En la actualidad, es una evidencia que los aliados tuvieran que pisar el continente europeo para vencer a Alemania, tal y como explica el historiador Oliver Wieviorka en su libro “Historia del Desembarco de Normandía”.
Podemos pensar el hecho de que, para hacerlo, eligieran Francia parece también natural: la victoria ratificó esta elección, y la memoria la consagra transformando las playas del desembarco de Nornandia en un lugar de peregrinaje en la que los antiguos combatientes y los espectadores se mezclan para celebrar el día D. El 6 de junio de 1944, daría comienzo el mayor desembarco anfibio militar de la historia. En ella se resuelven meses de espera angustiosa, de especulaciones febriles y de intensos preparativos; esta en juego la campaña que pretende derrotar al Tercer Reich. Decenas de miles de hombres en sus lanchas de desembarco se acercan las playas de Francia, la neblina provocada por la artillería naval y el bombardeo de los aviones, convertirían las playas de Normandía en una duda inesperada, de lo que se iban a encontrar los solados aliados. Para los hombres de las cinco divisiones de asalto, esas primeras horas del Día-D fueron momentos de muerte, miedo y valor. Las playas se convirtieron en un auténtico caos en hombres, vehículos y barcazas de desembarco. Todo ello, sumado a la mala mar que hace zozobrar las lanchas, a los nervios de los hombres que van a enfrentarse a una muerte segura, y para muchos de ellos aquellas playas, hoy desoladas, antaño, protagonistas de una de las mayores batallas de la historia, se convertirían en su tumba. Ésta suscitó, entre 1942 y 1943, violentos debates estratégicos entre los aliados norteamericanos, británicos y los soviéticos, quienes defendían sus propios enfoques geopolíticos; la dificultad de conciliarlos provocó que la empresa se retrasara más de lo debido. El desembarco aliado de 1944 pudo haber acabado en desastre. Winston Churchill pensaba que el 6 de junio amanecería con una gran catástrofe, con miles de bajas y Eisenhower preparó un breve discurso para anunciar que la empresa había fracasado. Durante la batalla de Normandía volvieron a enfrentarse los dos hombres que había rivalizado en el combate durante las batallas en el Norte de África, Rommel y Montgomery. Pero será el alemán quien acierte con el calificativo que merece la fecha. Rommel dijo a su ayudante, el capitán Lang, el 22 de abril de 1944:
“Créame Lang, las primeras veinticuatro horas de la invasión serán decisivas…de su resultado depende el destino de Alemania. Tanto para los aliados, como para nosotros, será el día más largo”
Con dificultades para armonizar sus planes y para movilizar las economías y sociedades para la guerra, los aliados no tomaron la decisión de lanzar Overlord hasta el otoño de 1943. En efecto hubo que esperar hasta el 13 de abril de 1943 para que un general británico, Frederick Morgan, recibiera el encargo de planificar la acción. No obstante todavía se trataba solo de algunos esbozos sobre los planes de la batalla. Overlord se aprobó en la Conferencia de Teherán (28 de noviembre-1 de diciembre de 1943) y Eisenhower, fue nombrado Jefe Supremo del Cuerpo Expedicionario, no recibió el encargo de dirigirla hasta el 6 de diciembre de 1943. Los americanos planearon una operación moderna con métodos modernos; aquí radica el éxito del Día-D, frente al orden alemán, la aparente improvisación norteamericana.
En estos momentos aparece en escena el general George S. Patton, el de la bofetada en Sicilia, hombre temperamental, que crea otro conflicto. En una reunión en Londres donde casi todos los asistentes eran británicos, (mujeres del síndico feminista) lanzó la teoría de que una vez lograda la victoria, EEUU y Gran Bretaña tenían que unirse irremediablemente para dominar al mundo. En realidad, los oyentes sacan la conclusión de que será Norteamérica la única potencia que quede en pie. Tras una serie de reclamaciones e intervenciones de la Secretaria de Estado de los EEUU, que sólo la tenacidad y la confianza de Eisenhower en Patton logran acallar el gran revuelo. Incluso una vez derrotada Alemania y firmado el armisticio, Patton mencionó a Bradley la posibilidad de devolver las armas a los alemanes y luchar contra el amenazante Ejército Rojo; incluso por su cuenta se negó a desarmar a un Regimiento de Panzergrenadier de las SS y los mantuvo como su guardia personal entrenándoles y manteniéndoles a punto, en el castillo de Frünstenberg, en Alemania, donde Patton se alojaba. En Principio, la Operación Overlord era de muy limitados alcances: poner pie en el continente y destruir al ejército alemán. Eisenhower plantea la cuestión en términos mucho más amplios. Es preciso destruir al enemigo en sus centros vitales que son, por una parte la zona industrial del Ruhr, y por otra, la cuenca del Sarre. El avance en una sólo dirección, el ataque frontal, no decidiría la batalla por muchas y graves pérdidas que sufriera el enemigo. Se impone, por tanto, un frente móvil que permita aprovechar cuanto antes las puertas de Bélgica, liberar Francia, cruzar el Rin y eliminar o eludir el paso de la línea Sigfrido. Tras largas discusiones fue aprobado el siguiente esquema general de la invasión:
a) Desembarco en algún punto de Normandía.
b) Plantear la batalla decisiva en la región de Normandia-Bretaña y romper el cerco enemigo. La dirección táctica de estas dos primeras fases recaería sobre el general Montgomery.
c) Persecución del enemigo sobre un amplio frente. Los dos Grupos de Ejército, encomendado al de la izquierda la conquista de los puertos, llegar a la frontera alemana y amenazar el Ruhr, y al de la derecha, el enlace con las fuerzas que invadirían Francia desde el sur. (Operación Dragón, VI Cuerpo de Ejército USA y II Cuerpo de Ejército de la Francia Libre, los cuales estarían encuadrados en el VII Ejército, bajo el mando del general Alexander M. Pacht.)
d) Creación de una base a lo largo de la frontera occidental de Alemania, para asegurar la posesión de los puertos belgas y los del Mediterráneo.
e) Mantener una constante ofensiva para desgastar al enemigo y dar lugar a la concentración de fuerzas para la batalla final.
f) Destrucción del enemigo al Oeste del Rin y creación de cabezas de puente en su otra orilla.
g) Ataque final de doble franqueo del Ruhr, con avance inmediato a través de Alemania
h) Aniquilamiento total de Alemania.
Quedaba por elegir la fecha inicial de la ofensiva. En la conferencia de Teherán, Roosevelt y Churchill prometieron a Stalin que se llevaría a efecto en el curso del mes de mayo, fecha dada un tanto a la ligera para acallar los apremios del dictador rojo.
PLAN DE TRANSPORTES
Tanto Harris de la RAF como Spaatz de la USAAF, no estaban de acuerdo con el “Plan de Transportes”, y sólo cooperarían si lo ordenaban los jefes supremos. El aumento de 3 a 5 divisiones se hizo posible gracias a que el SHAEFF (Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada) logró convencer a los jefes del Estado Mayor Combinado para que se aumentase el número de embarcaciones de desembarco, de 3.000 a 4.000. Tal incremento no solo obligaba a posponer la fecha del Día D, para conseguir otro mes de producción de embarcaciones de desembarco, sino que también se posponía un mes más la tan proyectada invasión de Francia. Pero el aumento de las tropas también afecto a los paracaidistas, ya que de las dos brigadas se utilizarían finalmente dos divisiones norteamericanas (82º y la 101º) y una británica (6º aerotransportada). Finalmente el proyecto se presentó el 15 de mayo de 1944 a manos de Montgomery, en la St. Paul School de Londres. Cuatro mil embarcaciones transportarían hombres, tanques y armamento desde los puertos de la costa del sur de Inglaterra. La fuerza naval estaría compuesta por unos 700 buques de guerra, aunque tan sólo 344 participarían directamente en la escolta y en el bombardeo naval de la costa. La fuerza aérea estaría formada por 5.212 bombarderos, 5.847 cazas y 4.907 planeadores y aviones de transporte. Aproximadamente más de 16.000 aviones. Entre pilotos y tripulantes estaríamos hablando de unos casi 60.000 hombres de las fuerzas aéreas de la RAF y la USAAF. Los tanques tipo “Doble conducción”, carros de combate anfibios, estaban provistos de unas carcasas de madera que les permitían flotar, y de dos hélices situadas en la parte trasera. Aunque no superaban una velocidad en el mar de más de 6 km/h, los británicos y norteamericanos se sentirían muy satisfechos de saber que contarían en el primer desembarco con apoyo de los carros. Los tanques protegerían la primera oleada de desembarco en las playas asignadas a británicos y canadienses, a fin de enfrentarse a los posibles blindados y focos de resistencia alemanes que hubieran sobrevivido a los bombardeos navales. Para el Día D+1 los aliados debían controlar Caen, Bayeux y St. Lô, por ese orden de importancia, mientras que las cuatro cabezas de playa orientales; Sword, Gold, Juno y Omaha, deberían quedar conectadas entre sí. Esto dejaría a los americanos de la playa de Utah, en el punto más alejado del estuario del Vire, aislados pero protegidos por un cuerpo de paracaidistas. El objetivo de los americanos era avanzar hacia el norte para limpiar la península de Cherbourg, proporcionando así a los invasores un puerto vital para sus suministros. Los factores predominantes eran la pleamar, para que la primera oleada de embarcaciones pudiera llegar a las playas y dejarlas limpias de obstáculos para las sucesivas oleadas y la luna llena para que pudiesen llevarse a cabo los lanzamientos de paracaidistas. Los generales alemanes no querían admitir el hecho de la invasión. La guerra ha cambiado de signo: los aliados están a las puertas de Roma, los Balcanes arden en luchas civiles y en Rusia acaba de perderse Crimea. El 20 de marzo Hitler ha reunido a los jefes supremos de los tres Ejércitos para lanzarles una arenga. Las palabras del Führer a su Estado Mayor fueron las siguientes:
“ Es evidente que habrá de producirse un desembarco angloamericano en el Oeste—Ahora bien, no sabemos donde ni cuando. Tampoco es posible establecer conjeturas razonadas. Las concentraciones de buques que se observen no deben ser tomadas como síntoma de que la elección haya recaído sobre un sector determinado. Las zonas más favorables, y por consiguiente las más amenazadoras, son las dos penínsulas occidentales de Cherburgo y Brest, que ofrecen tentadoras posibilidades para establecer una cabeza de puente. La operación de desembarco no podrá prolongarse, desde ningún concepto, más allá de unas horas o todo lo más, días, como demuestra el ejemplo de Dieppe. Una vez rechazado, el enemigo no repetirá su tentativa. Dejando aparte el número de bajas sufridas, necesitará varios meses para un segundo intento. Con todo, no es éste el único factor que lo impida, sino también el rudo golpe sufrido en la moral de sus tropas y mandos. De momento impedirá la reelección de Roosevelt, el cual podrá considerarse afortunado si termina en una cárcel. Lo más importante para el enemigo consiste en conquistar un puerto que le permita desembarcar en la mayor escala. Solamente esto confiere ya una importancia capital a las costas occidentales y a sus puertos. Se han cursado órdenes para que se les considere Fortalezas , cuyo jefe quede responsable de la buena marcha de los tres servicios y haga la fortaleza inexpugnable.”
Otro factor importante es que ninguno de los mandos supremos del sector occidental, excepto Rommel, comprendía la guerra moderna ni la táctica de los aliados. Eran combatientes de la “guerra relámpago” y del frente ruso, pero nunca habían medido sus fuerzas con los generales angloamericanos. Tan pronto como el Cuartel General del XV Ejército opta por la segunda estrofa de Verlaine lo comunica al comandante general, a los gobernadores militares de Bélgica, Francia, al Grupo de Ejércitos B, al Alto Estado Mayor y al cuartel General del Führer. Son las 22:15h. (hora alemana) del día 5 de junio. Pero hay que advertir que antes, durante y después del desembarco la Resistencia francesa tuvo un papel importante y decisivo en las operaciones de sabotaje. Días antes del desembarco la Resistencia había recibido órdenes de escuchar la BBC en determinados días 1,2,15 y 16 de cada mes; centenares y centenares de mensajes instruyen a los diversos grupos: “Mañana la melaza dará coñac”, “la flecha se inca en el acero”, “Sabina ha cogido paperas”, “Juan tiene largo el bigote”, “la guerra de Troya no dará lugar” etc… el almirante Canaris, jefe del Servicio Secreto alemán, el Abwer, notificó al Alto Mando durante el mes de enero, que durante los meses anteriores al Día-D los aliados transmitirían centenares de frases, deliberadamente redactadas para confundir a los aliados. Pero el primero o el quince del mes escogido para la invasión se recitaría el primer verso de Chauson d’Autonne (Canción de Otoño) de Paul Verlain, y veinticuatro horas antes de la invasión el segundo verso.
Les sanglots longs Los interminables sollozos
des violons de los violines
de l’automne, del otoño,
blessent mon coeur hieren mi corazón
d’une langueur con su monótona
monotone languidez
El Alto Mando Alemán desconfiaba de los informes del servicio secreto, según la opinión más admitida, pero la verdad es que en el Diario de Guerra del XV Ejército, se recogieron los informes de los mensajes interceptados. El teniente general Helmuth Meyer, -Jefe del servicio de Información-, dio parte inmediatamente al comandante general Hofmann, jefe del Estado Mayor del XV Ejército, quien se lo transmitió a su comandante en jefe, el general Von Salmuth, quien no le dio ninguna importancia y siguió jugando al mus con un grupo de oficiales. Cuando se acerca el Día-D, los aliados planean cinco operaciones que reciben los nombres de Gravable, Vislumbre, Escuadrilla ABC, Titánico y Taladro. Las dos últimas consistieron en lanzar miles de muñecos de goma en la zona anglocanadiense, denominados como “soldado Ruperto” el cual tenía un dispositivo que al llegar al suelo disparaba diversos petardos, durante la confusión de la noche, fácilmente podrían confundirse con los de verdad. Por fortuna los servicios de seguridad británicos habían capturado a todos los agentes de Berlin que operaban en Gran Bretaña. La mayoría de estos agentes habían sido “engañados” para que transmitieran la información errónea a sus supervisores. Este sistema llamado “doble equis” controlado por el Comité XX, tenía por objetivo provocar mucho “ruido” y confusión como uno de los aspectos fundamentales de la llamada Operación Fortitude (“Fortaleza”) Fortitude fue la medida de diversión más ambiciosa de la historia de la guerra, un proyecto de mayor envergadura incluso que la maskirovka que por aquel entonces preparaba el Ejército Rojo para ocultar el verdadero objetivo de la Operación Bragation, la ofensiva militar de Stalin para rodear y aplastar a la Wehrmacht en Bielorrusia. La Operación Fortitude tenía dos objetivos o planificaciones; la primera de ellas “Fortitude Norte” El objetivo de Fortitude Norte era mantener en su lugar a las fuerzas de ocupación alemana desplegadas en Noruega. Para la ocupación de Escandinavia, el ejército alemán tenía desplegados cientos de miles de hombres que se mantuvieron allí hasta el final de la guerra por decisión personal de Hitler, contra la opinión de muchos de sus generales, como Gerd von Rundstedt y Erwin Rommel, que entonces era el principal responsable de la defensa del Muro atlántico. A tal fin se fingió el despliegue en Escocia de varias unidades ficticias que formaban parte de un supuesto «4.º Ejército Británico».
La segunda parte del plan era “Fortitude Sur” era la operación principal: pretendía persuadir a los alemanes no solo de que el desembarco aliado se produciría en la zona de Calais (la ruta más corta por mar y la más cercana a la frontera alemana) sino también de que cualquier ataque en otros puntos, como Normandía, consistiría simplemente en operaciones de diversión. Para garantizar el éxito de este engaño, los aliados hicieron creer que el general George Patton, uno de los mandos aliados más famosos y temidos por los alemanes, estaba al mando de once divisiones del ficticio «I Grupo de Ejércitos de los Estados Unidos», en el sur de Inglaterra. El efecto se completó con el despliegue de centenares de aviones, tanques y lanchas falsos, además de con las constantes emisiones por radio de los cuarteles generales de los supuestos ejércitos de invasión. A Patton solo se le permitió trasladarse a Francia un mes después del desembarco, el 6 de julio, momento en el que los alemanes aún temían que debía dirigir un segundo desembarco en Calais. El traslado de Patton no significaba el final de Fortitude, sino que se designó como su sucesor al frente del «I Grupo de Ejércitos» al general Lesley J. McNair aunque McNair murió el 25 de julio, a causa del fuego amigo de un bombardeo norteamericano sobre la carretera Périers-Saint-Lô, durante una visita secreta al frente en el transcurso de la Operación Cobra. Solo el 16 de agosto se levantaron las restricciones informativas sobre las operaciones de Patton en Francia y se le confirmó públicamente el ascenso a general de división. Uno de los mayores artífices de este engaño fue el agente doble español Juan Pujol, alias Garbo. Pujol pretendía dirigir una red de más de veinte agentes que, en realidad, solo transmitían al espionaje alemán informaciones preparadas desde Londres. Otros agentes destacados fueron el yugoslavo Dušan Popov (Triciclo), y el polaco Roman Garby-Czerniawski
El Alto Mando aliado hizo esfuerzos para convencer a los alemanes que la invasión -que por su envergadura no podía ocultarse- no se llevaría a cabo en las playas de Normandía. Dos de los planes de distracción fueron ideados por el Comandante de Ala de la RAF E.I. Dickie, quien planteó a sus superiores dos operaciones, una aérea y una naval. Los planes operacionales conjuntos que serían ejecutados por la RAF y la Royal Navy fueron llamados Operación Taxable y Operación Glimmer, que tenían el propósito de crear imágenes de radar que parecieran ser de una gran flota de invasión.Un primer engaño consistió en utilizar lanchas y señales de radio para disimular el movimiento de una gran convoy en un falso asalto a las playas comprendidas entre Le Havre y Dieppe. El segundo engaño diseñado, para insinuar una amenaza de desembarco anfibio similar al este de Le Havre, se llevo a cabo con dos lanchas de motor frente a la costa de Harfleur. Y el tercero llamado Operación Glimmer, adoptó la forma de un bombardeo aéreo de gran importancia contra las fortificaciones del Pas-de-Calais. También se idearon otras tretas con el fin de impedir que los alemanes desplazaran a Normandia tropas procedentes de otros lugares de Francia. La Operación Ironside tenía por objeto dar la sensación de que dos semanas después de los primeros desembarcos se lanzaría una segunda invasión en la costa occidental francesa directamente desde los Estados Unidos y las Azores. Otro de los planes de diversión, la Operación Copperhead, se puso en marcha a finales de mayo cuando un actor que guardaba un extraordinario parecido con el General Montgomery, visitó Gibraltar y Argel, dando a entender que se preparaba un ataque contra la costa del Mediterráneo. Una cuarta maniobra de engaño, la mayor de todas, fue la operación Taxable, tenía dos partes: el lanzamiento de los muñecos paracaidistas cerca de Boulogne, y el lanzamiento sobre el Canal de decenas de miles de tiras metálicas, llamadas Window, para interferir en los radares alemanes. Del lanzamiento de Window, se encargó el escuadrón 617 del coronel Leonard Cheshire. Bajo las nubes de Window, mientras caían las tiras metálicas, se encontraban las cañoneras de motor de la Royal Navy –la Operación Moonshire–, que transportaba equipamiento electrónico especial, capaz de responder a las señales de los radares alemanes, amplificando dichas señales para que parecieran que en realidad se trataba de unos 20 o 30 buques de guerra. El engaño de Pas-de-Calais fue un éxito, la flota fantasma aliada era claramente visible en los radares del ejército alemán, la cual desvió la atención de las defensas costeras del Muro Atlántico y de los aviones de combate de la Luftwaffe, fuera del lugar del desembarco real, que en aquel momento se dirigían hacia las playas de Normandía, a 150 millas de distancia.
Aunque uno de los planes que desestabilizó la reacción de la defensa de reacción alemana, e imposibilito que los alemanes pudieran echar a los americanos de Omaha, fue la Operación Titánico: En las primeras horas del Día-D, dos grupos de paracaidistas, unos 15 en cada grupo, se lanzaron cerca de la ciudad de Isigny, a 15 kilómetros de la playa de Omaha en dirección sureste. En la última operación de engaño realizada por el coronel Bevan de la sección de control de Londres. Este plan pretendía distraer a los alemanes fingiendo un asalto importante de paracaidistas. Uno de los estrategas de la operación y de la ejecución del plan fue el capitán Foot, del SOE ( Jefatura de Operaciones Especiales) Dos grupos más de paracas de 5 hombres cada uno, miembros de la Brigada Especial del Servicio Aéreo (SAS), participaron también en Titánico. Al desembarcar encendieron bengalas para iluminar la zona de desembarco aéreo y reprodujeron en gramófonos grabaciones de armas de fuego de bajo calibre, mezcladas con conversaciones de soldados para crear confusión en las líneas de retaguardia del ejército alemán. Con ello el 915 regimiento de la 352º División de infantería alemana, tuvo que ser enviada para “contrarrestar una amenaza aerotransportada” cerca de Isigny, dedicándose a ello toda la mañana del desembarco. La Operación Titánico fue una obra maestra de engaño, ya que en el momento en que los americanos estaban más vulnerables en la playa Omaha, si los defensores alemanes hubieran contado con la ayuda del 915 Regimiento enfrascado en la búsqueda de paracaidistas de goma, quizás las cosas hubieran surgido de otra manera, y las tropas americanas en Omaha hubieran sido empujadas de nuevo hacia el mar, poniendo en una situación difícil y precaria a las tropas en Utah y en el sector anglocanadiense. Si los alemanes rompían la cabeza de playa aliada, podrían cercar en dos bolsas a las tropas aliadas en Normandía. Una la más oriental en Utah, y la más occidental en Gold, Sword y Juno. Otro de los aspectos más importantes de apoyo antes del desembarco, fueron los ataques de la Fuerza Aérea Aliada contra las principales baterías costeras alemanas en la zona del desembarco. “Point du Hoc, Ouisterham, Merville-Franceville o St. Martin-de-Vareville”. Estos ataques fueron llevados por el Comando de Bombarderos de la Royal Air Force, la VIII Fuerza Aérea de los EEUU, que lanzó más de 3.000 toneladas de bombas sobre las defensas costeras y por el Grouppe Guyenne y el Grouppe Tunisie, de la Fuerza Aérea Francesa Libre que atacó los emplazamientos de cañones fortificados alemanes a las afueras del Grand-Camp-Maisy, que apuntaban claramente a la playa de desembarco norteamericana de Utah. Otra de aquellas operaciones fue llevada a cabo por varios escuadrones de bombarderos checoslovacos de la RAF, en el Mar de Irlanda y en el Golfo de Vizcaya, su misión interceptar a más de 40 submarinos alemanes que se dirigían al Canal de la Mancha a interceptar a la flota aliada.
Cuando amaneció en las playas aliadas, tanto en el sector americano (Utah y Omaha), como en el sector anglocanadiense (Gold, Sword y Juno). Llegaron a estas últimas tres batallones de zapadores británicos de la Unidad de Limpieza de Obstáculos de la Marina Real (LCOCU). Su misión la de eliminar los miles de obstáculos minados que había en el agua, para poder abrir el camino a las tropas que desembarcarían en breve. Tres cuartas partes de estos hombres murieron bajo el fuego de las ametralladoras. Alemanas mientras trabajaban. En la playa de Utah y Omaha, este peligroso trabajo fue realizado por los miembros de las Unidades de Demolición de Combate Naval (NCDU). Cada unidad estaba compuesta por seis o siete ingenieros de combate y el mismo número de expertos en demolición de la Marina. A cada unidad se le asigno un sector de 50 metros de la playa, con la misión de limpiar los obstáculos alemanes que pudieron impedir el paso de las siguientes lanchas o dañarlas cuando subiese la marea y quedasen ocultas, con lo cual podrían provocar un desastre de grandes proporciones entre las tropas desembarcadas. Uno de los preparativos más espectaculares de la invasión fue dotar a cada uno de los aviones aliados de señales de identificación veinticuatro horas antes de la batalla para evitar que los alemanes las copiaras. Se pinto a todos los aparatos con rayas blancas negras, operación realizada en una sola tarde y en la que se emplearon 20.000 brochas y 454.000 litros de pintura para un total de 11.000 aviones.