El final de la Guerra Fría El Presidente Ronald Reagan y Gorbachov (1979-1991): En abril de 1978, el comunista Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) se hizo con el poder en Afganistán tras la Revolución de Saur A los pocos meses, los opositores al gobierno comunista lanzaron una revuelta en el este del país, que se creció rápidamente hasta convertirse en una guerra civil que se extendía por todo el país, con los rebeldes muyaidin atacando a las fuerzas gubernamentales a lo largo y ancho del país. El gobierno de Pakistán proveía estos rebeldes de lugares donde esconderse y entrenamiento militar. En el otro bando, el PDPA era apoyado por los asesores militares mandados desde la Unión Soviética. Mientras tanto, en el PDPA se luchaban guerras internas entre la mayoría Jalq y los moderados Parcham. Como resultado, los parchamíes renunciaron a sus cargos en el gobierno y los oficiales militares parchamíes fueron arrestados con la excusa de un supuesto golpe de estado parchamí. Hacia 1979, Estados Unidos había comenzado un programa secreto para dar asistencia militar y armas a los muyahidines. En septiembre de 1979 el presidente jalq, Nur Mohammad Taraki, fue asesinado en un golpe interno del PDPA orquestrado por su primer ministro Jafizulá Amín, que asumió la presidencia. Los soviéticos, que desconfiaban de Amín, lo asesinaron en diciembre de 1979. Se formó un nuevo gobierno bajo las órdenes de los soviéticos, liderado por el parchamí Brabak Karmaly con la participación de ambas facciones. Se desplegaron más fuerzas soviéticas para estabilizar el país bajo el poder de Karmal, aunque los soviéticos no esperaban llevar el peso de las operaciones militares. Sin embargo, con su presencia y apoyo a uno de los bandos, los soviéticos se vieron envueltos en lo que debía haber sido una guerra doméstica. El presidente Carter describió la invasión soviética como «la más seria amenaza para la paz desde la Segunda Guerra Mundial». Como consecuencia, retiró el tratado SALT II de su aprobación en el Senado, impuso un embargo sobre los cereales y la transferencia de tecnología a la URSS, pidió un incremento significativo del gasto militar estadounidense y finalmente lideró el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú. En enero de 1977, cuatro años antes de convertirse en presidente, Ronald Reagan reveló claramente en una entrevista su postura en relación a la Guerra Fría: «Mi idea de lo que debe ser la política estadounidense en lo que respecta a la Unión Soviética, es simple, y algunos dirán que simplista», dijo. «Es esta: nosotros ganamos y ellos pierden, ¿qué te parece?» En 1980, Reagan ganó las elecciones, con la promesa de incrementar el gasto militar y enfrentarse a los soviéticos en cualquier lugar que fuera necesario. Tanto Reagan, como la recién elegida Primera Ministra británica Margagaret Thatcher, denunciaron tanto a la Unión Soviética como a la ideología comunista. Reagan calificó a la Unión Soviética como el «Imperio del Mal» y predijo que el comunismo acabaría en «el montón de cenizas de la Historia» A principios de 1985, el anticomunismo visceral de Reagan se desarrolló en una postura conocida como la Doctrina Reagan en la que, además de la Contención, abogaba por el derecho de los Estados Unidos de subvertir y derrocar los gobiernos comunistas existentes. Además de continuar con la política de la administración Carter de apoyar a los opositores islamistas de la Unión Soviética y del gobierno pro-soviético del PDPA, la CIA también buscaba debilitar a la Unión Soviética promoviendo la aparición de un Islam político en aquellas Repúblicas Soviéticas de Asia Central de mayoría musulmana. Además, la CIA alentó a la ISI pakistaní, de ideología anti-comunista, a entrenar a musulmanes de todo el mundo para que participaran en la yihad contra la Unión Soviética.
Problemas estructurales de la Económica Soviética: A principios de la década de 1980, los gastos militares representaban el 25 % del PBI soviético, a costa del gasto en bienes de consumo para los ciudadanos y la inversión en sectores civiles. Los gastos acumulados en la carrera armamentística y otros compromisos derivados de su implicación en la Guerra Fría, causaron y magnificaron los profundos problemas estructurales del sistema económico soviético, que acabaron provocando una crisis económica permanente durante el mandato de Brezhnev. La inversión soviética en el sector de la Defensa no estaba dirigida tanto por una necesidad militar real, sino por los intereses privados de los miembros de la Nomenclatura que dependían de las inversiones públicas en el sector para mantener su poder e influencia. Las fuerzas armadas soviéticas se convirtieron en las más grandes en función de la cantidad y tipos de armas que poseían, en número de tropas y el tamaño de su complejo militar-industrial. Sin embargo, todas estas ventajas cuantitativas de bloque oriental se veían muchas veces superadas por las ventajas cualitativas de los ejércitos más modernos y tecnológicamente más avanzados del bloque occidental. La escalada militar que comenzó Reagan no fue seguida de una escalada igual en la Unión Soviética, por falta de recursos económicos. Los gastos militares soviéticos ya se consideraban excesivos, y junto con una economía planificada ineficiente y una agricultura colectivizada poco productiva, eran un lastre muy pesado para el desarrollo de la economía soviética. Al mismo tiempo, tanto Arabia Saudí como otros países no-OPEP comenzaron a incrementar su producción, saturando el mercado del petróleo y empujando los precios hacia abajo. Esta bajada de precios afectó gravemente a la Unión Soviética, ya que la exportación de petróleo era su fuente principal de divisas. Los problemas derivados de una economía centralizada, la bajada del precio del crudo y el gasto militar descontrolado condujeron a la economía soviética a una crisis sistémica.
Aumento de la capacidad militar estadounidense: Desde 1980, EE. UU. comenzó una escalada militar con el desarrollo de armas como el bombardero Rockwell B-1 Lancer, el misil LGM-11A Peacekeeper y sobre todo, el desarrollo experimental de la Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida como «La Guerra de las Galaxias» que pretendía, mediante unos satélites colocados en la órbita terrestre, tener la capacidad de interceptar los misiles enemigos en pleno vuelo. La ciudadanía estadounidense todavía guardaba muchos recelos a la intervención militar directa desde el desastre de la Guerra de Vietnam. La administración Reagan optó por el uso de tácticas rápidas y de bajo coste para la intervención en los conflictos en el extranjero, como el uso de la contrainsurgencia Durante 1983, la administración Reagan intervino en la Guerra Civil libanesa, invadió Granada, bombardeó Libia y apoyó a los Contras, un grupo de paramilitares anticomunistas que buscaban derrocar al gobierno sandinista pro-soviético de Nicaragua. Mientras que sus actuaciones en Granada y Libia fueron populares, su apoyo a los contrainsurgentes fue más controvertido, como en el caso del Irán-Contra Mientras tanto, los soviéticos seguían aumentando el gasto de sus intervenciones en el extranjero. Aunque Brezhnev afirmaba que la intervención soviética en Afganistán sería breve, las guerrillas musulmanas, con el apoyo de EE. UU., ofrecían una resistencia fiera al invasor. La Unión Soviética llegó a movilizar 100.000 soldados en suelo afgano para sostener su gobierno-marioneta, lo que llevó a muchos observadores a calificar la guerra en Afganistán como «el Vietnam de los soviéticos». La guerra de Afganistán tuvo unas repercusiones peores aún que la de Vietnam para los estadounidenses, pues el conflicto afgano coincidió con un periodo de desintegración interna y crisis económica en el sistema soviético.
Las reformas de Gorbachov: En el momento en el que el (comparativamente) joven Mihail Gorvachov se convirtió en Secretario General en 1985, la economía soviética estaba totalmente estancada y sin fondos de divisas extranjeras a causa de la caída de los precios del petróleo de la década de 1980. Esta situación motivó a Gorbachov para buscar nuevas medidas que revivieran la economía y mejoraran la calidad de un Estado enfermo y podrido por la corrupción. Tras unas reformas muy comedidas, Gorbachov llegó a la conclusión de que eran necesarios cambios estructurales profundos, y en junio de 1987 anunció una serie de reformas económicas que se conocieron como la Perestroika (reestructuración). La Perestroika relajó el sistema de producción soviético, permitió la actividad económica privada, y puso las primeras medidas para impulsar la inversión extranjera. Estas medidas pretendían redirigir los recursos del país de los costosos compromisos militares de la Guerra Fría a otras áreas más productivas de los sectores civiles. A pesar del escepticismo inicial de Occidente, el nuevo líder soviético demostró estar más comprometido con el desarrollo económico de la Unión Soviética que de continuar con una costosa carrera armamentística con EE.UU. Como medida para calmar a la oposición interna, Gorbachov introdujo la Glásnost (apertura), que incrementaba la libertad de prensa y la transparencia de las instituciones del Estado. La Glásnost intentaba reducir la corrupción que se había instalado en las altas esferas del Partido Comunista y moderar los abusos del Comité Central. La Glásnot también permitía un contacto más intenso de los ciudadanos soviéticos con el mundo occidental-capitalista, particularmente con los Estados Unidos, acelerando el proceso de «détente» entre ambas potencias.
La caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética (1989-1991): A lo largo del verano de 1989, una serie de subterfugios legales permitieron a los ciudadanos de Alemania Oriental pasar a la Europa Occidental: la desaparición de controles en la frontera de Hungría con Austria permitía a los ciudadanos de Berlín Este salir como turistas a Hungría, y de allí a Austria. El Gobierno de Alemania Oriental respondió prohibiendo los viajes a Hungría, solamente para encontrarse con que el mismo problema se reproducía en Checoslovaquia, desde donde los ciudadanos pasaban a Hungría y desde allí a Austria. El 18 de octubre el presidente de Alemania Oriental Erich Honecker dimitía y asumía su cargo Egon Krenz. Mientras tanto, las protestas se sucedían a lo largo de toda Alemania Oriental, hasta llegar a su cénit el 4 de noviembre, cuando medio millón de personas se manifestaron en Alexanderplatz. Los ciudadanos de Alemania Oriental seguían llegando en oleadas a Checoslovaquia para escapar a través de Hungría y Austria. La administración de Krenz acabó tolerando este subterfugio y finalmente, para facilitar las complicaciones aduaneras que se presentaban, el gobierno de Krenz decidió permitir a los ciudadanos de Berlín Este a salir directamente por los puestos fronterizos hacia Berlín Oeste. La nueva regulación que permitía los viajes privados entre ambas zonas se iba a presentar el 9 de noviembre, y entrarían en efecto al día siguiente. Günther Schabowski, el portavoz del SED, tenía la tarea de anunciar estos cambios; sin embargo, Schabowski no participó en las conversaciones que dieron forma a la nueva regulación y no estaba enterado de todos los detalles. Poco antes de la rueda de prensa que se daría para anunciar los cambios, se le pasó una nota con los cambios en la regulación, pero sin ofrecerle más información de cómo gestionar la noticia. En realidad, estas nuevas regulaciones se había completado solamente unas horas antes del anuncio, y deberían haber entrado en efecto al día siguiente para poder avisar a los guardas de los puestos fronterizos; pero nadie avisó a Schabowski de este detalle. Schabowski, por lo tanto, no pudo hacer otra cosa que leer la nota en voz alta. Cuando comenzó el turno de preguntas, uno de los periodistas preguntó cuándo tendrían efecto las mencionadas regulaciones. Tras dudar unos segundos, respondió que la nueva regulación entraba en efecto de manera inmediata, y siguiendo el turno de preguntas, afirmó que las regulaciones afectaban igualmente a los puestos fronterizos de Berlín Oeste, aunque en la nota que se había leído no se hacía referencia ninguna a la ciudad de Berlín. Los extractos de esta rueda de prensa abrieron los informativos de Alemania Occidental (cuya señal llegaba también a la práctica totalidad de Alemania Oriental) El presentador de uno de los programas de la ARD, Hans Joachim Friedrichs, proclamó: «Este es un día histórico. Alemania Oriental ha anunciado que, con efecto inmediato, las fronteras han sido abiertas. La RDA está abriendo las fronteras… los puestos fronterizos de Berlín están abiertos». Tras oír la retransmisión, los ossis (ciudadanos de Berlín Este) comenzaron a reunirse en los seis puestos fronterizos a lo largo del Muro de Berlín, exigiendo a los guardias fronterizos que abrieran inmediatamente los puestos de control. Los guardias, sorprendidos y sobrepasados por la situación, comenzaron a llamar frenéticamente a sus superiores. En un principio, se ordenó controlar a las personas «más agresivas» y sellarles el pasaporte de manera que no pudieran volver a entrar a Alemania Oriental (lo que significaba revocarles la ciudadanía). Aun así, miles de personas seguían en los controles fronterizos, exigiendo pasar al otro lado «tal y como Schabowski ha dicho». Al poco tiempo, estaba claro que ninguna autoridad del Berlín Oriental tomaría la responsabilidad de ordenar el uso de la fuerza letal, de manera que los guardias, superados claramente en número, se vieron impotentes ante las oleadas de ciudadanos. Finalmente, a las 22:45, los guardias cedieron y abrieron los puestos fronterizos dejando pasar a la gente sin apenas control, o directamente, sin pedir siquiera el pasaporte. La división de la ciudad acabaría formalmente el 3 de octubre de 1990. En 1989, el sistema soviético de alianzas estaba al borde del colapso, y sin apoyo militar de la URSS, los líderes comunistas del Pacto de Varsovia perdieron gran parte de su poder. Organizaciones de base, como el sindicato polaco Solidarnosc, aumentaron rápidamente su popularidad. En 1989, los gobiernos comunistas de Polonia y Hungría fueron los primeros en comenzar a negociar la organización de unas elecciones libres. En Checoslovaquía y Alemania Oriental las masivas protestas depusieron a los inmóviles líderes comunistas. También cayeron los regímenes de Bulgaria y Rumania, siendo ésta última la única en la que hubo derramamiento de sdangre durante el cambio de régimen.
La ruptura interna de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas: Dentro de la URSS, la nueva política de glánost acabó por romper los lazos que mantenían a las distintas Repúblicas de la Unión Soviética. La libertad de prensa y la disidencia amparada bajo la glásnost provocó un resurgimiento de la «cuestión nacional» y provocó que varias repúblicas proclamaran su autonomía de los designios de Moscú. En febrero de 1990, meses antes de la disolución total de la URSS, el Partido Comunista de la Unión Soviética tuvo que ceder el monopolio centralista del poder estatal tras 73 años. Las repúblicas bálticas fueron más allá y proclamaron su independencia total de la URSS. En un principio, la actitud tolerante que Gorbachov tenía hacia los cambios en Europa del Este, no significaba la misma tolerancia hacia los cambios radicales dentro del territorio de la Unión Soviética. La represión soviética que se ejerció en los países bálticos tras la declaración de su independencia, chocaban con la intención del presidente Bush de mantener unas relaciones normalizadas con la URSS, avisando a Gorbachov de que los lazos comerciales entre ambos países se verían gravemente afectados si la violencia continuaba. Sin embargo, la realidad era que el Estado soviético se desmoronaba inexorablemente, hasta el golpe de gracia que supuso el fallido golpe de agosto de 1991. Un número cada vez mayor de Repúblicas soviéticas manifestaba su intención de independizarse de la URSS, especialmente la Rusia, lo que hubiese significado el hundimiento total y caótico de la Unión Soviética. El 21 de diciembre de 1991 se firmó el tratado que creaba la Comunidad de Estados Independientes, que debería ser la heredera legal de la URSS, en la que cada república sería independiente y libre de unirse, y se mantendría una unión muy laxa en una especie de confederación. La CEI acabó siendo el marco donde, según los líderes rusos, se llevaría a cabo «un divorcio civilizado» de las distintas repúblicas soviéticas. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS, se declaró oficialmente disuelta el 25 de diciembre de 1991