Guerra de guerrillas en la Guerra de Independencia
La importancia de la guerra de guerrillas, durante la Guerra de Independencia Española que tuvo lugar entre el 2 de mayo de 1808 y el 17 de abril de 1814.
1. SITUACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA EN 1808
En 1808 España tenía unos 10 millones de habitantes y aunque se encontraba bastante lejos de los casi treinta millones de Francia, su población era ligeramente mayor que la de Inglaterra. Sin embargo, a raíz de su progresiva industrialización, estaba aumentando a gran velocidad. La escasez de ciudades era realmente importante –Madrid apenas sobrepasaba los 200.000 habitantes, frente a los 700.000 de París o los 900.000 de Londres – Esto significaba el aumento de masas de obreros y proletarios que comenzaban a ser frecuentes en las urbes del Reino Unido y Francia y configuraban una sociedad muy diferente a la española, que era típicamente rural. La estructura de la población en los tres estados clásicos del Antiguo Régimen producía también notables diferencias con los británicos y los franceses. Algo más de 400.000 personas pertenecían a la nobleza –119 eran grandes de España– otros casi 200.000 formaban parte del clero– un nivel altísimo, y el resto, el pueblo llano. La posesión de la tierra cultivable o productiva era muy desigual, puesto que los nobles eran propietarios del 51, 38% y la Iglesia del 16, 50%. Por otra parte las rentas de la Iglesia se repartían de una manera muy desigual entre sus propios miembros –un cura de pueblo pequeño apenas alcanzaba los 600 reales, en tanto un Obispo podía alcanzar fácilmente los 800.000 reales — y algo parecido ocurría con la nobleza. La sede Primada de Toledo gozaba de 3.500.000 reales al año, y un obrero español especializado de una gran ciudad, cobraba en torno a los 2.000 reales al año.
Lucha de los madrileños contra las tropas franceses de ocupación.
2. LA GUERRA EN ESPAÑA Y EN EUROPA
Los seis años que transcurren entre 1808 y 1814 son los más importantes de la Historia de España, porque para lo bueno y lo malo nació la España contemporánea. Pero hay que constatar que la Guerra de la Independencia en España y las guerra contra Napoleón en Europa tiene un significado totalmente diferente. Ya que para austriacos, prusianos o rusos, la lucha era meramente para evitar la destrucción de sus monarquías y el sistema de gobierno tradicional por el ímpetu de las ideas y las armas francesas. Para los españoles y portugueses se libraba una guerra para mantener su independencia y soberanía nacional, pero para Gran Bretaña, profundamente implicada en la Primera Revolución Industrial del mundo que cambiaría occidente y la Tierra entera para siempre, era una cuestión de supervivencia mantener los mares y el comercio libres e impedir un poder total de la hegemonía de un monarca en Europa Continental. Los británicos tras la victoria de Trafalgar y Waterloo se convirtieron en los amos de los mares y señores del mundo durante más de un siglo, ganando además para siempre y pese a todos sus problemas un fiel aliado, pues Francia siempre combatiría en las guerras decisivas del futuro en el bando inglés. Por el contrario, para las grandes potencias continentales, representadas por sus monarquías ancestrales, aquello representaría el principio del fin de la amenaza napoleónica. Europa tuvo que esperar hasta 1918 para ver su ocaso definitivo, pero a la larga la fuerza de las ideas, que fue la gran herencia de la revolución, de la que Napoleón era evidentemente el hijo, fruto de 1789. Por último para Portugal, la guerra resultó un desastre total. La marcha de la familia real a Brasil y la destrucción y devastación causada por el conflicto, acabaron con la obra del marqués de Pombal y los gobiernos ilustrados que le siguieron. Arruinó su comercio y su escasa e incipiente industria, destruyó vías de comunicación y causo una pérdida irreparable en la agricultura y la ganadería. Tras seis años de lucha España y Portugal quedaron completamente devastadas y agotadas por la guerra. La cual exigía un gran esfuerzo económico a unas naciones arruinadas y empobrecidas. La euforia de los primeros meses de la guerra se perdería definitivamente entre 1810 y 1812. La gente estaba cansada de tanto combatir en una guerra que parecía que nunca iba a terminar. Y más aún cuando en 1812, los ejércitos ingleses comandados por el duque de Wellington tuvieron que retirarse a Portugal derrotados, para poder reagruparse y recibir refuerzos de Inglaterra. Aquello volvió a dejar a los españoles solos ante los ejércitos franceses. Aunque también hemos de constatar que los ingleses combatían contra sus enemigos franceses, pero digan lo que digan los historiadores británicos, la causa española era un asunto secundario para la Gran Bretaña.
El aspecto más importante de la ayuda británica al ejército español, y en su reorganización en la lucha contra lo franceses en la Península, fue el poner a sus ejércitos bajo un mando único inglés. Por ello, el 2 de octubre de 1812, las Cortes Generales españolas nombraron al duque de Wellington, Arthur Wellesley comandante en jefe de los ejércitos españoles, nombramiento que no gusto en absoluto a los generales españoles, que un extranjero y encima inglés se pusiera al mando de sus tropas dándoles ordenes. Uno de los que se negó fue el general Ballesteros, que fue inmediatamente detenido por negarse a servir bajo el mando de Wellington, siendo sustituido por el general Duque del Parque. Ese año acabó en derrota para las armas españolas y sus aliados anglo-portugueses. (Los franceses ocuparon Andalucía, conquistaron las ciudades de Tortosa, Lerida, Tarragona, y Sagunto destruyeron al ejército de Extremadura y Levante, ocuparon Olivenza y Badajoz y obligaron a las tropas anglo-portuguesas a retirarse a Portugal. Se perdieron más de 70.000 combatientes) Pero ese mismo año, también fue un año de jubilo para los españoles, porque se proclamó la Constitución de 1812, que significaba la introducción de la democracia en España. La guerra de la Independencia, marcará el inicio de la división de las dos Españas, la España liberal, de pensamiento revolucionario y la España tradicional, defensora del Antiguo Régimen. Los enfrentamientos posteriores al final de la guerra contra Napoleón, nos llevarán a que España sea apartada en el Tratado de Chaumont y en el Congreso de Viena en 1814 y 1815 del restablecimiento del orden en Europa y de la participación de España en el ámbito internacional europeo. En el Congreso de Viena se determinó erradicar las posibles herencias de la era napoleónica. Pero, por encima del mito, habría que ver cual es el significado real de la época napoleónica, que legado ideológico y material dejo, a la muerte de Napoleón en 1821. En el Congreso de Viena se intento llevar a cabo con las restauraciones de las monarquías absolutistas, eliminar toda influencia de la era napoleónica. Aunque fue en vano, tanto en el ámbito territorial, político como en el terreno administrativo fiscal y jurídico, así como el de las relaciones sociales, perduraron las huellas dejadas por la época revolucionaria y napoleónica. El fin de la Guerra de la Independencia y con ello, los problemas sociales, económicos y políticos que de ella surgirán llevaría a los españoles a un sinfín de guerras civiles en España. Los tradicionalistas frente a los liberales en la guerra entre los realistas apostólicos y liberales en Catalunya en 1822, a la llegada de las tropas del Duque de Angulema, con los 100.000 hijos de San Luis, las tropas enviadas por las potencias aliadas absolutistas para reinstaurar en el Trono el poder del Antiguo Régimen en la figura de Fernando VII. Las luchas interminables que marcaran el siglo XIX, están repletas de enfrentamientos, guerras civiles, alzamientos militares y derrocamientos de la monarquía y la proclamación de una república. España tuvo desde 1820; desde que se denomina por primera vez el Consejo de Ministros hasta 1874, nada más y nada menos que 100 gobiernos, coincidiendo con la Restauración borbónica. Los enfrentamientos y que ensangrentaron España a lo largo del siglo XIX crearon odios y recelos entre las dos Españas; odios cuyas secuelas han dejado huella en nuestra sociedad. Los problemas militares a lo largo del siglo no solo fueron exclusivamente internos de la Península Ibérica, sino que también se combatió en África, México, Conchinchina e Italia, y como último eslabón del siglo, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España llevo a cabo diversas operaciones militares, desde la Campaña de África con el gobierno de O’Donnell en 1860, hasta la campaña de México junto a los franceses e ingleses, en el apoyo deNapoleón III a la hora de imponer a Maximiliano de Austria como Emperador de México con el apoyo del ejército francés, la expedición militar española y francesa a la Conchinchina y posteriormente a Italia. Por lo tanto como podemos apreciar tanto en el contexto bélico interno como externo, fue muy intenso para España a lo largo del siglo XIX.
Fusilamientos del 2 de mayo de 1808
Pero los problemas políticos, militares y sociales de España se agravaron con la pérdida de las colonias de ultramar; Cuba, Puerto Rico y Filipinas, durante la Guerra Hispano-Americana de 1898, y al año siguiente en 1899 las islas de Guam, Las Carolinas y las Marianas, españolas, que fueron vendidas por 25 millones de $ americanos a Alemania, para evitar no entrar en guerra con el Reich alemán, acabamos vendiendo un pedazo de nuestra Patria. En las gacetas españolas de la época, aparecieron sarcásticos dibujos de una mapa de España, y en el centro un cartel que ponía “Se vende a buen precio”. Aquello comportó la vuelta a España de más de 300.000 soldados, que fueron desmovilizados y deambularon por las grandes ciudades de España, sin oficio ni beneficio. Durante años, habían servido a España con honor, pero la nueva España, con el partido liberal de Sagasta, con los masones y republicanos al frente ya no les necesitaba. El ejército español entró en una difícil crisis, al perder todas las colonias, ahora tan solo quedaba el protectorado de Marruecos, y los militares españoles lo iban a defender con uñas y dientes. Inclusive en los años 20, era tal la desproporción entre tropa y los mandos de alta graduación que se decía que había 1 general por cada 5 soldados. En 1926 el Ejército español tenía más de 500 generales, con una fuerza militar de menos de 100.000 hombres. El problema que sufrió España entre 1793-1815, fue debido en cierta manera a la lamentable actuación de nuestros monarcas Carlos IV y su esposa la Reina María Luisa de Parma, incluyendo a su hijo, Fernando (VII)Príncipe de Asturias. Convirtiéndose en unos gobernantes nefastos para la historia de España, sin contar claro está, la figura de Manuel Godoy, que desde que fue nombrado como brigadier de la Guardia el 16 de enero de 1791, obtuvo un sinfín de cargos ministeriales y militares. Desde mariscal de campo, teniente general, secretario de Estado y del Despacho, conejero de Estado, superintendente general de Correos y Caminos, inspector general y Sargento Mayor del Real Cuerpo de Guardias de Corps, comandante inspector de la Casa Militar del Rey, cargo importante que le daba el control de palacio, Gran Almirante de España y de las Indias, presidente del Consejo de Estado, secretario de la Reina, gentilhombre de cámara, capitán general de los Ejércitos que llegó a convertirse en Alteza Serenísima, valido del Rey y amante de la Reina según no describen las dichas populares, entre otras muchas responsabilidades y cargos. Sin olvidarnos de los títulos nobiliarios que llego a acaparar. Godoy se convirtió en uno de los personajes más importantes de la política española en los últimos 200 años, por ser el responsable directo de los designios que marcaron el destino de España. Hay que recordar que Godoy estaba casado con la condesa de Chinchon, matrimonio por razones de Estado. La condesa era pariente del Rey Carlos IV, de esta manera Godoy pasaba a formar parte de la familia real, otra de sus ambiciones para convertirse en Regente. Aunque sus líos amorosos le llevarían a tener varias amantes, entre ellas; Cayetana Álvarez de Sila, duquesa de Alba, la cual también era amante de Goya y del embajador de Francia en la corte de Madrid. La muerte de la duquesa, según las dichas populares fue por los celos de la Reina María Luisa, que también era amante de Godoy, y mando matar a la duquesa envenenándola. Godoy mantuvo a otra de sus amantes Pepita Tudo, que a punto estuvo de ser asesinada por los agentes de la Reina. Si estas afirmaciones fueran ciertas, tal y como mencionan las dichas populares, veríamos que el Infante don Francisco de Paula, el último de los hijos de la pareja real (Calos IV y María Luisa de Parma), no era hijo del Rey, sino de Godoy. Por lo tanto, el hijo de Francisco de Paula, Francisco de Asís de Borbón y Borbón, era el nieto de Godoy. Francisco de Asís era impotente y homosexual, el cual casó con Isabel, Princesa de Asturias y Reina de España y el hijo varón, nacido de esta relación ilícita, Alfonso (XII) no sería hijo del Rey consorte, sino de uno de los amantes de la Reina Isabel; elcapitán Puigmoltó, oficial de la guardia de palacio. Todo ello claro esta, según se decía en las comidillas de palacio y en las dichas populares de la época. Aunque es bien sabido que Alfonso (XII) y el capitán Puigmolto eran como dos gotas de agua, en su parecido. Por ello, aquello dio la confusión acertada o no de ser padre e hijo. El siglo XIX es para España un siglo vital para su propia identidad histórica según unos y, preferiblemente que no hubiera existido, según otros. Durante más de cien años España se encerró en sí misma, sin asomarse a ningún foro internacional, exceptuando los cinco años de gobierno de la Unión Liberal. Si hubiera que buscar una palabra que resumiera el siglo, ella podría ser la de inestabilidad: inestabilidad en el orden político, nada menos que cien gobiernos tuvo España entre 1820, en donde por primera vez se denominaban Consejo de Ministros, y 1874, coincidiendo con la restauración borbónica; inestabilidad militar, consecuencia de la política, con más de dos mil pronunciamientos, levantamientos, revoluciones, etc… con implicaciones de unidades armadas, cuatro guerras civiles que ensangrentaron las tierras españolas y crearon odios y resentimientos, cuyas secuelas aún sufrimos, y como colofón del variopinto siglo el esperpento del nacionalismo exacerbado, plasmado en el cantonalismo de 1873 (los problemas militares no fueron exclusivamente internos de la Península Ibérica, sino que se combatió en África, México, Cochinchina, Italia y, como último eslabón del siglo, en Cuba, Puerto Rico y Filipinas); inestabilidad social, con las revueltas campesinas e industriales, motivadas por la permanente opresión del terrateniente y del capitalista incipiente. Por ello vemos, que los problemas acuciantes que marcaron el mediados y finales del siglo XIX y principios del XX, hasta la Guerra Civil (1936-1939) vinieron marcados por la Guerra de la Independencia.
Los problemas militares a lo largo del siglo no fueron exclusivamente internos; ya que sin contabilizar las derrotas en laGuerra Hispano-Americana y las posesiones de Ultramar, España se vio metida de lleno en diversas operaciones militares con fines bastante dudosos, a excepción de la Campaña de África. Nuestros soldados fueron enviados a combatir a México, en aquella expedición hispano-franco-británica..enviados por Napoleón III para imponer a Maximiliano, Archiduque de Austria, como Emperador de México, apoyado por tropas francesas para sostener sus nuevo imperio. También participamos juntamente con los franceses en la expedición militar de la Conchinchina y en la expedición a Italia. Como se puede apreciar el siglo XIX en su contexto bélico tanto interno como de política exterior fue muy intenso para España.
Los ejércitos enfrentados durante la guerra
Historiador Militar
Director de la Fundación Sociedad y Defensa de ECOSED
Director del Área de Investigación, Análisis y Formación Universitaria del Instituto Europeo de Seguridad y
Defensa de ECOSED (Espacio Corporativo de Seguridad y Defensa)
Miembro del Grupo de Investigación del LSTE (Libertad, Seguridad y Transformaciones del Estado) de la
Universidad Autónoma de Barcelona.
Miembro del Grupo de Investigación de “Estudios de Historia de España” de la Universidad a Distancia de Madrid.
Por: David Odalric de Caixal i Mata
Historiador Militar