El asalto del 3er. Comando en las playas de Normandía fue excepcional; en el transcurso del mismo, tres de sus cinco lanchas de desembarco fueron alcanzadas por el fuego de artillería, pero, desafiando el diluvio de las armas portátiles alemanas, los comandos atravesaron velozmente el sector batido hacia su primer objetivo. La 1ª Brigada de Servicios Especiales, bajo el mando de Lord Lovat y constituida por el 3º de Comandos junto con los 4º, 6º y 45º Comandos de los Royal Marines (RM) tenía asignada la captura y seguridad de la franja costera del flanco oriental de la zona de desembarco aliado. Desde aquí habían de internarse rápidamente, capturar los puentes sobre el río Orne y enlazar con la 6ª División Aerotransportada que habían tomado tierra al noreste de Caen en las primeras horas del Día D. Al asegurar la margen oriental del Orne hasta tan lejos como Caen, la Brigada podría establecer una barrera defensiva contra cualquier contraataque alemán en el vulnerable flanco oriental aliado.
Con unos efectivos de unos 280 soldados, el 3er. Comando acababa de volver a las operaciones desde el Mediterráneo en enero de ese año y con la incorporación de 165 hombres de refuerzo, iniciaron con intensidad los preparativos para el Día D. El Comando se trasladó al Centro de Entrenamiento Combinado de Dorlin en la costa oeste de Escocia, donde los recién llegados se integraron a la unidad existente. Tiro, ejercicios de entrenamiento y manejo de lanchas de desembarco constituyeron el núcleo de las actividades de los comandos. Además de preparar a los hombres, se dedicó especial atención a incrementar la potencia de fuego. Normalmente un escuadrón de comandos disponía de cinco fusiles ametralladores Bren, mientras que una compañía de infantería, aproximadamente el doble de efectivos, tenia nueve. El coronel Peter Young decidió que la forma de aumentar la potencia de fuego era elevar a ocho las Bren del escuadrón para que de esa forma fuera capaz de efectuar el trabajo de una compañía. En la plana mayor, cada cuatro hombres recibirían también una Bren, lo que equivaldría a añadir a los seis escuadrones del Comando un séptimo.
A finales de mayo los escuadrones del 3º de Comandos se trasladaron a los alambrados “campos de concentración” cercanos a Southampton. Con los hombres aislados del mundo exterior, los primeros días de junio se ocuparon con los preparativos de última hora y las sesiones de información. Maquetas y fotografías aéreas y constantes repasos a los detalles se emplearon una y otra vez hasta que cada grupo supo, con lo ojos cerrados, lo que tenia que hacer. Se esperaba cierta confusión inicial; cualquier tipo de detalles podía estar equivocado, pero si los comandos no perdían de vista su objetivo principal podrían tener éxito. Al completar sus preparativos, en la tarde del 5 de junio, los escuadrones del 3º de Comandos embarcaron desde sus campos de Southmpton rumbo a las costas de Normandía. Una vez atravesadas las playas, el día 6, el coronel Young reorganizó la unidad a las 13.00 horas y determinó con precisión la situación inmediata: “Estamos en contacto con el 45º Comando que ocupa su lugar en la brigada pero el avance ha sido retrasado por los campos de minas, reduciendo la brigada a una columna. El 6º Comando se encuentra en cabeza pero su progresión es todavía lenta. Presiono hacia el puente Bénouville para encontrar una salida a la situación.”
Llevándose consigo un pequeño grupo de comandos, Young avanzó tierra adentro hasta encontrar algunos hombres de la 6º División Aerotransportada que se mostraron muy contentos de disponer de alguna compañía. El puente sobre el Orne en Bénouville estaba intacto pero se encontraba bajo el fuego de fusil desde un Château de la orilla oeste del cercano canal de Caen. Young distinguió a media docena de comandos del 3er. Escuadrón que habían desmontado de sus bicicletas y se habían puesto a cubierto en una cuneta de la carretera que conducía al puente. A gritos les preguntó:
–¿Qué esperáis?
–¡Tirotean el puente, señor!
— Bueno, coged vuestras bicis y cruzad a toda velocidad. Probablemente lo consigáis.
Se levantaron de un salto; uno de los hombres cayó con la cabeza atravesada por una bala, pero el resto alcanzó el otro lado. Young y sus hombres les siguieron inmediatamente, atravesando el puente tan velozmente como sus piernas les permitieron. Operaciones como ésta eran características de los comandos. Como líderes de la fuerza de avanzadilla, sus jefes fueron animados a tomar la iniciativa y aprovechar cualquier ventaja táctica que se les presentara. Las decisiones eran rápidas y los movimientos decisivos. El entrenamiento de los comandos ponía su énfasis en la velocidad y el movimiento repentino y, como en toda unidad de elite, se corrían riesgos cuando la oportunidad del éxito los conllevaba. A media tarde, la mayoría del 3º de Comandos había cruzado el puente y tomado posesiones defensivas, dispuesta para repeler el esperado contraataque alemán.
Para reforzar las defensas aliadas a lo largo del Orden era evidente que la población de Anfréville habría de ser capturada. Estaba situada sobre una baja colina al este del Orne dominando una gran parte del área ocupada por los aliados. Si no se aseguraba, la artillería alemana podría establecer allí puestos de observación y estaría en condiciones de machacar con proyectiles de grueso calibre las cabezas de playa en torno a Quistreham. El 3er. Escuadrón, que se encontraba a la cabeza del avance, recibió la orden de tomar la población sin pérdida de tiempo. Los dos oficiales supervivientes del 3er. Escuadrón Roy Westley y Keith Ponsford, condujeron a los hombres hacia adelante para encontrarse con un diluvio de fuego desde las trincheras alemanas que les obligó a detenerse. Westley había sido alcanzado en un brazo y mientras era atendido, tomó el mando Ponsford. Inmediatamente ordenó a su sargento primero reorganizar el escuadrón mientras él efectuaba un somero reconocimiento del flanco derecho, encontrando una zona a cubierto desde la que lanzar un nuevo asalto. Tras limpiar las casas que dominaban la plaza de la villa, Ponsford colocó una de sus secciones en posición para proporcionar tiro de cobertura. El mortero de 2 pulgadas (50,8mm) demostró ser un valioso medio y sus granadas explosivas –disparadas con el menor ángulo– contribuyeron en gran medida a desmoralizar a los alemanes. Cuando creyó que sus hombres poseían ventaja en el tiroteo con los alemanes, Ponsford y su escuadrón cargaron a través del terreno abierto para tomar el edificio de la escuela, centro principal de la resistencia enemiga. Una vez capturada, desde allí barrieron la población, matando a seis u ocho enemigos y capturando a más de 20. En ese fulminante asalto los comandos no sufrieron bajas. Tomaron luego posiciones en los extremos de la población y allí se les unió Westley, con su brazo vendado. Mientras el 3º de Comandos consolidaba sus posiciones en la tarde del Día D, comenzaron a llegar refuerzos. Cientos de planeadores de la 6ª Brigada de desembarco aéreo tomaron tierra en los campos abiertos entre Ranville y Amfréville y, aunque cayeron en medio de una intensa barrera de fuego antiaéreo, las bajas fueron escasas. La mañana del Día D + 1 transcurrió plácidamente pero a las 13.00 horas dos escuadrones del 3º de Comandos recibieron la orden de apoyar al 45º (RM) el Comando tenía orden de lanzar un ataque contra Franceville-Plage limpiando la batería de Merville en el sureste. Al mando del mayor John Pooley los 4º y 5º Escuadrones fueron elegidos para el asalto. Mientras el 4º Escuadrón proporcionaba fuego de cobertura, Pooley conduciría al 5º al ataque. Enfrentados con un campo de minas , decidió encabezar a sus hombres atravesándolo directamente, una arriesgada decisión que se saldo sin embargo con sólo tres hombres heridos. Aunque en la batería sólo se encontraba un puñado de soldados alemanes, eran decididos, y aguantaron algún tiempo. Una vez en el interior de los fortines de hormigón, los comandos eliminaron con presteza a los defensores, aunque uno de ellos, armado con una ametralladora MG42, tiroteo a Pooley casi a quemarropa. Entretanto, al mando directo del coronel Young, el 4º Escuadrón había avanzado hasta la batería y ayudaron en las operaciones de limpieza. Con la batería asegurada, los dos escuadrones se reorganizaron. Castigados, lejos de las líneas principales aliadas, sólo era cuestión de tiempo que los alemanes lanzaran un contraataque que los eliminase o los pusiese en una delicada situación con escasas esperanzas de recibir refuerzos o municiones. Sin embargo, cuando las planas mayores de la Brigada decidieron el repliegue, los alemanes se habían reforzado y los 4º y 5º Escuadrones hubieron de batirse en retirada.
Los alemanes disponían ahora de dos piezas de artillería autopropulsada en las que apoyar su contraataque. Abrieron fuego a muy corta distancia y causaron numerosas bajas entre los ahora vulnerables comandos. Antes de que pasara mucho tiempo, las cunetas de la carretera por donde discurrían los comandos estaban llenas de heridos. Los hombres de la sección sanitaria hicieron un magnífico trabajó, pero muchos de los heridos cayeron en manos del enemigo. Por si fueran pocos los problemas de los comandos, algunos de los escuadrones cayeron en un profundo campo minado donde se produjeron numerosos heridos, mientras que durante todo el tiempo, el grueso de la fuerza resultaba martilleada por la artillería y los morteros mientras se retiraban. Al alcanzar las líneas aliadas, ambos escuadrones habían quedado reducidos a la mitad de sus efectivos; una sección del 4º Escuadrón había entrado en combate con 23 hombres y salió con tan sólo ocho. Desde la incursión de Dieppe de 1942 no había sufrido el 3º de Comandos tales desgracias.
Mientras los agotados 4º y 5º Escuadrones pasaron a la reserva, los restos del 3º. de Comandos se situaron en torno a Anfréville, donde sus defensas fueron reforzadas. El esperado contraataque alemán se materializó el día D + 2 cuando un batallón enemigo comenzó a aproximarse a las posiciones del 3º de Comandos. La compañía enemiga de cabeza fue descubierta por el 6º Escuadrón –de sólo 40 hombres– y en lugar de esperar pasivamente a que los alemanes se lanzarán al asalto, el jefe del escuadrón, capitán John Alderson, decidió pasar al ataque. Saliendo de detrás de los setos vivos, el 6º Escuadrón sorprendió a los alemanes y muchos de los soldados de la vanguardia enemiga se rindieron nada más iniciarse el fuego. Alderson ordenó a una sección que se moviera hacia un huerto a la derecha de la carretera. Al llegar allí, cayeron inmediatamente bajo fuego procedente de un seto. Devuelto el mismo y silenciada la débil oposición –el enemigo fue visto corriendo desde el mismo hacia la carretera, donde cayeron en manos de Alderson — los comandos se encontraban en su elemento, efectuando el tipo de incursión para el que estaban preparados: avances rápidos, pausa corta, fuego sorpresivo y abrumador que incluía el de los morteros de 50 mm en tiro raso con su base apoyada en un árbol. Otra sección, al mando del teniente George Herbert, encontró una dura resistencia pero, tras comprobar que el ataque no progresaba, cargó hacia adelante armado con un fusil ametrallador Bren, disparando ráfagas desde la cadera al enemigo atrincherado delante. Sus hombres inmediatamente le siguieron y los alemanes retrocedieron ante el ímpetu del asalto. Después, mientras descansaban para cambiar los cargadores, Herbert fue alcanzado por un alemán; la bala cortó el cordón de su medalla de Conducta Distinguida (DCM) y le alcanzó en el rostro, matándole instantáneamente. La pérdida de su jefe sólo sirvió para reforzar la determinación del escuadrón que se lanzó de inmediato al asalto con renovado vigor.
El ataque enemigo había ya quedado completamente paralizado y los prisioneros alemanes, que sumaban al menos 45 hombres, fueron trasladados detrás de las líneas de comandos. En esta breve refriega, entre los alemanes hubo 30 muertos y otros tantos heridos, mientras el 6º Escuadrón contó sus pérdidas en un oficial muerto y otro herido, así como dos sargentos y cinco soldados heridos. Durante los siguientes días los alemanes montaron diversos asaltos que fueron rechazados por los comandos; cuando no estaban siendo atacados, los hombres del 3º de Comandos soportaron el fuego de la artillería y de los morteros. El 13 de junio, no obstante, lo peor había pasado y los alemanes habían perdido la iniciativa, atrincherados a 1000 m de las posiciones de los comandos. La lucha se convirtió en una guerra de paqueo y patrullas. Durante el resto de ese mes, el 3º de Comandos mantuvo sus posiciones, enviando patrullas a hostigar al enemigo, hasta que éste inició la gran retirada que les conduciría directamente a la gran bolsa de Falaise.
EL GRAN PALMARES DE LOS COMANDOS
Entre 1940 y 1945, los comandos consiguieron una impresionante lista de 38 honores de batalla concedidos por acciones libradas en todos los principales teatros de operaciones de la II Guerra Mundial. Algunos de esos honores se les confirieron por largas campañas, mientras que otros respondieron a incursiones relámpago contra puntos clave en las defensas enemigas. Algunas operaciones, como la audaz incursión contra el dique seco de St. Nazaire en Francia, el 28 de marzo de 1942, que le dejó inutilizado durante el resto de la guerra, fueron un éxito completo, pero otras, como el desembarco en Dieppe, el 19 de agosto de 1942, se saldaron con las vidas de muchos comandos. Pero los honores de batalla se conceden cuando el coraje y la determinación se imponen en situaciones límite, y no para recompensar victorias fáciles. El primer grupo de comandos se creó en junio de 1940 para operar como unidad de tropas de choque, o “Leopardos” como les llamaría Winston Churchill. El pensamiento militar convencional del Ejército británico al estallar la guerra en 1939, se oponía a la formación de semejantes unidades ofensivas de elite, pero al poco tiempo los comandos demostraron su inmensa valía. Una de las claves del éxito de los comandos era que se trataba de unidades relativamente reducidas, dotadas de gran flexibilidad operacional, energía e imaginación Cuando se crearon las primeras unidades, cada comando constaba de 10 escuadrones de 50 hombres, pero esta formación no resulto y a primeros de 1941 los escuadrones se redujeron a seis, cada uno con 65 hombres. Una gran camaradería y una intachable lealtad a los mandos, unidas a un entrenamiento riguroso y poco convencional, hicieron de ellos, como diría el general Dempsey “el mejor cuerpo de soldados que ha visto nunca”.
Los comandos mantuvieron un elevado grado de disciplina y cohesión en combate, pero en muchas ocasiones algunos soldados actuaron individualmente con gran heroicidad, como demuestra la larga lista de condecoraciones concedidas a los oficiales y soldados de los Comandos. Durante la II Guerra Mundial, las unidades Comando se ganaron ocho Cruces Victoria, seis de ellas póstumas. Dos de ellas fueron para el teniente coronel A. Newman y el sargento T. Durrant por la incursión de St. Nazaire, y otras dos para el cabo T. Hunter y el mayor danés A. Lassen, por la acción del lago Comacchio, en Italia, en abril de 1945. El mayor Lassen era el primer extranjero condecorado con la Cruz Victoria. Durante la incursión para capturar a Rommel y su cuartel general en el norte de África en noviembre de 1941, el teniente coronel Geoffrey Keyes encabezó el asalto del 11º de Comandos y ganó una CV por su valor; otra fue concedida al mayor P. Porteus, del 4º de Comandos, por su participación en el asalto de la batería costera y la guarnición de Varengeville durante la operación de Dieppe. En Kangaw (Birmania) en febrero de 1945, los hombres del 1º de Comandos rechazaron un masivo asalto japonés, durante el cual el teniente G. Knowland ganó una CV por su arrojo en combate. La octava Cruz Victoria fue para el cabo primero H. Harden por su participación en los combates en el río Mass, en Holanda, en enero de 1945. Además de las Cruces Victoria, las unidades de comandos atesoraron 37 órdenes de Servicios Distinguidos, 162 Cruces Militares, 32 Medallas de Conducta Distinguida y 218 Militares.