Tenemos que analizar que si la doctrina Truman había supuesto la aparición del pensamiento estratégico estadounidense durante la Guerra Fría, sirviendo de precedente para futuras estrategias estadounidenses, la doctrina de Richard Nixon, veremos que en cambio, supuso un punto de inflexión. Cuatro momentos de la doctrina en política exterior estadounidense en relación con la política internacional desarrollada por las administraciones previas. En cierto sentido, la aparición de la doctrina Nixon debió mucho al contexto histórico en el que se desarrollaron las acciones en política internacional de su inmediato predecesor, Lyndon B. Johnson, y de su desafortunada intervención en el famoso conflicto de Vietnam, asentado sobre la base del temor a un efecto dominó en Extremo Oriente que propagase aún más el comunismo y a una situación geopolíticamente inestable en Europa –por la decisión del Gobierno de Charles De Gaulle de retirar a Francia de la estructura de mando de la OTAN. Por ello, el compromiso con el lejano país asiático era visto como una forma de demostrar el liderazgo y la credibilidad estadounidense en la lucha contra el comunismo a escala internacional Nixon fue el artífice del paso de la política exterior norteamericana a una base geopolítica. Debemos pensar desde el análisis político de la época que, a pesar de que el propósito de Nixon fue crear “un gran proyecto político” en materia de una nueva idea de poder mundial y formular una “estructura para la paz” al estilo de la que para Europa propuso en su época Charles de Gaulle, a quien tanto admiraba el presidente norteamericano, mucho se discute si la iniciativa de Nixon puede llamarse realmente “doctrina” o si la falta de claridad y precisión de sus planteamientos conspiró contra el propósito de su autor e hizo de ella solamente una descripción de las grandes y pequeñas metas de la diplomacia norteamericana. En todo caso, su formulación fue indispensable para ese momento porque había terminado la guerra de Vietnam en medio de la desazón nacional, especialmente de las jóvenes generaciones norteamericanas —con 57.000 soldados estadounidenses muertos y un costo económico estimado en 150 billones de dólares— y nadie tenía claro el rumbo que tomaría la política exterior de los Estados Unidos en el futuro inmediato. El diagnóstico de, ”lo que se hizo mal” en Vietnam para que se perdiera la guerra era la discusión de todos los días. Reproches iban y venían bajo el impacto traumático que ese conflicto armado causó en la opinión pública norteamericana. El país se angustiaba bajo el “Vietnam war syndrome”. Todos hablaban de prevenir “otro Vietnam”. En esas circunstancias fue formulada la llamada doctrina Nixon. Su idea central fue, sin duda, establecer los nuevos parámetros que guiaran las relaciones internacionales de los Estados Unidos en los próximos años. Pero ciertamente que Nixon no logró plenamente su propósito porque su formulación ante el Congreso dejó muchas dudas e incertidumbres. De todas maneras la doctrina Nixon tuvo dos finalidades manifiestas: reducir, vista la “lección de Vietnam”, los compromisos norteamericanos en conflictos “convencionales” en el exterior y, al mismo tiempo, preparar a los Estados Unidos para cumplir a cabalidad aquellas otras obligaciones internacionales cuya ejecución resultaba menos onerosa o era imprescindible por tratarse de países cuya integridad era vital para los intereses de la seguridad norteamericana. En todo caso, aún sin Vietnam la política exterior de los EE.UU. necesitaba rediseñarse en un mundo donde Europa y Japón, con la ayuda económica y el paraguas de seguridad norteamericano, tomaban su puesto en el mundo. Las relaciones Este y Oeste estaban estancadas por la Política de Contención. Los EE.UU. debían plantearse la transición de la hegemonía al liderazgo. El wilsonismo había funcionado y muy bien, pero a finales de los setenta se hacía necesaria una nueva definición del papel internacional de los EE.UU. Nixon consideró su tarea la de definir un papel firme en política internacional para los EE.UU. en una arena internacional muy compleja donde wilsonismo y Realpolitk debían fundirse. Nixon se separó de la Política de Contención y tomó el camino de Churchill de 1953, la negociación que sirvió como estrategia para recuperar la incitativa diplomática. En todo caso, Vietnam y el Watergate impidieron que se diera el consenso interno para bendecir una política exterior que era el medio más realista de justificar el idealismo norteamericano. La diplomacia había quedado abierta y desbloqueada después de las revelaciones de Nikita Jruschov sobre el régimen stalinista, la invasión de Checoslovaquia y la separación del comunismo chino y el soviético. Esto dejó un margen de maniobra a la diplomacia norteamericana. Nixon fue un presidente con amplios conocimientos en política internacional, hombre que viajó mucho durante sus mandatos y que no creía en el idealismo wilsoniano puro, aunque lo admiraba y utilizaba en sus discursos. Para Nixon el orden natural de las cosas no era la paz y la armonía, y pensaba que la estabilidad se conseguía con una actitud vigilante. En 1969 y 1970 se presentó la Doctrina Nixon que intentó mantener una posición intermedia entre intervencionismo y retirada con tres normas fundamentales en caso de que los EE.UU. se vieran envueltos en algún asunto internacional:
a) cumplimiento de los tratados por parte de los EE.UU.
b) EE.UU. protegerá a una nación aliada o vital para la seguridad norteamericana si es atacada por una potencia nuclear
c) en un ataque convencional los EE.UU. asumirán que la nación amenazada aportará hombres para su defensa.
La doctrina Nixon llevaba implícita la intención de disipar la idea, muy generalizada a causa de los resultados de Vietnam, de que los Estados Unidos abandonarían sus responsabilidades en Asia, en una suerte de neo-aislacionismo que había ganado muchos adherentes en el interior de los Estados Unidos como reacción contra la guerra. Hay que recordar incluso que el propio presidente había dicho dos años antes durante una conferencia de prensa celebrada en la isla de Guam, el 25 de julio de 1969, en el curso de su viaje de bienvenida a los astronautas del Apolo 11 que retornaban de la Luna, que los Estados Unidos no volverán a enviar soldados norteamericanos a combatir en defensa de los países asiáticos sino que en lo futuro se limitarán a dar ayuda logística y económica a tales países en el caso de que fueran amenazados por fuerzas superiores. “Manos asiáticas deben modelar los destinos asiáticos”, dijo Nixon en aquella oportunidad. Por eso esta vez ante el Congreso el presidente fue muy enfático en afirmar que, si bien los países asiáticos debe asumir la responsabilidad de su propia defensa y su país sólo enviará tropas de combate y material de guerra si fueran amagados por fuerzas superiores, “los Estados Unidos de América mantendrán todos los compromisos contractualmente convenidos” y de ninguna manera abandonarán las obligaciones contraídas en el área de la OTAN y de otras regiones en que tienen intereses vitales de seguridad. La doctrina Nixon dejó entrever que los Estados Unidos no incurrirán en nuevas intervenciones militares a menos que fueran imprescindibles para los intereses vitales de su seguridad. En este caso, su propio arsenal nuclear estaría disponible para proteger a cualquier Estado cuya supervivencia política se considere indispensable para su estabilidad. Esta es probablemente la única parte de la doctrina Nixon en que puede encontrarse una innovación importante a la tradicional política exterior norteamericana, porque sostiene que las misiones defensivas de facto contra agresiones a otros países, como ha ocurrido con Israel, crean para los Estados Unidos obligaciones tan fuertes como las que nacen de los tratados de defensa mutua. Esto incluye todas las formas de agresión capaces de crear inestabilidad global, tales como guerras civiles, insurrecciones, movimientos revolucionarios, actividades de terrorismo y lo que Moscú solía llamar “guerras de liberación nacional”. La doctrina Nixon contiene un programa diplomático completo, que envuelve elementos tan disímiles como la détente con la Unión Soviética, la normalización de las relaciones con China, la vigorización de la OTAN, renovados esfuerzos para resolver el problema árabe-israelí, relaciones más estrechas entre los Estados Unidos y la África negra, un nuevo pero más limitado papel de su país en los asuntos asiáticos, la revitalización de las relaciones interamericanas y, en lo interno, un nuevo esquema de colaboración de las funciones Ejecutiva y Legislativa para afrontar los retos exteriores.
La política exterior del Presidente Gerald Ford: Durante su presidencia finalizó la Guerra de Vietnam y se firmaron los Acuerdos de Helsinki. En cuanto a política interna, Ford se encontró ante el peor panorama económico desde la Gran Depresión de 1929: durante sus años en la presidencia el país entró en recesión y hubo una creciente inflación. Una de sus decisiones más polémicas fue dar el indulto al presidente Richard Nixon, implicado en el llamado Escándalo Watergate. En 1976 Ford derrotaría a Ronald Reagan en la nominación del Partido Republicano, pero perdería por un escaso margen ante el demócrata Jimmy Carter en las elecciones presidenciales de ese año. Luego de sus años en la presidencia Ford siguió participando en el Partido Republicano. Después de sufrir problemas de salud murió en su casa el 26 de diciembre de 2006, a los 93 años. Su mandato presidencial, que duró 895 días, es el más corto de entre los presidentes de los Estados Unidos que no murieron estando en el cargo. Ford se enfrentó a tres problemas principales: el aumento de la inflación, el desempleo y la utilización de la energía. Controló la inflación a costa de limitar el gasto de los programas sociales. Para atacar el desempleo, intentó crear empleo reduciendo los impuestos a la población que disponía de más ingresos para que pudieran comprar más artículos. Se resistió a las peticiones de proyectos de obras públicas patrocinadas por el gobierno para crear empleo. En política energética, apoyó el desarrollo corporativo de nuevas fuentes de energía con subsidios gubernamentales. Su administración destacó por un constante enfrentamiento con el Congreso. En dos años de presidencia, hasta en 66 ocasiones utilizó el presidente Ford su derecho de veto sobre las decisiones del Congreso. En 1975 tuvo ocasión de nombrar a un juez para el Tribunal Supremo de EEUU para cubrir la vacante dejada por William Douglas. Escogió a John Paul Stevens, juez del 7º Distrito de la Corte de Apelaciones, hoy en día considerado como uno de los miembros más izquierdistas de la Corte Suprema. Le tocó presidir el final de la Guerra de Vietnam. En abril de 1975, con el ejército de Vietnam del Norte tomando Saigón, el presidente Ford ordenó la evacuación de 22.000 sudvietnamitas colaboradores de Estados Unidos y la salida de los últimos marines que quedaban en la embajada estadounidense. En materia de Defensa vetó una serie de leyes de apropiación militar para contener el déficit presupuestario. Estuvo en el entierro de Luis Carrero Blanco en 1973. A pesar de estar poco más de 2 años en la Casa Blanca, el presidente Ford sufrió dos intentos de asesinato en 1975. El primero se produjo el 5 de septiembre en Sacramento, capital de California, cuando una seguidora de Charles Manson, (Lynette “Squeaky” Fromme) trató de matarle con cinco disparos de un Colt del calibre 45. El segundo intento de asesinato se produjo sólo diecisiete días después en San Francisco. También una mujer, disparó al presidente con una pistola del calibre 38 cuando este salía del Saint Francis Hotel, pero no pudo apuntar bien gracias a la intervención de Oliver Sipple. En ambos casos, Ford resultó ileso. En 1976 Ford derrotó a Ronald Reagan en la nominación presidencial del Partido Republicano tras unas durísimas elecciones primarias. Ford llegó a la convención de Kansas City con 1.187 delegados. Reagan llegó con 1.070. Para buscar un mínimo consenso, se vio obligado a prescindir de su vicepresidente, el liberal Nelson Rockefeller. Pero finalmente en noviembre, el candidato del Partido Demócrata, Jimmy Carter venció a Ford en las elecciones presidenciales de ese año. Ford, quien había empezado la campaña, casi treinta puntos por debajo en estimación de voto, según la gran mayoría de las encuestas de opinión, se empleó a fondo durante la campaña electoral, pero Carter se hizo con el 50% del voto popular frente al 48% de Ford.