de los conflictos militares —incluyendo los que están vinculados con las llamadas revoluciones de colores en el norte de África y el Medio Oriente— confirma que un Estado perfectamente floreciente puede, en cuestión de meses e incluso días, ser transformado en una arena de conflicto armado feroz, convertirse en víctima de la intervención extranjera, y sucumbir en una red de caos, catástrofe humanitaria y guerra civil
[2] La partición de Alemania y la guerra de Corea mostraron al mundo una nueva realidad: la división en dos grandes bloques liderados por EEUU y la URSS. En adelante, cada bloque defendió su zona de influencia frente al avance del bloque contrario. Washington y Moscú utilizaron diferentes mecanismos para conseguir estos objetivos. Mientras tanto, los nuevos países que nacían del proceso de descolonización trataron infructuosamente de crear un movimiento que escapara de esta lógica bipolar.
[3] La Guerra de Osetia del Sur de 2008 fue un conflicto armado entre Georgia, de un lado, y las repúblicas prorusas de Osetia del Sur y Abjasia, y la misma Rusia del otro. Empezó el 7 de agosto del 2008. Los combates se iniciaron en Osetia del Sur, con la Batalla de Tsjinval, y se extendieron posteriormente a otras regiones de Georgia y al Mar Negro. Según fuentes rusas, Georgia denominó a la operación en Osetia del Sur «Campo Limpio». Según los datos de las mismas fuentes militares rusas, Georgia planeó una operación similar para Abjasia, con el nombre en clave «Roca» (en ruso: Скала), pero ésta fue paralizada por la reacción de Rusia
Los primeros enfrentamientos se produjeron cuando el presidente georgiano Mijeíl Saakashvili ordenó a su ejército recuperar el control del enclave osetio, independiente de facto desde 1992, pero calificado por Georgia como rebelde y perteneciente de iure a su territorio.En función de los acuerdos de paz que pusieron fin a la Guerra Civil Georgiana, estaban presentes en la república separatista fuerzas de paz de Rusia. Estas tropas tomaron las armas de lado osetio al poco de desencadenarse los combates, así como nuevas divisiones del ejército ruso que cruzaron la frontera internacional constituyendo, según Georgia, una declaración de guerra implícita contra su país. En el mismo bando que rusos y surosetos participaron fuerzas de la república separatista de Abjasia, tanto en Osetia del Sur, enviando voluntarios a combatir a los georgianos, como en la propia Abjasia. El 12 de agosto Dmitri Medvédev decretó el fin de las operaciones militares rusas en territorio georgiano y posteriormente aceptó el plan de paz propuesto por la Unión Europea, que conllevaba la retirada de ambos bandos a las posiciones anteriores al comienzo del conflicto.45El mismo día, Georgia presentó una denuncia contra Rusia en la Corte Internacional de Justicia, por violación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial. Por su parte la Fiscalía de Rusia abrió un «expediente por genocidio» para investigar las muertes en Osetia del Sur durante el ataque georgiano. Rusia tiene intención de demandar a Georgia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
[4] La intervención militar en Libia de 2011 fue una operación militar multinacional desarrollada bajo el amparo de la ONU, con el objetivo de cumplir lo dispuesto por la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que se autorizaba la adopción de «todas las medidas necesarias […] para proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque» de las fuerzas leales al gobierno de Muamar el Gadafi y en la que se establecía la «prohibición de todos los vuelos en el espacio aéreo», al tiempo que se autorizaba a adoptar «todas las medidas necesarias para hacer cumplir» dicha prohibición. La resolución y la subsecuente intervención militar surgen en respuesta a la represión del gobierno libio hacia los manifestantes que iniciaron sus protestas en distintos lugares del país, exigiendo reformas democráticas. Estos sucesos se enmarcan en el conjunto de revoluciones ocurridas en el mundo árabe a lo largo de 2011
Las operaciones militares comenzaron el 19 de marzo de 2011, con el ataque de los cazas Rafale del Ejército del Aire Francés a un número indeterminado de carros de combate de las fuerzas leales al gobierno de Gadafi, que fueron destruidos. Esa misma noche, las fuerzas navales estadounidenses y británicas iniciaron el lanzamiento de más de 110 misiles de crucero Tomahawk por parte de, las incursiones aéreas del Ejército del Aire Francés y la Fuerza Aérea Real Británica, y un bloqueo naval establecido por la Marina Real Británica La coalición inicial formada por Bélgica, Canadá, Catar, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Noruega y Reino Unido se amplió posteriormente hasta llegar a 16 países. La mayoría de los miembros de la coalición solo se ocuparon de hacer cumplir la zona de exclusión aérea y el bloqueo naval, siendo Francia, Reino Unido y Estados Unidos los países que lideraron las primeras operaciones militares ofensivas.
El 23 de marzo la OTAN tomó el control del embargo de armas decretado en las resoluciones 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El día 31 asumió, además, el mando del conjunto de las operaciones que se estaban llevando a cabo en Libia. La intervención militar recibió distintos nombres en clave según el país: Operación Amanecer de la Odisea (Estados Unidos), Operación Harmattan (Francia), Operación ELLAMY (Reino Unido), Operación MOBILE (Canadá). El nombre estadounidense también fue asumido por las fuerzas armadas de Italia, Dinamarca, Noruega y Bélgica (donde también recibió la denominación Operación Freedom Falcon).42 Por su parte, la OTAN usó el nombre Operación Protector Unificado cuando tomó el mando del embargo de armas y lo mantuvo cuando asumió el control de todas las operaciones.41
[5] Es un concepto introducido a principios de la década de 1980 por Andrew W. Marshall. Para ser una auténtica revolución los avances tecnológicos debían ir en paralelo a cambios profundos en la doctrina, adiestramiento y orgánica de las fuerzas armadas. Se ha escrito mucho sobre la Revolución en los Asuntos Militares (RMA en sus iniciales en inglés) y sobre la Transformación de la Defensa, dos términos de moda en la década de 1990 y principios de la de 2000. El inicio de las intervenciones militares en Afganistán e Irak pareció dar la razón a quienes compartían sus postulados. Sin embargo, su aparente ineficacia a la hora de enfrentarse las insurgencias posteriores rebajó drásticamente las expectativas generadas por ambos conceptos.
- Revolución Tecnológica Militar (RTM). Es un concepto empleado por algunos pensadores militares soviéticos, en especial por el mariscal Nicholai Ogarkov entre finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 para referirse a los hipotéticos efectos que tendría sobre el campo de batalla la aplicación de los avances tecnológicos en materia de inteligencia, comunicaciones, mando y control, y ataque de precisión. Avances sobre los que hablamos en un análisis anterior dedicado al estudio de la Batalla Aeroterrestre. Los soviéticos desarrollaron la idea de la RTM y desearon aplicarla a sus fuerzas militares, pero la distancia existente entre objetivos y medios (el propio Ogarkov reconoció públicamente en 1982 que el Ejército Rojo estaba dos generaciones detrás de los americanos en tecnología) les impidió llevarla a la práctica.
- Revolución en los Asuntos Militares (RMA). Es un concepto introducido a principios de la década de 1980 por Andrew W. Marshall, director de la Oficina de Net-Assessment del Pentágono. Marshall tuvo acceso a las reflexiones de los soviéticos y aceptó su punto de vista sobre el carácter potencialmente revolucionario de las nuevas tecnologías. Pero Marshall fue más allá al cambiar la ‘T’ por la ‘A’. Para ser una auténtica revolución los avances tecnológicos debían ir en paralelo a cambios profundos en la doctrina, adiestramiento y orgánica de las fuerzas armadas. Pocos años después, tras la victoria aliada en la Guerra del Golfo en 1991, las ideas de Marshall recibieron nueva y profunda atención y dieron origen al debate sobre la existencia en la actualidad de una RMA asociada a las tecnologías de la información (IT-RMA, de Information-Technology Revolution in Military Affairs en adelante).
- Revolución Socio-Militar (RSM). Otros autores se refieren a este tipo de cambio como Revolución Militar a secas, pero la ‘S’ es adecuada pues ayuda a distinguir con más claridad este concepto de los anteriores. La idea de la RSM precede a los autores que acabamos de mencionar. Se remonta al historiador británico Michael Roberts, quien en 1955 empleó el término revolución para referirse a las transformaciones políticas, militares y sociales acaecidas entre mediados de los siglos XVI y XVII. En 1976 Geoffrey Parker criticó el trabajo de Roberts no por el concepto en sí, sino por aspectos de carácter histórico. Según Parker la revolución a la que aludía Roberts se había producido unos cien años antes. A partir de ahí siguió un fecundo debate académico en el que no vamos a entrar. Sólo me interesa destacar que una RSM entraña un conjunto de cambios más amplio que el de una RMA, pues afecta al contexto social, político, económico y cultural en que se enmarcan las organizaciones militares y en consecuencia limita en unos casos, e impulsa en otros, las grandes transformaciones de los ejércitos.
[6] A Hungarian immigrant, Brigadier General Huba Wass de Czege (pronounced VOSH de tseh-geh) (born August 13, 1941) is the son of Count Albert Wass de Szentegyed et Czege. Wass de Czege retired from the United States Army as a General Officer with a reputation as a highly innovative thinker. He is the founder and first director of the School of Advanced Military Studies at the United States Army Command and General Staff College. During his career as an infantry officer, he served two tours in Vietnam where he earned five Bronze Stars, and the Silver Star for Gallantry in action. Wass De Czege was a principal designer of the operational concept known as AirLand Battle which was the doctrinal concept of the U.S. Army for many years. He was the founder and first director of the Army’s School for Advanced Military Studies where he also taught applied military strategy. In the late 1980s he was selected to command the 9th Infantry Regiment of the 7th Infantry Division (Light). His most senior military position was assistant division commander as a brigadier general. After retiring in 1993, BG Wass De Czege became heavily involved in the Army After Next Project and served on several Defense Advanced Research Projects Agency advisory panels. Wass de Czege graduated from the U.S. Military Academy at West Point in 1964 and earned an MPA from Harvard University. In the 1970s, Wass de Czege was a member of the Department of Social Sciences at West Point. Source: Association of Graduates, USMA, The Register of Graduates and Former Cadets, USMA West Point: 2008. Since his 20s, Wass de Czege has been an enthusiastic horseman, and has been involved with schooling and showing jumpers and hunters. He is a consultant to the U.S. Army Training and Doctrine Command.
[7] Sir Lawrence David Freedman, KCMG, CBE, PC, FBA (born 7 December 1948) is Emeritus Professor of War Studies at King’s College London. He has been described as the «dean of British strategic studies” and was a member of the Iraq Inquiry