En el vasto territorio ocupado por Alemania se acumula la devastación resultante de las operaciones militares y de los bombardeos que buscaban desmoralizar a las poblaciones civiles. A estas destrucciones causadas por la guerra regular o partisana hay que añadir los equipos fabriles, desmantelados y transportados por Alemania durante la guerra y luego tras acabar el conflicto por los países vencedores. No sólo quedaron reducidos a un Estado de no-producción la industria y el transporte; también el suelo resulta profundamente afectado por las acciones militares aéreas y terrestres. Los bombardeos estratégicos han destruido millones de viviendas y la escasez de transportes dificulta todavía más el abastecimiento de alimentos en ciudades y zonas industriales. Este panorama de destrucciones materiales se une a un importantísimo caos político y a la inseguridad que causa en algunas partes de Europa la caída de los regímenes dictatoriales que apostaron por el fascismo o el comunismo.
Aunque en la reunión de Potsdam los Tres Grandes habían establecido la ocupación de lo que quedaba del Reich hitleriano, el problema alemán se convertirá muy pronto en el primer campo de batalla del antagonismo de los vencedores; contra Alemania se formó la alianza EEUU-URSS, en Alemania se encontraron felices, sus soldados en abril de 1945, el futuro de Alemania será el testen el que se romperá la alianza. La decisión conjunta de no conformarse con menos que con la rendición total e incondicional proporcionó el primer marco de referencia: ocupación total y administración en manos de los vencedores, pero más allá de esto quedaba por decidir lo fundamental: ¿Castigo o rehabilitación? ¿Desmembración u ocupación de un único país? Sin duda, todos habían sido enemigos del régimen hitleriano y todos deseaban en 1945, impedir el resurgimiento de una Alemania nuevamente agresiva. Todos consideraban que una tercera generación no debería verse obligada a luchar como las dos anteriores habían hecho en 1914-1918 y 1939-1945, pero no todos estaban de acuerdo en la manera de evitarlo. Algunos, como los de entonces era el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Mongenthau, habían propuesto convertir a Alemania en media docena de estados agrarios; otros como Churchill, habían sugerido separar a Prusia y crear una Alemania católica alrededor de Viena. Aunque, finalmente, el Gobierno británico se resistirá a atomizar la Europa central manteniendo su vieja idea de que sea el contrapeso de unos extremos fuertes y, en este caso, se trataba de equilibrar la fuerza de la URSS. En Yalta, Churchill se opondrá a los planes de desmembración de Rooselvelt y de Stalin. De hecho, en Yalta, se tomarán decisiones ambiguas sobre Alemania, ya que si, por una lado, se establecen cuatro zonas de ocupación, por otra se crea una única Comisión de Control, con objeto de coordinar las políticas que se realicen en cada una de las cuatro zonas. Las divergencias llevan a las distintas zonas de ocupación por caminos diferentes, ya que si bien todos quieren desmantelar sus fuerzas armadas y su producción de guerra, y llevar a cabo una cierta desnazificación, por el contrario, no están de acuerdo sobre el futuro económico de la nueva Alemania. Inglaterra y EEUU desean restaurar lo antes posible su productividad normal; Francia y la URSS prefieren compensar con el trabajo alemán las destrucciones que la agresión alemana ha producido en sus países. El problema de las reparaciones provoca una fricción inmediata. En Yalta, los grandes habían decidió que Alemania debía pagar reparaciones a aquellos que había dañado durante la guerra y Roosevelt aceptó, como punto de partida, los números de Stalin: 20 billones de dólares, de los que la mitad correspondería a la URSS. Stalin esperaba recibir esos 10 billones de dólares desde toda Alemania y de dos maneras: en instalaciones industriales y en producción corriente. Sin embargo en la reunión de Potsdam, Truman modifica el acuerdo de Roosevelt en Yalta: los soviéticos reciben el 25 por 100 del equipamiento industrial no necesario de las zonas occidentales y una parte importante de la producción corriente de su zona. La fórmula tenía una casi imposible aplicación, ya que ¿quién decide cuál es la parte no necesaria del equipamiento industrial alemán?
Frente a la nueva situación, los soviéticos siguen apelando a los acuerdos de Yalta conscientes de que la industria alemana estaba, fundamentalmente, en las regiones occidentales y de que la agresión alemana les había obligado a utilizar la política de tierra quemada en su propio país; pero también temerosos de que la negativa occidental a que la URSS se reconstruya a costa de Alemania suponga una manera de imponer una ayuda norteamericana a las extracciones soviéticas de equipos industriales alemanes. La primera conferencia de los cuatro ministros de Asuntos Exteriores para Alemania se celebra en Moscú durante los meses de marzo y abril de 1947. El trabajo de la conferencia pasa por dos fases. En la primera fase examinan el informe de la comisión de control y se encuentran con una sorpresa: cada uno ha interpretado a su manera las reglas de la ocupación y, a esas alturas, hay cuatro zonas en la propia Alemania. Además, el informe de una noticia que congratula a todos: el motor de la Alemania expansionista, Prusia, ha dejado de existir repartida e integrada en unidades administrativas nuevas. En la segunda fase, la conferencia de los Cuatro, examina los proyectos del tratado de paz; en este asunto, la destrucción de Prusia es el único acuerdo y, después de dos meses de discusiones estériles, los Cuatro se separan aún más divididos que antes. El fracaso de la primera conferencia de los Cuatro albergaba en el tiempo la hipotética solución del problema alemán y obligaba a los vencedores a mantener por más tiempo la ocupación militar, mientras que los problemas que esta ocasionaba resultaban demasiado abrumadores para Inglaterra. La segunda conferencia de los Cuatro sobre Alemania se reúne en Londres a finales de noviembre; pero desde abril a noviembre, los desacuerdos aumentaron mientras Estados Unidos proclamaba, como hemos visto, la doctrina Truman, el 12 de abril, y el Plan Marshall, el 5 de junio. En estas circunstancias, el clima de la reunión de Londres es tan crispado que él comportamiento desabrido de Molotov llevará a Marshall a la formulación de una destacada protesta oficial. El fracaso de la conferencia, reconocido el 18 de diciembre, termina con el sistema del Directorio de los Tres Grandes, aunque los suplentes todavía se reúnan alguna vez más en Londres y aunque a comienzos de 1949 se anuncie la puesta a punto de las cuestiones relativas a Austria. La dificultad para encontrar un mínimo acuerdo que haga posible un tratado de paz con Alemania, agudiza más las tentaciones norteamericanas de buscar una solución al problema, encuadrándolo en la reconstrucción económica de la Europa Occidental.
Durante casi dos meses, tras finalizar la guerra, los aliados occidentales recibieron negativas a sus peticiones de acceder a sus respectivos sectores de Berlín, mientras los soviéticos aprovechaban para apropiarse de todos los recursos de la ciudad e imponer su control. Incluso cuando, en julio, se autorizó la entrada a los ejércitos occidentales, no se alcanzó ningún acuerdo que garantizará el uso de rutas aéreas, terrestres o incluso fluviales o mediante canales, con las que poder comunicarse con sus zonas en Alemania. Cuando el Mariscal Georgi Zhukov insistió en no permitir más que una sola línea férrea, una autopista, un canal y tres corredores aéreos para la utilización de los aliados, el Consejo del Control Aliado y la Kommandatura se vieron incapaces de tomar las medidas debido al veto soviético. Este hecho mostraba claramente que la situación conduciría a una situación de crisis y confrontación. Debemos analizar la situación que nos encontramos en Berlín después de la guerra. La ciudad quedó dentro de la Alemania Oriental, dividida en cuatro sectores, el oriental controlado por la URSS y el occidental, norte, oeste y sur controlado por ingleses, franceses y estadounidenses respectivamente. El lado occidental se había convertido en lugar prospero con respecto al Este, dominado y controlado por los soviéticos, entonces, la mano de obra se pasaba al Oeste y se produjo un gran desarrollo industrial. Esto hizo recelar a los soviéticos y empezaron a poner obstáculos, a través de las instituciones de la Alemania Oriental, a los pasos de mercancías y personal a Berlín. Esta situación la conocemos como el año cero. Las ciudades estaban parcialmente destruidas, las vías de comunicación inutilizadas, la industria de la zona oriental era progresivamente desmantelada. El problema al que se enfrentaban los ciudadanos salido de la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo era simplemente uno: sobrevivir en un mundo de destrucción y miseria. En realidad, el territorio alemán quedó dividido en dos bloques, al igual que la antigua capital, Berlín: el bloque occidental y el bloque comunista. Los pactos entre las potencias vencedoras preveían el programa “alemán” siguiente: desnazificación, desconcentración industrial y económica. Sin embargo, en lo único en lo que occidentales y soviéticos consiguieron cooperar fue en los Juicios de Nüremberg. En Berlín, los soviéticos insistieron en que, hasta que se alcanzaran nuevos acuerdos, “todas las ordenanzas y regulaciones existentes redactadas por el comandante de la guarnición soviética” permanecerían en vigor. Seguidamente, utilizaron su derecho a veto para evitar que la Kommandatura pudiera realizar algún cambio. Si los comandantes occidentales deseaban administrar sus sectores, debían hacerlo de modo independiente, dando a los soviéticos una excusa para hacerse con el Gobierno del sistema de control, presionando así a los aliados occidentales para que se retiraran de la ciudad.
La situación se deterioraría aún más cuando, en enero de 1948, las autoridades de la bizona dieron el siguiente paso lógico y empezaron a discutir la creación de un nuevo Gobierno alemán. Nuevamente, los soviéticos protestaron, pero sus ataques verbales se reforzaron por una medida más efectiva: presionaron sobre los sectores occidentales de Berlín, deteniendo durante doce horas un tren militar británico en ruta que había salido de la ciudad alemana. En el plazo de un mes, las relaciones Este-Oeste sufrirían un nuevo revés debido, por una parte al golpe de Estado comunista en Checoslovaquia y, por otra, a la conferencia entre las potencias occidentales, en la que se abordó el futuro de Alemania Occidental, que se realizó sin consultar a los soviéticos. De esta reunión saldría el Tratado de Bruselas, un pacto de defensa mutua entre Gran Bretaña, Francia y el Benelux, encaminado principalmente a protegerse de un ataque soviético. Casi inmediatamente se iniciaron conversaciones en Washington para ampliar esta alianza, y convertirla en un Pacto Atlántico. La guerra fría, basada en las diferencias ideológicas, rivalidades territoriales, temor y desconfianza había comenzado. Y el centro del problema se encontraba en Berlín. Para Occidente, sus sectores de la ciudad simbolizaban la libertad dentro de un territorio controlado por los soviéticos; mientras tanto, para los soviéticos, la presencia de los occidentales suponía un anacronismo que procuraba evitar la creación de un sólido bloque comunista que pudiera funcionar como una barrera contra la agresión occidental, encarnada por el Tratado de Bruselas y el proyectado resurgimiento de Alemania Occidental. La primera respuesta de los soviéticos fue abandonar el ACC (Consejo del Control Aliado, lo que ocurrió el 20 de marzo de 1948. A pesar de que esto no afectaba directamente a la Kommandatura, los comandantes del sector occidental temieron lo peor. Evidentemente, estaban en lo cierto, cuando se iniciaría el ya conocido hostigamiento soviético sobre las fuerzas aliadas occidentales.